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La agonía del régimen: el rostro de Sánchez refleja su deterioro político

A sus 53 años, el presidente del Gobierno sufre en su físico la corrupción familiar y política que le acorrala

Cada comparecencia de Pedro Sánchez en los últimos meses cuenta con un elemento común que se repite cada vez que el presidente del Gobierno, acorralado por la corrupción de su entorno familiar y político, se persona en un acto. A sus 53 años, siete después de la moción de censura que le permitió instalarse en la jefatura del Ejecutivo, el rostro sumamente desgastado de Sánchez refleja su deterioro político, en agonía constante y con múltiples aristas que le señalan por su relación con imputados.

Fue en verano, en sus tardías visitas a los incendios que asolaron diversos territorios de la Península Ibérica, cuando el presidente del Gobierno hizo saltar definitivamente las alarmas debido a su extrema delgadez. Ya había llamado la atención previamente, en la mediática rueda de prensa tras conocerse la implicación en la trama corrupta de su entonces secretario de Organización en el PSOE, Santos Cerdán, con un rostro marcado, repleto de arrugas y pelo cano. Nada que ver con el apuesto Sánchez de 2018.

Todo ello resaltó un ineludible deterioro que no cesa, ni en términos políticos ni en el plano físico. A Sánchez se le ve si cabe más delgado, cada vez que comparece, y ciertos planos sacan a la luz un desperfecto físico que no hace sino reflejar las numerosas grietas políticas de un presidente empeñado en gobernar a toda costa, cueste lo que cueste.

En un día en el que se ha conocido –en cuestión que minutos– la exigencia de la Audiencia Nacional de conocer todos los pagos en metálico de la etapa de Sánchez en el PSOE, la citación de dos cargos socialistas, Antonio Hernando y Santos Cerdán, por las cloacas, y el desmentido de su otrora mano derecha, José Luis Ábalos, al respecto de la reunión con Otegi en el caserío de País Vasco en 2018, Sánchez vuelve a destacar por unos rasgos físicos que muchos relacionan con la agonía de un Gobierno que se sostiene por empeño del presidente, encerrado en su despotismo hasta el punto de sacrificar su físico en el intento de mantenerse, al menos hasta 2027, al frente del segundo poder.

En agosto, tras la crisis de los incendios –y la del apagón y la de la DANA– que señaló al Gobierno, un experto en reputación de líderes y comunicación, Ricardo Gómez Díez, analizó en OKDIARIO el aspecto físico de Pedro Sánchez y lo definió como «situación límite», en relación con los escándalos que le encierran sin remedio. Pasados tres meses, la situación política y personal del líder socialista no ha recibido brotes verdes, sino todo lo contrario.

La condena de su fiscal general y el avance en los procesos de investigación a su mujer y a su hermano permanecen en segundo plano para Sánchez, a horas de que José Luis Ábalos se enfrente a la posibilidad de entrar en prisión, junto a su asesor, Koldo García, con el que el actual presidente del Gobierno dijo tener una «relación anecdótica» a pesar de las numerosas fotos y actos que les relacionan.

Alberto Núñez Feijóo, principal rival político de Pedro, le ha señalado en el Congreso de los Diputados como «el único de la cuadrilla en libertad», en caso de que Ábalos y Koldo se sumen a un Cerdán, provisionalmente en libertad, como protagonistas de la trama del PSOE que pisan la cárcel. Sánchez se mantiene libre y, por el momento, al frente del Gobierno, pero su rostro refleja de manera inequívoca la agonía de un régimen resquebrajado entre promesas incumplidas, afines corrompidos e intereses personales que le retratan.