Economía
VIVIANA SOLER Y SU HERMANO DEJARON SU PAÍS PARA CONSTRUIR SU FUTURO

El éxodo de Venezuela a Colombia: «En nuestro país hacíamos colas de 36 horas para comprar dos kilos de arroz»

Viviana Soler y su hermano -por parte de madre- Jonathan Sánchez nacieron y vivieron durante más de dos décadas en Venezuela. La crisis económica, política y humanitaria que vive su país les obligó a hacer las maletas para emprender el viaje a Bogotá, un destino donde poder perseguir sus sueños. «Nos tocó pasar muchas necesidades, hacer colas kilométricas de hasta 36 horas para comprar dos kilos de arroz a precio regulado».

En su equipaje, además de la ropa justa, los papeles, su guitarra y 2.000 pesos colombianos, metieron todos los recuerdos de su infancia, de su casa y de un país que ya forma parte del pasado y que tal y como cuentan a OKDIARIO, se ha hecho trizas poco a poco hasta desvanecerse.

“Estábamos en una situación difícil en nuestros hogares y por la desesperación dijimos ‘o nos vamos ahora o no nos vamos nunca. La palabra crisis no alcanza para describir la situación que sufre el venezolano de a pie”, explica Viviana. El viaje era la única vía de escape para volver a construir su vida y no poner el freno a todo lo que tenían planeado para el futuro.

Al cabecilla del plan, su hermano Jonathan, le costó sudor y sangre convencer a su hermana para partir. Detrás de esta aventura se esconden seis meses de planificación y ahorro para comprar los billetes. “Investigamos cuál era el salario mínimo en Colombia, cuánto costaba un alquiler en la ciudad… Tratamos de reunir dinero en ese periodo de tiempo para cubrir nuestros pasajes y por supuesto pagar un hospedaje mientras encontrábamos un trabajo, pero no fue posible debido a que el dinero se devaluaba cada día o simplemente se iba en gastos diarios, sobre todo en comida”, apunta Soler.

De Cúcuta a Bogotá… cantando

De Venezuela partieron con la ‘casa a cuestas’ y con mucho miedo porque únicamente tenían el dinero de los billetes para llegar a su primera parada: Cúcuta, en la frontera. Una amiga de Barinas -la ciudad venezolana en la que vivían- les guardó las maletas. Gastaron su dinero en contactar con ella, pero Viviana asegura que a pesar de que llegaran con el bolsillo vacío, no les faltó ni un día la comida.

No dejaron pasar un segundo para conseguir dinero para sobrevivir y llegar a su destino: Bogotá. “Le explicamos que íbamos a trabajar en el transporte urbano de Cúcuta ¿Cómo? Con mi guitarra y voz. Ella se echó a reír”. En tres días consiguieron el dinero para comprar dos billetes a la capital, donde les recibiría un conocido. Su historia se truncó cuando éste desapareció. Llegaron el 5 de noviembre de 2016 “sin un peso de nuevo”.

Ningún obstáculo era lo suficientemente grande como para que dejasen de luchar, ni siquiera el verse en la calle. “Empezamos a trabajar cantando en el transmilenio, el transporte principal de Bogotá, ya que teníamos muchos gastos diarios como: comida, servicio de baño, transporte y pagar el resguardo diario de nuestras maletas. Se nos hizo difícil ahorrar para un hotel, así que estuvimos durmiendo en el terminal de Salitre dos semanas”.

‘Vuelta a casa’, en Bogotá

Después de dos semanas durmiendo en la terminal y de pasar una noche en un hotel de mala muerte, una señora escuchó su historia. La suerte personificada les brindó la oportunidad de conocer a “unos hermanos venezolanos que nos tendieron la mano y nos dieron alojamiento en su apartamento. Lloré de felicidad cuando me lo contó mi hermano”.

Allí estuvieron dos meses viviendo con seis personas más, mientras la voz de Viviana ponía la banda sonora a los autobuses de Bogotá y su hermano vendía golosinas y bolígrafos. Su historia volvió a truncarse: “el chico que tenía alquilado el apartamento no tenía dinero para pagarlo, así que nosotros le adelantamos los dos meses de nuestra estancia. Dos días después llegué al apartamento sola y me di cuenta de que no había luz. Pensé que la habían cortado, pero estaba vacío, se habían llevado hasta las bombillas y algunas de nuestras cosas. Nos habían robado. Se fueron sin pagar y nos tocó a nosotros hacernos cargo”. Tocaba empezar de cero de nuevo.

No podían encontrar un trabajo ‘normal’ porque exigen el visado de trabajo. “Nos tocó seguir trabajando en el transmilenio, vendiendo cuando me enfermaba de la garganta y cantando el resto de días”, cuenta Viviana. Ocho meses después de comenzar y volver a comenzar, ha conseguido trabajo como camarera en un restaurante, lo que les ha permitido tener un apartamento de dos habitaciones y enviar dinero a sus familias.

La banda sonora de los autobuses de Bogotá

Pero, Viviana no deja de cantar. “Canto para conseguir un dinero extra porque el dinero de la visa de trabajo para los extranjeros es algo costosa”.

La música le ha acompañado en su viaje, pero es la protagonista de su vida. “Le he sido fiel a la música desde siempre y nunca me falló y hasta aquí me trajo. Empecé a tocar guitarra y componer desde los 15 años, hasta ahora lo sigo haciendo y espero poder sacar mi primer disco debut como solista este año”.

Ella pone la banda sonora al transmilenio de Bogotá, algo que le ha brindado muchas oportunidades, desde una entrevista para la CNN hasta grabar su primer disco. “He imaginado esto desde que tengo 7 años y ahora está cerca de cumplirse y todo por esfuerzo propio lo cual aun no lo puedo creer. Mis metas las veía imposibles de cumplir en Venezuela. Yo quería comenzar mi proyecto musical y ser una artista profesional, pero la falta de dinero no me lo permitía y el país no estaba pendiente de esas cosas porque la crisis económica y la escasez de alimentos nos ha golpeado a todos”.

“En Venezuela solo podíamos aspirar a comer tres veces al día”

Como Viviana y Jonathan, millones de venezolanos han desembarcado en el país vecino. “Le hemos tendido la mano a varios hermanos venezolanos que también se encontraban en la misma situación de no tener trabajo ni donde dormir”.

Y es que la situación en Venezuela es insostenible: “Nos tocó ser víctimas de la delincuencia numerosas veces, ser apuntados con un arma de fuego para quitarnos nuestras pertenencias, como el móvil. Más de una persona que conocíamos ha perdido la vida por tratar de resguardar sus pertenencias, están muertos por tratar de robarles el celular, es algo que pasa todos los día”.

“Nos tocó pasar muchas necesidades, hacer colas kilométricas de hasta 36 horas para comprar dos kilos de arroz a precio regulado. Además, tenían que durarte una semana o si no, tenías que comprarlas a sobreprecio: al 3000% del precio estipulado, algo que acaba con la liquidez monetaria de los asalariados…”, asegura.

Viviana cree que su país es víctima de una “dictadura que se está consolidando”. Pero, no cuenta su historia para dar pena, sino para provocar el efecto contrario. “ Queremos ser un ejemplo de lucha y de perseverancia porque no importa cuántos obstáculos se nos presenten en el camino, lo importante es prepararnos y vencerlos nunca rendirnos. Fe y fuerza”.