Carta de una periodista española en el epicentro de la masacre: «Ahora sólo queda rezar y esperar»
2:16 de la madrugada del sábado.
Ya han pasado más de cuatro horas desde que el terror se ha cebado con París y con más de un centenar de víctimas inocentes que hoy salían a la calle como un viernes cualquiera a pasar una velada cualquiera.
Angustia e incertidumbre. Eso es lo yo siento desde el momento en el que mi teléfono empezó a sonar. Al principio me preguntaban que si estaba bien y más tarde que si estaba segura…No entendía nada. Sólo sé que una extraña sensación de vacío a las 21:40 de esta noche me hizo regresar a mi hotel en el centro de París. No me pareció una noche agradable para estar en la calle. No sé la razón. Ahora lo entiendo. No soy bruja.
Primero un amigo y después otro. “María, estás bien?” “¿dónde estás?”. Después mis padres y mis hermanos que no entendían por qué había tenido que venir a pasar estos días a París y…sola. Eso ahora no viene a cuento pero entiendo la angustia que sienten estando fuera y cuando las informaciones de una tragedia de este calibre llegan a cuentagotas. Cinco puntos de atentado y más de 120 muertos. Por ahora…
Poco a poco el nerviosismo se ha ido apoderando de mí hasta convertirse en auténtico terror. En la calle sólo sonido de ambulancias y coches de policía. La poca gente que hay avanza rápido y en silencio. Esto es lo poco que adivino a observar desde la ventana del cuarto piso de mi hotel en la calle Rívoli. Los pasillos del hotel son un reflejo de la calle. Silencio absoluto. Desde la recepción nos han dicho que estemos tranquilos pero que cerremos con llave. Tranquilizador…no es.
“Estoy bien”.- esta frase la habré repetido esta noche una centenar de veces. Qué afortunada soy. Yo solamente estoy encerrada en este hotel esperando que todo pase. Aún así sólo deseo profundamente que no haya ningún disparo más, pero nadie me escucha porque mientras yo respondo al teléfono, se confirma que aumenta el número de muertos. ¡No hay derecho!
En la habitación la televisión encendida y aunque no entiendo nada veo que están llegando las imágenes de los lugares de los atentados. Terribles. Cada vez son más explícitas. Finalmente el miedo se ha apoderado de mí. El mensaje que desde el Ayuntamiento de París llega no es nada alentador: “No salgan a la calle”.
Fronteras cerradas y vuelos cancelados. No tengo más información que la que desde las RRSS las personas van soltando y las cuentas oficiales de organismos del Estado nos van dando. Aún así sigo sin saber qué hacer mañana. Es bastante angustioso marcar el número de teléfono que ha facilitado la policía y no encontrar a nadie al otro lado. Debe estar todo colapsado. Igual que mi cabeza.
De momento mi hotel está cerrado a cal y canto y no puedo más que esperar y rezar.
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