De samuráis a políticos, así fueron los primeros años de la Era Meiji en Japón
El fin del shogunato Tokugawa se inicia la Restauración y el Emperador primer emperador Meiji decide trasladar su residencia de Kioto a Edo
Tal día como hoy hace 151 años en Japón se inicia la revolución con la llegada de la Era Meiji. El fin del shogunato Tokugawa se inicia la Restauración y el Emperador primer emperador Meiji decide trasladar su residencia de Kioto a Edo. A partir de este momento la nueva ciudad imperial se llamará Tokio, que significa «Capital del Este”. Japón se alza como un país que mira hacía una profunda transformación, del feudalismo se pasa al parlamentarismo a gran velocidad. Los samuráis dejan las armas a un lado y se transforman en los primeros parlamentarios.
La llegada de la Era Meiji en Japón: Los samuráis son los primeros parlamentarios
La imagen de samurái idealizada de las películas vive sus últimos momentos con el fin de la Era Tokugawa. El nuevo emperador Meiji no está dispuesto a seguir viviendo con unas estructuras feudales. En 1868 Japón empieza a cambiar a pasos agigantados y lo hace por la puerta grande, mirando hacia occidente, pero conservando esa filosofía de vida y tradición que dura hasta nuestros días.
Más allá de la ficción y el misticismo que rodea a los samuráis, la realidad los había relegado a la espina dorsal del aparato administrativo durante del país del sol naciente durante más de dos siglos. El shogunato Tokugawa había sido un periodo de paz, no había guerras en las que luchar, por lo tanto, pasaban a ser una figura simbólica más que una herramienta necesaria para mantener el control sobre el territorio. Japón seguiría manteniendo la condición de Imperio, pero se introducirían algunas novedades en las que los samuráis acabarán teniendo mucho que decir.
El país introdujo un sistema parlamentario basado en el modelo europeo. Ante esta nueva forma de gobernar Japón, los samuráis dejaron las armas y se transformaron en políticos o burócratas. Los antiguos dominios feudales en los que se destinaba un samurái para evitar cualquier conflicto pasaban a ser prefecturas que dependerían de un gobierno central. Esos funcionarios al servicio del emperador cambiaban de indumentaria. Los antiguos privilegios como el hecho de llevar la espada como símbolo de su estatus, quedaría abolido. Las armas desaparecerían de su vestimenta.
Muchos de estos samuráis consiguieron puestos destacados en la nueva administración, dependiendo de los servicios prestados al emperador recibieron títulos con denominaciones occidentales como marqués o conde. De esta manera se renovaba su condición o estatus que les diferenciaba del resto de ciudadanos, un estatus superior que no venía determinado por la espada sino por un título o documento legal que se habían ganado. No todos los samuráis decidieron optar por la política o la administración, algunos decidieron abrirse a los nuevos negocios que llegaban para instalarse en Japón.
Pocos fueron los que se resistieron durante algunos años a abandonar su vestimenta tradicional y su condición que había sido eliminada. De ser un noble samurái a un conde, político o empresario, su educación y código ético les facilitó la capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos, aunque interiormente seguían siendo guerreros. Un grupo de rebeldes intentó volver a la situación anterior, en 1877 en el suroeste del país estalló una revuelta en Satsuma. Takamori Saigô, un samurái que había apoyado activamente la Restauración, el cambio a la Era Meiji, estaba profundamente descontento con el rumbo del país, era el líder de esta revuelta. Según sus principios Japón estaba perdiendo su identidad, las tradiciones se borraban demasiado rápido y occidente no era el mejor espejo en el que mirarse.
La historia de esta revolución que duró 8 meses es la que inspiró la película de ‘El último samurái’. El final de esta revuelta tuvo lugar con la llegada de un ejército imperial que se había modernizado. Las espadas nada pudieron hacer contra las armas modernas. Saigô derrotado se suicidó mediante el ritual del seppuku. En el código de los samuráis el llamado bushido está presente este final, preferible antes de caer derrotado o en manos del enemigo. Durante este ritual el samurái se colocaba de rodillas y se abría el vientre de izquierda a derecha con una espada pequeña. No podía morir con las manos manchadas de sangre porque era una desondra, por lo que sostenía un trapo para limpiarse. Si sufría demasiado o tardaba en morir, otro guerrero podría ayudarle a morir cortándole la cabeza. Tenía acordada una señal que le indicaba que debía actuar con rapidez en el caso que el iniciador de este ritual lo necesitará.
La historia de Saigô pone fin a la grandeza de los samuráis en Japón. Su final supone la muerte del que se considera el último samurái, aquel que decidió no abandonar las armas y seguir con un estilo de vida que nada tenía que ver con el actual. El antiguo Japón desapareció con su último suspiro. Desde la nueva capital y camino de una de las mayores transformaciones que se han visto nunca, la Era Meiji era una realidad. Con Europa de modelo político e intentando no perder parte de su esencia, la tradición y la modernidad luchaban por coexistir.
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