Internacional
CUMBRE ESPAÑA-BRASIL

Pedro Sánchez se rinde a los pies del corrupto Lula pese a la oposición de éste a apoyar a Ucrania

La Moncloa se ha convertido en una pasarela para los líderes de la extrema izquierda iberoamericana, llegados al poder en el último año y medio. Ayer fue el turno del presidente brasileño Lula da Silva y la semana que viene le tocará al presidente colombiano Gustavo Petro. Los dos estuvieron en la cárcel, el primero por corrupto y el segundo por terrorista.

Este miércoles, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, le puso la alfombra roja al dirigente brasileño en su primera visita a España desde que inició su tercer mandato. Lula da Silva es un pata negra en la izquierda iberoamericana pues fue el impulsor del Foro de Sao Paulo, cónclave de la extrema izquierda de la región.

El presidente del Gobierno se hizo acompañar por tres vicepresidentas y por tres ministros. Pese a que Lula estuvo casi dos años en la cárcel por corrupción, Sánchez firmó una declaración conjunta con su homólogo para cantar las bondades de la democracia, de los derechos humanos y la defensa del Estado de derecho.

Ambos mandatarios se dieron el lujo de «seguir avanzando en la construcción de sociedades más justas, inclusivas y en la lucha contra las desigualdades». Sin embargo, los datos son demoledores. Lo primero que hizo Lula da Silva, cuando se coronó como nuevo presidente de Brasil, a principio de año, fue subirse casi un 20% su salario, pasando a cobrar 40 veces más que un ciudadano medio en Brasil. En España, la tasa de pobreza infantil durante el gobierno de Sánchez no ha hecho más que empeorar, afectando a cerca del 30 % de la población menor de 18 años.

Sobre el respeto a la democracia, los dos dirigentes se llenaron la boca hablando de la importancia de «preservar la estabilidad de las instituciones y de protegerlas frente a intolerables asaltos». Pues bien, la semana pasada, el hombre de confianza del gobierno de Lula, en Brasil, en materia de seguridad nacional, tuvo que presentar su dimisión tras saltar a la luz pública el escándalo de que había estado detrás de las movilizaciones del pasado 8 de enero. El Gobierno de España también ha sido señalado desde organismos independientes o la propia Unión Europea por sus ataques constantes a la independencia judicial o los tirones de oreja salidos del Tribunal Constitucional por la ilegalidad de los confinamientos y restricciones durante la pandemia.

Guerra en Ucrania 

Respecto a la cuestión ucraniana, Pedro Sánchez y Lula da Silva teatralizaron sus diferencias sobre la manera de acabar la guerra. Por un lado, Lula defiende una iniciativa, en la que sin duda alguna, China tendría un papel protagonista. Por su parte, Pedro Sánchez es una correa de transmisión de lo que desde Bruselas y Washington le conminan a decir. 

La declaración conjunta dice en uno de sus apartados que los dos presidentes «condenan los ataques a civiles» sin especificar si se refieren a los ucranianos o a ciudadanos rusos que han fallecido tras el estallido del conflicto, donde la diferencia en el número de bajas es abismal. En dicho punto Sánchez tuvo que aceptar con la retórica equidistante de la presidencia brasileña para no malograr la reunión.

El resto de asuntos tratados fueron los tópicos imaginables en la agenda de dos dirigentes de izquierdas: emergencia climática, conferencia del clima, el Amazonas, la transición energética, esclavitud, reformas fiscales, etc. Eso sí, ningún comentario a la falta de libertades y democracia en numerosos países de la región.

Ninguna referencia al golpe de Castillo en Perú y el compromiso de ambos países para ayudar a estabilizar la democracia de la nación peruana. Ninguna referencia tampoco a la situación que se vive de completa dictadura en Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero eso sí, lanzaron su brindis al sol por la democracia, libertad y los derechos humanos.

Durante el último año gobiernos tradicionales, conservadores de Chile y Colombia fueron reemplazados por líderes de extrema izquierda simpatizantes de China. Brasil fue el último eslabón de colocar a un dirigente izquierdista en el poder. El ex convicto Lula paso año medio en la cárcel, acusado de corrupción. La izquierda política y mediática han tratado de convencer siempre a la opinión pública que el presidente brasileño fue generado por el Tribunal Supremo brasileño con anterioridad.

Sin embargo, la condena solamente fue anulada por cuestiones técnicas, pero nunca quedó aprobada la inocencia de Lula, acusado de lavado de dinero y corrupción.