Internacional
ESCÁNDALO HUNTER BIDEN

Biden activa su gabinete de crisis para responder al inminente «impeachment» republicano

El equipo del presidente de EEUU cree que saldrá beneficiado del proceso del mismo modo que le ocurrió a Bill Clinton en 1998

Hunter Biden será investigado por un fiscal especial por sus negocios turbios en Ucrania y China

Los republicanos ultiman un ‘impeachment’ a Biden por interceder en los negocios de su hijo

El presidente estadounidense, Joe Biden, ha activado un gabinete de crisis con abogados, asesores y periodistas para enfrentarse a lo que será con toda seguridad el culebrón del último cuatrimestre del año en la política estadounidense: el impechment o proceso de destitución contra el mandatario de EEUU.

Un total de 24 abogados, asistentes legislativos y personal especializado en comunicación conforman el equipo para responder a la previsible investigación que los republicanos del Congreso buscan impulsar contra Joe Biden por su participación en los negocios turbios que su hijo Hunter Biden mantuvo en China y Ucrania cuando su padre era vicepresidente y que siempre negó pero que con el paso del tiempo han ido apareciendo nuevas evidencias que apuntan a un posible caso de tráfico de influencia y enriquecimiento ilícito.

En el equipo de la Casa Blanca se incluye al abogado Richard Sauber y a Russ Anello, ex director de personal del Comité de Vigilancia de la Cámara de Representantes. La cara pública será el experto en comunicaciones y veterano de la campaña presidencial Ian Sams, encargado de atacar con frecuencia las afirmaciones republicanas en las redes sociales, quien estará acompañado por la ex jefa de Comunicación de la plataforma «pro-Biden Building Back Together», Sharon Yang. Se espera también las incorporaciones del abogado amigo de Obama, Ed Siskel, también buen conocedor de los entresijos del Partido Republicano.

El equipo de Biden tratará de rechazar enérgicamente cualquier investigación contra el presidente e intentarán mostrarla como «una farsa partidista de los republicanos». La Casa Blanca comenzó a prepararse para un posible juicio político desde el primer día de la nueva mayoría de la Derecha en la Cámara de Representantes este año.

De hecho, su líder, el republicano por California, Kevin McCarthy, ha calificado el juicio político como un «paso natural hacia adelante». McCarthy es de los que piensan que existe «una cultura de corrupción establecida dentro de toda la familia Biden».

Sus compañeros de filas han manifestado que tienen pensado centrar su investigación en la presunta actividad criminal del hijo de Biden, Hunter Biden, como parte de su actividad empresarial en el extranjero. También desean profundizar en afirmaciones -a día de hoy aún sin probar- de que Joe Biden participó en sobornos, corrupción o abusó de su poder para ayudar a enriquecer a su hijo mientras era vicepresidente.

Los asesores de Biden han puesto la vista en el año 1998, cuando la Cámara de Representantes impulsó la destitución del entonces presidente Bill Clinton, como modelo para articular una defensa eficaz y «lograr que el Partido Republicano pague un precio político por ello».

La diferencia es que mientras Clinton disfrutaba entonces de su índice de aprobación más alto (73%) en diciembre de 1998, el porcentaje de apoyo a Biden es del 40% y de desaprobación, de un 54%. Sin embargo, los estrategas presidenciales creen que un impeachment serviría para auparlo en las encuestas. Así, Trump obtuvo el índice de aprobación más alto de su presidencia (47%) en febrero de 2020, mientras el Senado se preparaba para absolverlo.

El equipo que asesora a Biden cree que «la falta de pruebas contra el presidente» le posicionaría mejor a la hora de ganar la batalla del relato y, por tanto, de la opinión pública. En mejor situación, creen que Clinton, quien fue acusado después de que lo acusaran de mentir acerca de haber tenido relaciones sexuales con una becaria de la Casa Blanca.

Si los republicanos cumplen con sus amenazas de juicio político en las próximas semanas, la Casa Blanca prevé contraatacar dejando al presidente más centrado en las cuestiones económicas «y aislarlo del caso». Algo que, no obstante, será bastante difícil de acometer por la atención mediática constante del caso y las preguntas de los periodistas a las que tendrá que enfrentarse el presidente periódicamente.