El día más negro de Rajoy
La Fiscalía de Móstoles abre diligencias sobre el máster de Cifuentes
Una profesora dice que no evaluó a Cifuentes y que su firma fue falsificada
La Justicia alemana deja en libertad a Puigdemont y descarta el delito de rebelión
Era el día de los últimos preparativos para la convención del PP en Sevilla. El día de cerrar los flecos para la puesta de largo de los Populares. El día de las sonrisas inacabables y de terminar de contar a la prensa lo bien que iba a salir todo en el acto que debería cambiar la suerte e impulsar a los populares ante el nuevo rally electoral. Pero ese día, este pasado jueves, todo parecía torcerse para el PP. Porque tras unas primeras horas de miradas de reojo hacia el escándalo del máster de Cristina Cifuentes, llegaba el mediodía. Y con él, la publicación del testimonio de la presidenta del tribunal que debía evaluar el polémico trabajo de fin de máster de la presidenta madrileña. Que debía, pero que, según su testimonio, ni lo hizo, ni firmó, pese a que el acta aparecía firmada y con una nota de 7,5 que ella ni reconocía.
Y después llegó la tarde, y con ella la notificación de un tribunal alemán de que no aceptaba el envío de Puigdemont a España por el delito de rebelión, pese a que la Justicia española había emitido el auto de procesamiento sin duda alguna sobre la existencia de ese tipo delictivo.
Y ya nadie en el PP esperaba a la noche para mostrar su preocupación por la retahíla de golpes. Y para iniciar un cuento de la lechera, pero en versión marcha atrás. Porque “la decisión de la Justicia alemana agravaría los enfrentamientos en Cataluña”, según algunos diputados del PP. Porque “ese agravamiento hará más difícil levantar el 155”, según otros. Porque “con ese 155 los Presupuestos aún se alejan más”, a juicio de miembros destacados del partido. Porque “el feudo madrileño cuelga de un hilo y sin él el partido está perdido”, a juicio de otras fuentes. O porque, en definitiva, las encuestas conocidas estos últimos días que auguran una caída al PP, más o menos ciertas, parecían empezar a hacerse proféticas este pasado jueves.
El hilo informativo lo abría Alicia López de los Mozos, la teórica presidenta del tribunal que puntuó con un 7,5 a la presidenta regional Cristina Cifuentes. Y lo habría con una negación: la de que ella, pese a lo afirmado, no reconocía el acta del tribunal de trabajo de fin de máster (TFM) de Cifuentes. O lo que es lo mismo, que ni la firma que aparecía en esa evaluación era la suya, ni la nota podía serlo. Básicamente, porque no sabía ni de qué trabajo le hablaban.
Las caras de perplejidad eran una pura sucesión en el PP madrileño. Las caras de los mismos a los que sólo un día antes –con sus cargos a la vista de unas elecciones municipales en un año– se les había convocado para que mostrasen su apoyo cerrado y sin fisuras a Cifuentes.
«Es muy difícil apuntalar así a Cristina»
“Es muy difícil apuntalar así a Cristina”, apuntaba un destacado cargo del PP. “Esta crisis se nos va de las manos. No se puede gestionar a golpe de tuit un asunto así”, destacaba otro. Y todo ello, mientras los comentarios de unos y otros no dejaban de destacar que, al margen del máster, el PP madrileño se habrá de enfrentar ya, de por sí, al más duro de sus exámenes.
Y este sí será un examen real: el de superar la órbita creada en la opinión pública –en los votantes– de dos escándalos entrelazados que han empezado ya a incomodar a Cifuentes tras las declaraciones de Francisco Granados y las insinuaciones de Ignacio González: Púnica y Lezo.
“Madrid es nuestro soporte real en estos momentos. Si perdemos Madrid tenemos un problema muy serio”, reconocía un destacado líder territorial a OKDIARIO.
Y tras esas palabras, surgía el segundo foco de actualidad. El de la tarde. El que más auge ha provocado a Ciudadanos. El del golpe separatista en Cataluña. Y lo hacía para atizar otro golpe a la imagen a España. Porque un tribunal alemán rechazaba la entrega a la Justicia española de Puigdemont por el delito de rebelión y sólo aceptaba estudiar su envío por malversación –un delito con penas claramente inferiores–.
Ante eso poco podía hacer Mariano Rajoy. Ni se trata de una decisión española, ni de una decisión política. Pero, en el sustrato de varios miembros del PP destinados al protagonismo en esta convención sevillana de los Populares, no se ocultaba que ya, “todo lo malo que ocurra en Cataluña será descontado por los votantes como un fracaso en la gestión frente al separatismo”.
Así era el día. Un día negro para Rajoy. Un día que debía alumbrar el inicio del fin de las malas encuestas y de los malos augurios. Y que, sin embargo, minuto a minuto, parecía ser más la obra de un gafe, que el anuncio de nada esperanzador.
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