Las anécdotas más sorprendentes de la vida cotidiana en la antigua Roma
Estas anécdotas nos ofrecen una ventana fascinante hacia la vida cotidiana en la antigua Roma, revelando una cultura rica y compleja
Lo usas a diario, pero nació en el imperio romano
7 curiosidades sobre la sociedad romana
Las leyes en la antigua Roma
Uno de los aspectos más llamativos del Imperio Romano, más allá de sus emperadores, es la vida cotidiana de los ciudadanos romanos. La antigua Roma era una ciudad cosmopolita en la que convivían griegos, sirios, galos, judíos, norafricanos, españoles y bretones. Al igual que en muchas otras sociedades, los ciudadanos romanos comenzaban su día temprano por la mañana para cumplir con sus labores, pero también tenían tiempo para relajarse y comer.
Con frecuencia la vida de los romanos era muy agitada, pero siempre había espacio para el entretenimiento, la relajación y los excesos.
¿Cómo era la vida en una ciudad romana?
Los ciudadanos romanos tenían muchas preocupaciones de las que ocuparse, conseguir el plato de comida diario, pagar el alquiler, tener trabajo y asegurarse de no enfermarse. Sin embargo, los que vivían en las ciudades tenían amplias opciones de ocio donde podían socializar con facilidad, ya fuese ir a un sinfín de tiendas y tabernas o pasar la noche en prostíbulos. Estas actividades se adaptaban a casi todos los bolsillos y formaban parte de la vida cotidiana.
No obstante, las calles de la antigua Roma representaban un gran peligro para todos los ciudadanos. Al ser sumamente estrechas, aumentaban el riesgo de ser interceptados por ladrones o vándalos y perder la vida. De hecho, la vida de los romanos era muy corta, pues solo un 7% de la población superaba los sesenta años. Además, muchos de los niños morían antes del año y la mitad de ellos antes de cumplir cinco.
La mayoría de los hombres y mujeres libres trabajaban en diversos oficios, como por ejemplo panaderos, pescadores o carpinteros. En ocasiones, las mujeres prestaban sus servicios de peluquería, costurera o partera a los más pudientes. El resto de las profesiones (profesores, doctores, cirujanos y arquitectos) y tareas solían desempeñarlas los esclavos, por lo que no había mucho trabajo disponible.
Las viviendas de los romanos: bloques de apartamentos y villas privadas
La mayoría de los ciudadanos Romanos, incluso los menos pobres, vivían en las insulae, edificios de apartamentos de cinco o siete pisos de altura que solían estar superpoblados y que, por diversas razones, estaban en riesgo de colapsar en cualquier momento. Los más ricos vivían en la planta baja, puesto que eran más amplios y bien decorados, en cambio, en las plantas superiores el hacinamiento aumentaba y las comodidades eran menores.
Por el contrario, la mayor parte de los habitantes adinerados vivían en domus. Eran villas privadas que se situaban en la colina Palatina, por lo que estaban cerca del palacio imperial. La mayoría de estas viviendas contaba con varios cuartos llamados cubiculum que servían como dormitorios, bibliotecas u oficinas, así como un cuarto de comedor o triclinium y uno para la cocina.
En la parte delantera de los domus, los propietarios tenían una oficina o espacio donde llevaban sus negocios y en la parte trasera, se encontraba el jardín familiar.
Celebraciones y entretenimiento: espectáculos y fiestas romanas
En los núcleos urbanos, las jornadas laborales no superaban las 6 horas diarias, por lo que tenían suficiente tiempo libre para disfrutar de actividades lúdicas gratuitas, como el teatro, los juegos y las carreras de carros. Los juegos de espectáculos y las carreras eran uno de los entretenimientos preferidos de los romanos, y se realizaban en los circos, los cuales eran de gran tamaño y podían albergar hasta 300.000 espectadores.
Los espectáculos teatrales también adquirieron una gran importancia en la antigua Roma, tanto es así que en el año 55 a.C. se construyó el Teatro de Pompeyo, el primer teatro de piedra utilizado únicamente para las representaciones teatrales.
Con todo ello, los espectáculos que más cautivaban a los romanos eran los combates de gladiadores. El Coliseo de Roma fue, por tanto, el palacio de los ciudadanos, una obra colosal para que los romanos de todos los estratos pudieran disfrutar de los combates más increíbles.
Los baños públicos
Después de un largo día de trabajo, los romanos acudían a los baños públicos dos o tres veces por semana para asearse y relajarse. Estos espacios se distribuían por toda la ciudad y constaban de una sala amplia con un banco corrido con agujeros, donde las personas podían hacer sus necesidades.
Los baños públicos a menudo incluían un gimnasio, un centro de salud, una piscina de nado y, en ocasiones, un burdel, por lo que se convirtieron en una afición para los romanos. De hecho, eran lugares muy bulliciosos donde se reunían una gran cantidad de personas para practicar ejercicios, comer, afeitarse, darse masajes e incluso practicar sexo casual.
Tras pasar una tarde de relajación en los baños, los romanos, tanto ricos como pobres, regresaban a su hogar para su cena.
El arte de la comida
La gastronomía romana era variada y sofisticada. Una de las anécdotas más curiosas es la existencia de un plato llamado «garum», una salsa hecha de pescado fermentado que era muy popular. Este condimento era tan apreciado que se importaba desde diferentes partes del Imperio. Además, en banquetes opulentos, los romanos se permitían el lujo de comer hasta saciarse, y luego inducían el vómito para poder seguir disfrutando de la comida. Un comportamiento que nos deja perplejos hoy en día.
La moda y el vestuario
La vestimenta en Roma también tenía sus peculiaridades. Las togas eran el símbolo de la ciudadanía, pero su uso era un arte en sí mismo. Los hombres debían aprender a drapear la toga correctamente, y era considerado un gran pecado andar con ella mal puesta. Las mujeres, por su parte, usaban estolas y pallas, y la moda incluso dictaba que el color de las prendas podía reflejar el estatus social, desde la toga blanca de los ciudadanos comunes hasta la toga púrpura de los emperadores.
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