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¡Un voto más cerca de la libertad!

«Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo». Voltaire.

El instinto servil de la clase política es sin duda un bien escaso, en el que el cinismo ideológico se ha colocado en nuestra sociedad como un mal endémico, como una especie de orientación hipócrita que ha convertido a la mayor parte de los políticos en vendedores de humo a merced de un solo propósito: ¡el poder!

Y esta es la estampa que nos encontramos en España en año electoral, en el que las promesas y los regalos ya no son sorpresa para nadie, son sobornos y pucherazos que sin duda alguna suponen actos de absoluta vergüenza ajena. Por este motivo, considero que el voto se ha convertido en un arma de doble filo y el partidismo político es sin duda uno de los grandes defectos de la democracia. Los partidos son agrupaciones que buscan imponer su ideología mediante afiliación y convencimiento. Cuando en realidad, las elecciones deberían ser excluyentes de todo servilismo, y justas a la hora de valorar proyectos y realidades. Ya apenas puedo levantar la mirada y reconocer lo justo, que debiera ser menester de justicia.

Es más, los votantes deberíamos tener mecanismos más allá de las fuerzas parlamentarias para poder echar del poder a quién corresponda, si el partido gobernante se aleja un ápice de su programa electoral, o incurre en un mínimo desfalco público. Así como en las grandes compañías nos obligan a tener mecanismos de control, no estaría de más que alguien regulara el comportamiento de los que regulan, ¿no? Ah, perdón, esas son las competencias del poder judicial, ese que debe imperiosamente ser independiente del poder legislativo. Pero, ¡no caerá esa breva! Dicho todo lo cual, no será la primera vez que suceda que a quien le corresponda regular, lo que hará es legislar en beneficio propio. Tal vez por este motivo detesto el desenlace del poder que ha constituido la sobrevalorada democracia.

Pero, más injusto es si cabe que en pro de la globalización personas sentadas a miles de kilómetros de distancia regulan y deciden el futuro de nuestras familias, sin que nadie les haya votado. Por supuesto, estoy hablando de la Unión Europea o de nuestros queridos bancos centrales, entre otros. No puedo afirmar que hoy seré partícipe de este tipo de democracia, puesto que si bien hoy es un día en el que podemos hacer uso de nuestro derecho, está claro que entre todos debemos reflexionar si esto es verdaderamente lo que queremos y sin duda está en nuestras manos cambiarlo.

Siempre me he defendido como anarquista del capital privado, poniendo en el centro de mis creencias la libertad y la voluntad del ser humano a través del incentivo para poder mejorar a través del proceso de creatividad empresarial. El incentivo es sin duda el hecho que nos incita a mejorar y que nos llena de vida. El incentivo nos mueve y nos llena de energía, y si no somos libres para poder decidir por nosotros mismos, ¿qué nos queda? ¿Convertirnos en borregos del poder? A mí ya me conocen para bien o para mal, prefiero morir de pie.

Como decía Huerta de Soto, el proceso de desmantelamiento del poder hacia una sociedad marcadamente anarcocapitalista debe producirse a través de una revolución pacífica, algo que supuestamente es imposible ante la capacidad coercitiva del Estado. Pero sí considero que una revolución ideológica podría imponerse mediante el desmantelamiento gradual y progresivo del Estado, reduciendo su peso en nuestra sociedad, dejando lo utópico: una sociedad libre y privada que camine hacia un proyecto político con cada vez menos autoridad y más orientado a lo que se le presupone: servir al pueblo y gestionar el presupuesto público. En este sentido, las elecciones deberían ser una oportunidad para contrastar programas políticos y así poder definir un voto más allá del partidismo.

Lamentablemente, lo que hemos visto estos últimos meses es un sinfín de escándalos que suelen salir sospechosamente a la luz en época electoral, como las fiestas del Tito Berni o una batería de promesas incumplidas que vuelven a ser nuevamente mensaje electoral, como por ejemplo la vivienda. ¡Pan y circo!

Como comentaba la semana pasada en el debate de La Sexta, en La Sexta ‘Xplica’, el problema de la vivienda es un problema de falta de oferta, y esta Ley supone una nueva oportunidad perdida. ¿Acaso solucionaremos la falta de oferta limitando el precio de alquiler y dando menos garantías en la ocupación? Está claro que si retiramos el incentivo, ¡no existe inversión! Pero claro, innovar exige pensar y los políticos al parecer no son muy propensos a la reflexión constructiva.

Un ejemplo: España tiene una de las mejores redes de ferrocarril de alta velocidad que le permite el acceso a las principales capitales de España con tiempo medio de 2.30h. Si el precio de la vivienda en capitales como Barcelona o Madrid es inaccesible por culpa de la falta de oferta, ¿no sería una opción subvencionar los precios del AVE para gente que vaya a su trabajo diario? Rutas de media distancia como Terrassa en Barcelona o Boadilla del Monte en Madrid, suelen tener entre 45 y 60 minutos de trayecto, aproximadamente el mismo tiempo en que el AVE puede llegar de Lleida a Barcelona, o de Zaragoza a Madrid. ¿Acaso esta medida no podría ser más efectiva en el corto plazo que inventarse la falacia de la SAREB? Una buena gestión debe focalizarse en reformas estructurales y medidas coyunturales, no en mentir y en salir del paso. Estoy literalmente harta de los cantos de sirena.

De la misma manera que en la envidiada democracia americana, hemos sido asistentes en primera página de un nuevo episodio del circo del Fiscal Cliff que les exponía la semana pasada en ésta, mi tribuna de opinión semanal.
Finalmente, por 79 vez desde 1960, Biden y McCarthy han llegado a un acuerdo ‘in extremis’ a falta de cuatro días para que la tesorería de los Estados Unidos se quede seca. ¿Qué sentido tiene encorsetarse a una Ley que no sirve para nada? Ay ay ay, como nos gusta un postureo político, ¿verdad? Lamentable ejemplo de esperpento político que aleja la buena política del pueblo y acerca el populismo. Un populismo al que España nos tiene mal acostumbrados construyendo con base en mensajes populistas e irresponsables de algunos que quieren de manera hipócrita el poder, al precio que sea. Si hace falta señalar a empresarios con nombre y apellido, se señala y punto. Si es necesario culpar a los márgenes de las empresas como causantes de la inflación, pues se les culpa.

Y si hay que presumir de empleo, siendo el peor país de la Unión Europea en datos de paro, pues se presume. ¡Como aquí nadie contrasta nada, pues avanti señores! A ver quién la suelta más gorda. Pero que les quede algo transparentemente claro: cuando impere la libertad puede que yo no esté de acuerdo con lo que algunos dicen, pero me pelearía para que estos pudieran decirlo, no lo duden. Esperemos que las elecciones juzguen desde la libertad a nuestra democracia, como un elemento de juicio para con un actual gobierno que desde su composición se ha forjado de hipocresía, fanatismo y mentiras. Yo por lo pronto seguiré considerando que la mejor venganza es no parecerte a tu enemigo. ¡Disfruten lo votado!

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.