Elecciones Generales 2019

Iván Redondo: el hombre que creyó en Pedro Sánchez cuando nadie creía en él

El fontanero jefe de La Moncloa es un estratega mal visto dentro del PSOE por su colaboración anterior con cargos del PP. Él es quién empujó a Sánchez a hacer la moción de censura y a convocar elecciones.

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Pedro Sánchez e Iván Redondo. (Foto. PSOE)
Joan Guirado

«No es del PSOE», me aseguran dos históricas socialistas cuando les pregunto por Iván Redondo, jefe de gabinete de la Presidencia del Gobierno. Y no ser del PSOE, según ellas, significa que «no conoce ni la historia ni las dinámicas de este partido». Pero este es seguramente el principal valor añadido de este estratega político, considerado uno de los mejores de España y América Latina.

Ese fue el motivo por el que el presidente Pedro Sánchez le reclutó cuando decidió volver a presentarse a la Secretaría General del PSOE con todo en  contra. Todo menos la militancia y un visionario Iván Redondo, que tenía claro qué tenía que hacer para llevarle de nuevo a la planta cuarta de Ferraz 70 y meses más tarde al Palacio de La Moncloa: como en esta campaña, priorizó la marca Pedro Sánchez a la marca PSOE.

Su no afiliación socialista y los servicios prestados anteriormente a políticos del PP han provocado una cierta desconfianza entre los dirigentes del PSOE hacia él. Pero pocos lo expresan en público. Saben que para Sánchez se trata de un colaborador muy importante. Cuando las cosas van mal, como con la gestión de los debates o la cuestión del relator, todos miran hacia Redondo aunque no sea el responsable de esas decisiones.

Hay quien le acusa de no saber gestionar o querer hacerlo a golpe de titular, y eso choca frontalmente con las formas de hacer política de la otra persona de confianza de Sánchez en La Moncloa, la vicepresidenta Carmen Calvo. La relación entre ambos no es buena. De hecho, en el núcleo duro de Sánchez Calvo y Adriana Lastra forman un bloque frente al de Redondo y José Luis Ábalos, que han recuperado una relación que se había deteriorado.

Cuando la Audiencia Nacional sentenció que el PP era responsable civil a título lucrativo de la Gürtel y que la declaración del ex presidente Mariano Rajoy no había sido convincente, Redondo tuvo claro que era el momento de dar el golpe decisivo. Mientras todos los líderes políticos reaccionaban a la noticia del día y con Sánchez en el estudio de la Cadena Ser pero sin hablar del tema, el fontanero jefe de Ferraz hacía números para convencer al líder del PSOE de que la respuesta tenía que ser una moción de censura. En ese momento nadie confiaba en que fuera a prosperar, únicamente él.

El entonces secretario general del PSOE, que no toma ninguna gran decisión sin consultársela antes a su jefe de gabinete, decidió hacerle caso y activar el mecanismo. Le pidió a la portavoz parlamentaria Margarita Robles que empezara a prepararla y a José Luis Ábalos, que nada más aterrizar en Copenhague cogió un avión de vuelta a Madrid, que hablara con el resto de grupos parlamentarios. A escondidas se citó con los portavoces en una habitación de un hotel de Madrid, a escasos 50 metros del Congreso. La primera mirada de complicidad y el primer abrazo de Sánchez tras ser investido presidente del Gobierno fue con él.

Meses más tarde, tras conseguir convencer al presidente de que la crisis del relator y el voto de los independentistas en contra de los Presupuestos Generales del Estado les servía para desmontar las acusaciones de la oposición de que había pactado con ellos, le empujó a convocar elecciones anticipadas para este 28 de abril. Los resultados de este domingo demuestran que la resistencia de Sánchez y la astucia de Redondo han permitido a los socialistas rentabilizar los 84 diputados con los que han gobernado en minoría hasta sumar los 123 que les han dado ahora las urnas.

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