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Economía
Oro

Ni monedas raras ni billetes antiguos: el objeto que todos tenemos en casa y tiene oro de 22 kilates

Si pensabas que las monedas antiguas o los billetes con alguna particularidad, eran los únicos tesoros escondidos que puedes tener en casa, tal vez te sorprenda saber que el verdadero oro, el de 22 quilates, está mucho más cerca de lo que imaginas. No hace falta buscar en un mercadillo ni rebuscar entre reliquias familiares. El oro está, literalmente, en casa. En el cajón donde guardas aquel viejo móvil, el portátil que ya no enciende o esa torre de ordenador que lleva años criando polvo.

Un grupo de científicos suizos ha demostrado que en esos aparatos olvidados se esconde una auténtica mina. Pero lo realmente interesante no es sólo que hayan logrado recuperar oro de ellos, sino cómo lo han hecho. Han usado algo tan simple y natural como un subproducto del queso, el suero de leche. Sí, suena raro, pero es real. Ese líquido que la industria alimentaria suele desechar se ha convertido en la clave de un método limpio, ecológico y rentable para obtener oro puro de nuestros residuos electrónicos. El hallazgo lo ha realizado un equipo de la ETH de Zúrich y ha sido publicado en la revista Advanced Materials. Más allá del dato científico, lo que encierra es una revolución: recuperar metales preciosos de la basura tecnológica sin contaminar y con resultados sorprendentes. Es una de esas historias que parecen ciencia ficción, pero no lo son.

El objeto que todos tenemos en casa y tiene oro de 22 kilates

Suena casi a magia, pero no lo es. Los científicos suizos dieron con la clave para convertir algo tan simple como el suero del queso en una herramienta capaz de atrapar oro. Lo que hicieron fue calentar y acidificar las proteínas del suero hasta que se transformaron en unas fibras diminutas, algo así como una red microscópica. Al secarse, esa red se vuelve una esponja con una textura porosa.

Después llega la parte más sorprendente. Esa esponja se mete en una solución donde previamente han disuelto las partes metálicas de las placas base de ordenadores viejos. En esa mezcla hay de todo: cobre, níquel, plata… y oro. Pero lo curioso es que los iones de oro son los que más se quedan pegados a las fibras, como si las reconocieran. Los demás metales también se adhieren, pero con mucha menos fuerza. Al final, lo que queda es casi oro puro.

Luego, simplemente calientan esa esponja y los iones se reducen hasta formar láminas metálicas que se funden. De ahí sale una pepita real, tangible: 450 miligramos de oro con una pureza del 91 %. En otras palabras, oro de 22 quilates. Todo eso, a partir de apenas 20 placas base. Puede parecer una cantidad pequeña, pero el hecho de sacarla de algo destinado a la basura ya lo hace enorme.

Un hallazgo que podría dar la vuelta al reciclaje electrónico

Lo más impresionante no es solo la técnica, sino el resultado económico. El profesor Raffaele Mezzenga, que lidera el proyecto, calcula que por cada dólar que cuesta el proceso, se pueden recuperar unos cincuenta. Así que, además de ecológico, es rentable.

Hoy el oro sigue siendo uno de los materiales más buscados y escasos. Está en casi todos los dispositivos electrónicos, aunque en cantidades mínimas. Y, sin embargo, cada año tiramos toneladas de aparatos sin aprovechar ese valor. Hasta ahora, los métodos para extraerlo eran costosos y, sobre todo, contaminantes. Con este sistema cambia todo: se aprovechan residuos tecnológicos y alimentarios para obtener metales preciosos sin dañar el planeta.

Los investigadores suizos ya piensan más allá. Quieren aplicar el mismo principio en otras áreas, como la fabricación de microchips o el chapado en oro industrial. Si logran llevarlo a gran escala, no solo estaríamos hablando de reciclaje, sino de una nueva manera de entender la economía circular: convertir lo que tiramos en algo que vuelve a tener valor.

Cada teléfono, ordenador o tablet contiene pequeñas fracciones de metales valiosos. Según estimaciones internacionales, una tonelada de residuos electrónicos puede albergar más oro que una tonelada de mineral extraído de una mina tradicional. Así que, más allá de la curiosidad, el descubrimiento abre un camino realista para aprovechar esos recursos que ya tenemos, sin seguir agotando el planeta.

Puede que aún falte tiempo para que este proceso llegue a las plantas de reciclaje de manera masiva, pero el mensaje es claro: lo que hoy tiramos podría valer más de lo que imaginamos. Esa torre de ordenador vieja, el móvil que ya no carga o el portátil que no funciona esconden en su interior diminutos fragmentos de oro de altísima pureza.

Si en el pasado los alquimistas soñaban con convertir cualquier cosa en oro, hoy la ciencia ha demostrado que, en cierto modo, ya lo hemos conseguido y además, usando nuestros propios residuos. Así que la próxima vez que te tiente tirar ese viejo aparato, recuerda que quizá estés dejando escapar, literalmente, un poco de oro.