Gastronomía

‘Fast food’ de calidad: buen producto, técnica y mucho criterio

Más bueno que comer con las manos. Hay referencias en el refranero español para todo, incluso para cuando metemos las zarpas en la masa. Pocas cosas tan placenteras hay en la vida que disfrutar comiendo con nuestros propios dedos. Y hay quien sigue creyendo que la gastronomía solo se cuece entre manteles blancos, platos minimalistas y nombres de recetas imposibles de descifrar, que componen menús con decenas de elaboraciones. Frente a esta ceremonia, el fast food, pero no cualquiera, el de calidad. Una cocina rápida, sabrosa y divertida de una nueva generación de restaurantes que reivindican el bocado callejero sin renunciar al producto ni a la técnica. El fast food de calidad o fast good tiene un hueco en la gran oferta gastronómica de nuestro país, demostrando que la buena cocina también puede servirse rápido y disfrutarse de pie, pero sin comer mal.

Bocadillos castizos con alma peruana

Apura, la propuesta más informal del cocinero peruano Mario Céspedes, pone el foco en la cocina callejera de su país natal desde una mirada contemporánea y de autor. Este local del madrileño barrio de Salamanca, con espíritu canalla, cuida hasta el último detalle, demostrando que se puede comer rápido sin renunciar a lo auténtico, lo saludable y lo delicioso. Durante este mes de mayo presenta en su carta dos alternativas, que acompaña con las bebidas de Schweppesnaranja y limón― para ese consumidor exigente y maduro que busca disfrutar de un bocado rápido sin renunciar a la calidad y al sabor: el bocadillo de chicharrón y su particular versión del tradicional bocadillo de calamares.

El primero de los dos sanguches es un emblema de la comida rápida limeña de los domingos por la mañana, con cerdo cocinado a fuego lento —de esos que se deshacen antes de llegar a la boca—, camote frito, salsa criolla de cebolla roja, lima, cilantro y hierbabuena, y una salsa de ají amarillo. Un bocado que se lleva de vicio con la profundidad cítrica de Schweppes Naranja, una bebida que no solo limpia el paladar entre bocado y bocado, sino que aporta un contrapunto ácido que ayuda a contrarrestar la grasa del cerdo. El otro sanguche, el de calamares, es una versión del chef peruano del clásico bocadillo madrileño. Una propuesta castiza, pero con alma peruana. Apura presenta este bocado con el calamar en tempura —más ligero y crujiente que el rebozado tradicional—, tomate rallado, un toque de zumo de lima y una suave y cremosa salsa de rocoto, todo ello en pan de masa madre. Una receta que conjuga milimétricamente con el primer refresco con gas de la historia, el Schweppes Limón, que prolonga el disfrute y potencia los matices cítricos del conjunto con su sabor y burbuja.

La hamburguesa, un objeto de culto

Hasta no hace mucho tiempo, una hamburguesa era sinónimo de comida rápida de batalla ―el comodín para la tarde de cine―, pero el concepto gourmet ha cambiado las normas y la fiebre de este bocadillo americano no deja de crecer. El foodie ahora busca un plato propio con entidad, con su buen pan, con la carne de calidad y una ejecución que respete el producto. En este panorama, Frankie Burger se ha convertido en referencia. Nacieron en Alcalá de Henares y han crecido en la capital con una idea clara: calidad, sencillez y pan brioche. En sus locales de Ponzano, Espronceda y Lagasca, la hamburguesa ha dejado de ser comida rápida para convertirse en objeto de culto.

Su estética rinde homenaje a las hamburgueserías de los años 20 y 40, pero aquí no hay grasa chorreante ni pan gomoso. Solo excelencia disfrazada de fast food. La estrella de su carta es la Frankie Cheese Bacon, un monumento carnívoro con carne jugosa de vaca, queso fundente y bacon que cruje al morder. Un manifiesto de que lo sencillo, cuando se hace bien, no necesita disfraz. No hay trampas ni excesos, solo una reverencia al bocado perfecto, sin más pretensión que la de dejarte con ganas de volver.

Kebabs, pero bien

El kebab ha entrado de lleno en esta tendencia del fast good después de años siendo el recurso para las horas posteriores a la fiesta y para los jóvenes sin blanca. La capital acoge dos locales que han llevado este bocado a otro nivel. Jekes Kebabs ha conseguido dignificarlo al elaborar sus recetas con carnes fileteadas a mano, verduras frescas, especias que huelen a viaje y un pan jugoso que aguanta el calor y se mantiene firme. Detrás de este proyecto hay un grupo de amigos que viajaron por Estambul y Berlín buscando respuestas y volvieron con una misión: hacer un kebab honesto. El lema que tienen para llevarlo a cabo es «Kebabs pero bien». Jekes no va de volumen, va de sabor. No es postureo, es una declaración de intenciones. Y los precios, por cierto, siguen siendo populares. Una revolución silenciosa con forma de rollo turco.