Soraya tira de la alianza con Cebrián que permitió rescatar a Prisa con 3.132 millones de deuda
En 2012 Juan Luis Cebrián se convertía en presidente ejecutivo de Prisa. Yl grupo Prisa -con una deuda que había llegado a rondar los 5.000 millones de euros-, empezaba a encontrar de pronto la luz. Las noticias empezaban igualmente pronto a hablar de la atención prestada desde la Vicepresidencia del Gobierno -encabezada por Soraya Sáenz de Santamaría- a este reflotamiento.
Los inversores volvían a interesarse por el grupo de comunicación. El fondo Amber Capital iniciaba la compra y en 2014 comunicaba que acumulaba ya una participación del 3,018% en Prisa, figurando como accionista significativo. En julio de 2016, el grupo inglés Amber Capital seguía con hambre y pasaba a hacerse con el control de la mayor parte de las acciones del grupo PRISA.
La llegada del fondo y de otros inversores no era la única buena noticia que sucedía en el grupo. Y es que parte de los acreedores se convertían en accionistas de referencia de la compañía: Telefónica y los bancos (Santander, Caixabank y HSBC). Todos respaldaron al grupo. Y lo hicieron después de que en el periodo 2008-2012 la cotización de este grupo editorial se había desplomado desde los diez euros por acción a menos de medio euro por título.
Todo empezaba a cuadrarse a partir de 2012 para el grupo. Ese año era el momento clave. Prisa estaba al borde de la extinción con una deuda de 3.132,54 millones de euros a 31 de septiembre de 2012. Y parecía ser el momento que tanto tiempo había esperado la derecha política española para decir adiós a uno de sus grandes tormentos.
Lejos de dejar caer lo que ya caía, se hicieron gestiones para evitarlo, y el sello de la Vicepresidencia estaba en todos los movimientos
Pero, de pronto, o esa derecha se olvidó de su sueño, o su sueño tornó en pesadilla para quienes en la política seguían diciéndose de derechas. Porque lo cierto es que lejos de dejar caer lo que ya caía, se hizo lo contrario. Una serie de gestiones se cruzaron en el camino. Y, de nuevo, las noticias no tardaron en reflejar la presencia de la Vicepresidencia en esas gestiones.
Los mensajes no tardaron en llegar desde lo más alto. Y, de pronto, las gestiones entre Cebrián y Soraya Sáenz de Santamaría daban sus frutos. El clima cambiaba y los acreedores dejaban de poner peros para convertirse en inversores. Telefónica, Santander y La Caixa entraban en el accionariado del periódico. Todo un cambio de postura que daba aire al Grupo. Y a Cebrián.
La cosa aguantó un tiempo. No todo, porque los inversores, al final, son inversores. Y la debilidad política -la del PP en 2017- provoca análisis económicos que los tiempos de vacas gordas hay veces que camuflan. Los últimos tiempos en la empresa sita en la madrileña Gran Vía no hicieron sino intensificar la tensión. Los accionistas, incluso los más cercanos a Cebrián –por ejemplo, la familia Alcántara o los propios Polanco– decidieron que era el momento de aparcar a un lado a Cebrián, de nombrarle presidente honorífico de la compañía. Javier Monzón, ex presidente de Indra, ascendía.
Pero si algo había quedado claro por el camino es que la unión de dos protagonistas de nuestra última etapa política había dado sus frutos. Temporales, pero frutos. Hoy esos frutos vuelven a probar suerte.
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