Las protestas en Irán acentúan su debilitada posición regional

Irán
El presidente iraní, Hasán Rohani.

Irán se enfrenta a una nueva ola de protestas dentro de sus fronteras por parte de los ciudadanos en un momento en que observa que su influencia sobre los países regionales en los que ejerce su influencia de manera directa también se tambalea. Las protestas en Líbano e Irak, países con una mayoría chiita sustancial, reflejan la insatisfacción social por la influencia que tiene sobre ellos Irán. A eso se le añade que las sanciones económicas que Estados Unidos impone sobre el régimen iraní ha dejado al país en un estado de fragilidad e inestabilidad casi permanente.

A las manifestaciones populares que han sacudido Líbano e Irak desde octubre, dos países en los que Irán tiene importantes aliados y desde los que cree demostrar su poderío regional, Teherán lidia ahora con protestas internas que han vuelto a tomar varios puntos del país por la decisión del Gobierno de racionar el suministro de combustibles y aumentar el precio de la gasolina desde el pasado día 15. Las protestas han dejado dos muertos oficiales (aunque se prevé que la cifra real de víctimas mortales sea bastante más elevada) debido a la respuesta de las autoridades que utilizan gases lacrimógenos y agua con presión para reprimir a los manifestantes. Un informe de seguridad oficial publicado el domingo cifró en un millar los detenidos en esta ola de protestas, la mayor desde finales de 2017, recoge Efe.

Esta vez el problema es mayor ya que las protestas coinciden en un momento en el que el statu quo que Teherán vislumbra para la región se tambalea con el paso de las horas. Irán está acostumbrado a las protestas dentro de sus fronteras pero esta vez es distinto porque llegan con los gobiernos de Beirut y Baghdad intentando responder a la escalada de incertidumbres internas en las que, hasta cierto punto, Irán tiene su parte de culpa por la conocida interferencia que ejerce sobre la política interna de dichos países. En Líbano, Hizbulá tiene una presencia importante principalmente gracias a la financiación y apoyo iraní. Además, su apoyo incesante a Bachar al Assad en Siria, que ha contado con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) batallando en el terreno, no deja de ser una fuente de preocupación.

Es así como aumenta la inestabilidad regional del eje chíita que Irán busca definir en la región y que, a tenor de las protestas, parece que lo que tiene en común es el hartazgo de las sociedades hacia sus Estados ineficientes y dominados por unos regímenes corruptos (entre los que se encuentra el iraní). «Los pueblos de Iraq, donde los chiitas son mayoría, y Líbano, donde son la comunidad más grande, se rebelan contra las clases políticas corruptas que presumen gobernar, pero también contra las milicias respaldadas por Irán que las respaldan», escribía David Gardner en el Financial Times a principios de mes. Cientos de miles de manifestantes están retando el statu quo que desde hace tiempo Irán ha definido y hace que el régimen de los ayatolás sienta la presión de las amenazas que supone estas revueltas populares. «El apoyo financiero, político y militar de Irán a Hizbulá del Líbano y a la clase política dominante de Iraq en Bagdad desde el partido Dawa hasta el grupo militante Hashd al-Shaabi es claramente una amenaza», escribe Nessma Momani en la revista Time.

El líder supremo iraní, Ali Jameneí, ya mostró músculo y su oposición a las protestas libanesas e iraquíes, básicamente afirmando que Irán sabe cómo desplegar fuerzas armadas para reprimir las protestas. Hay quienes se preguntan si Irán llegará a desplegar sus milicias locales para poner fin a las protestas. Por ahora, existen informaciones que simpatizantes del régimen se han opuesto a las protestas en ambos países. El día 17, además, respaldó la medida del gobierno de Irán de aumentar el precio de la gasolina y racionarla y atribuyó los disturbios «a malvados y bandidos» mientras que los manifestantes ya se enfrentan a las fuerzas de seguridad.

Las protestas en Irán son comunes y el camino que suelen seguir se caracteriza por una dura y contundente respuesta por parte de las autoridades. Pero que tengan cada vez más una motivacion antigubernamental pone de relieve que el régimen siente la presión. Disturbios internos en Irán han inspirado a observadores a predecir en más de una ocasión que el régimen estaba al borde del colapso.

«A medida que aumentan las protestas en Irak y Líbano, el régimen iraní también tiene que lidiar con su propio movimiento de protesta. Desde finales de 2017, ha habido cientos de protestas en Irán por mes sobre temas como el deterioro de las condiciones económicas, la degradación ambiental y las quejas políticas. Sin embargo, es poco probable que estas protestas amenacen la supervivencia del régimen, al menos por ahora. El movimiento de protesta iraní está actualmente demasiado descentralizado y las fuerzas de seguridad iraníes probablemente sean demasiado fuertes para derrocar al régimen. Aún así, la letanía de quejas en Irán sugiere que el régimen tendrá que lidiar con el descontento interno persistente», escriben Seth G. Jones and Danika Newlee en un reciente documento del think tank Center for Strategic and International Studies (CSIS). «Aunque galvanizado por las protestas libanesas e iraquíes, el iraní movimiento de protesta sigue fracturado y carece de un liderazgo central, y las fuerzas de seguridad e inteligencia del régimen son fuertes», dice el informe del CSIS.

La corrupción y el sectarismo reinante en Líbano e Irak, en el trasfondo de muchos de los problemas, es el objetivo principal de las protestas en esos países. Además, los manifestantes en el mundo musulmán dicen haber aprendido de los errores cometidos en olas de protesta anteriores, la primera siendo que derrocar a la cabeza de un régimen no significa la caída del régimen político. «En el Líbano e Irak, los manifestantes quieren una revisión de toda la estructura política que utiliza el sectarismo como una excusa para la ineptitud, depende del amiguismo que conduce a la corrupción sistémica y alienta la lucha política que conduce a políticas indecisas», dice Momaní, del Centre for International Governance Innovation y el Arab Gulf States Institute en Washington.

El chiismo está viviendo momentos de cambio en el que subyace la idea de detener la línea que se impulsa desde Irán. Que se ponga en entredicho la influencia iraní en la región, en dos de sus principales aliados y países sobre los que exhorta una posición de fuerza, hace que Oriente Medio asuma otro capítulo del conflicto religioso, territorial y sectario que allí se libra. Es así como Irán pierde relevancia en sus supuestos aliados, en una región en la que se considera una fuerza y la contraposición al eje sunni liderado por Arabia Saudí. «Irán creó representantes en ambos países, los empoderó a través de fondos y armas, y los ayudó a infiltrarse en las instituciones estatales. Hoy, las instituciones estatales en Iraq y Líbano tienen un trabajo importante: en lugar de proteger y servir a las personas, tienen que proteger y servir a los intereses iraníes», se lee en Foreign Policy.

La ansiedad económica que sufren los países, Irán, Líbano e Irak, no desaparecen a golpe de represión como tampoco lo hará el hartazgo por la infiltración e influencia iraní en dichos países que continuará impactando esta sacudida política regional. Especialmente dado que los manifestantes chiitas en Irak, Líbano e Irán coinciden en oponerse al orden imperial de Irán en la región.

«Las recientes protestas muestran que el poder de Irán es más frágil de lo que el mundo percibe. Y lo que es más importante, deberían recordar que el chiismo no pertenece a Irán y que tal vez sea hora de comenzar a trabajar directamente con las comunidades chiitas», escribe Hanin Ghaddar.

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