España
MEMORIA HISTÓRICA

La tesis del alcalde de Palma obligaría a renombrar las islas: el ‘Baleares’ fue un barco de Franco

El edil José Hila ha cambiado el nombre a doce calles de la ciudad "por tener nombres fascistas"

José Hila, el alcalde socialista de Palma, se ha metido en un terreno pantanoso. Atendiendo al filtro que aplicó ayer para cambiar la denominación de doce calles de la capital, habría que cambiar con urgencia el nombre del archipiélago completo, dando que el Baleares fue un barco franquista. De hecho, el pacto que forma el PSOE en el Ayuntamiento con soberanistas y podemitas lleva ya varios años tratando de derrumbar el monumento que recuerda a los marineros fallecidos en ese buque durante la Guerra Civil.

En el centro de uno de los pocos pulmones verdes que existen en Palma, el parque de Sa Faixina, se levanta orgulloso un monolito de 20 metros de altura con forma de faro, al objeto de que pueda ser divisado por los barcos que llegan al Real Club Náutico, del que sólo está separado por algunos centenares de metros. Es el homenaje que la ciudad rindió  a los 20 marineros mallorquines que fallecieron en la madrugada del 5 al 6 de marzo de 1938 en el cabo de Palos, cerca de Murcia, cuando dos de los doce torpedos lanzados por el destructor republicano Lepanto impactaron en el costado de babor del Baleares, que sólo unas horas antes había zarpado desde el puerto de Palma.

Crucero de guerra del tipo Washington

El barco Baleares, un crucero de guerra del tipo Washington, fue diseñado en los astilleros del Ferrol durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera y su botadura tuvo lugar el 20 de abril de 1932, pero no se hizo a la mar por primera vez hasta el 18 de diciembre de 1936 sin estar todavía terminado, ante la necesidad por parte de las tropas nacionales de Franco de responder de algún modo a la flota republicana, mucho más numerosa y mejor acondicionada. Equipado con un armamento de vanguardia, con 16 cañones y 12 tubos lanzatorpedos, y dotado de un motor capaz de mover todo su armazón con una sorprendente rapidez, a pesar de sus 10.000 toneladas de peso y 194 metros de eslora, en febrero de 1937 fue junto al Canarias y al Cervera, con quienes formó un convoy marino inseparable, coautor de una de las matanzas más infames de la Guerra Civil. Sus baterías masacraron a cerca de 5.000 civiles que abandonaban Málaga por la carretera de la costa sin ningún tipo de auxilio por parte de las tropas populares. La Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana acabaron la matanza desde el aire, dejando el asfalto plagado de cadáveres, la inmensa mayoría de ellos desarmados.

No existen episodios heroicos en la hoja de ruta del Baleares. Realmente el  cuaderno de bitácora del barco fue escaso porque entró esporádicamente en combate dado que Franco era consciente de la enorme superioridad republicana en el mar. Por eso pasó mucho tiempo en puerto esperando a que le asignaran una nueva misión. Su último servicio lo rindió como escolta de varios barcos mercantes italianos que debían regresar a la península desde Palma. A la puesta del sol del 5 de marzo de 1938, con el almirante gallego Manuel Vierna al mando de 1.200 tripulantes, acompañado de nuevo por el Canarias y el Cervera, el convoy abandonó la isla.

El primer encuentro con la flota republicana se produjo pasada la medianoche. El Baleares eludió los torpedos del destructor Sánchez Barcáztegui, pero acabó atrapado en una trampa mortal. Cerca del Cabo de Palos fueron rodeados por otros tres barcos del frente popular y uno de ellos, el Lepanto, hizo barrena. Dos torpedos impactaron contra la santabárbara del buque y la explosión fue tan violenta que mató en el acto al almirante Vierna y a todo el estado mayor que estaba congregado en el puente de mando. Gigantescas vías de agua penetraron por los boquetes abiertos por los torpedos y el destructor empezó a hundirse en las aguas murcianas. Existe controversia sobre el número de supervivientes que recogieron del mar pocas horas más tarde los barcos ingleses HMS Boreas y HMS Kempenfelt, pero parece que fueron 469 sobre una tripulación de 1.200. 731 perdieron la vida.

Final dramático

El trágico fin del Baleares conmocionó a la Mallorca de la época porque 20 de los marineros del barco eran indígenas. Flechas navales reclutadas entre las juventudes falangistas con edades comprendidas entre los 14 y 17 años. Niños que apenas sabían usar la brújula y que en su mayoría se habían hecho a la mar por primera y única vez en su vida. Nueve días después del hundimiento el diario Última Hora abrió una cuestación popular para levantar un monumento en su memoria.

La respuesta fue avasalladora y 20 propuestas fueron estudiadas por un jurado que el 28 de julio de 1939, casi cuatro meses después de que hubiera finalizado el conflicto bélico, se decantó por el proyecto llamado ‘Inmortalidad’, presentado por los arquitectos Francisco y Antonio Roca y el escultor José Ortells. Un escudo de España blasonaba la cara sur del monumento, donde podía leerse la leyenda: «Mallorca a los héroes del crucero Baleares. Gloria a la marina nacional. Viva España».  El propio dictador lo inauguró nueve años más tarde, en 1948, en un acto solemne. Franco convirtió el hundimiento del crucero en una leyenda. Varios monumentos similares se levantaron en diferentes lugares de España e incluso se filmó una película con claros tintes propagandísticos que acabó siendo retirada por su escasa calidad cinematográfica.

Memoria erosionada

El tiempo erosionó la memoria del monolito. Acabó la dictadura, llegó la transición y poco a poco fueron desapareciendo algunos de sus símbolos, como la estatua de un marinero de perfil sujetando el ancla que había en uno de sus extremos, que fue vandalizada en varias ocasiones hasta que el Ayuntamiento decidió retirarla y trasladarla a otra ubicación. Fue entonces cuando la izquierda fijó su mirada en el monumento con el objetivo de conseguir derribarlo, pero cometió un grave error. En 2010, con la Ley de Memoria Histórica ya vigente, el PSOE borró varios símbolos de la columna, como el águila falangista, e instaló una placa en la que se lee la siguiente frase: «Este monumento fue erigido en el año 1948 en recuerdo de las víctimas del hundimiento del barco Baleares durante la Guerra Civil. Hoy, es para la ciudad símbolo de la voluntad democrática de no olvidar nunca los horrores de las guerras y las dictaduras».

Esa placa, levantada por una alcaldesa socialista, Aina Calvo, es la que ha dado pie a la Sociedad Civil Balear a acudir a los tribunales para frenar la demolición que ya habían acordado los partidos de izquierda tras las elecciones de 2015. En 2020 el juzgado de lo contencioso-administrativo les frenó en seco con una sentencia en la que aseguraba que el monumento «ya se había adaptado a la ley histórica». Socialistas, podemitas y soberanistas siguen peleando en los tribunales por acabar con la memoria del Baleares, un barco fascista que llevaba el nombre del archipiélago. ¿Qué hará ahora el alcalde Hila? ¿Le cambiará la denominación a las islas?