Análisis

La libertad: ¡un fenómeno barrial!

Ministerio de Mujeres, libertad
Javier Milei, presidente de Argentina. (Foto: EP)

«Una empresa que contamina el río, ¿dónde está el daño?», Javier Milei.

La libertad se está abriendo camino a pasos agigantados como si de un tsunami de frescura brutal se tratara, y yo no puedo estar más orgullosa de ver crecer mi sueño ideológico de la mano de las ideas mater de mis admirados von Mises, Murray Rothbard y Don Jesús Huerta de Soto. Tsunami que en ámbitos políticos está plagando de esperanza al mundo desarrollado, un mundo dominado por las políticas sociales que han propuesto el estado de bienestar como pretexto y excusa para defender el gasto público utilizando la quiebra financiera de 2008 para demonizar a mi querido Mr. Market.

Mi compatriota Javier Milei, con ese discurso tan piola y desafiante, ha declarado la necesaria batalla cultural en el contexto de Argentina, una nación culta y desarrollada, rica en recursos naturales, y tan pasional como desgraciadamente hundida en la miseria tras 40 años de políticas peronistas. En este contexto de inflación y pobreza, es lógico que la radicalización de los discursos se haya impuesto con la personalidad arrolladora del Javo. Créame, para mí como Argentina afincada en esta bella nación que es España, obligada a emigrar por culpa de una decadencia económico-social y defensora hasta la médula de la escuela austríaca de economía, esto es algo que me ilusiona y me llena de ganas, ¡qué importantes son las ganas! ¿No? Y no es baladí, pues la única manera posible que tenía Argentina de renacer era mediante la aparición de un líder inspirador que fuera capaz de despertar leones y de hacer creer a la sociedad Argentina que una nueva era es posible.

He aquí el brutal contexto que abraza la aparición de la figura de Milei, una sociedad desesperada que implora auxilio desde lo más oscuro, desde la desolación. Él, oculto tras esa fachada de tipo ‘canchero’ y trasgresor, esconde una concepción tan pura de las teorías económicas que es difícil de ubicar, tratando diariamente de hacerle comprender a la sociedad con hechos que los defectos del Estado solamente se pueden corregir con más libertad y menos poder. Y es que la motosierra de Milei no consiste tanto en recortar las pensiones de nadie, como sí en recortar los privilegios de unos pocos cara rotas que destruyeron mi país.

Creo que aquí, estaremos todos de acuerdo, al menos una mitad de los votantes lo estuvieron en el caso Bárcenas y la otra mitad, seguro que lo está en la actualidad con los presuntos casos de corrupción que azotan al gobierno de Pedro Sánchez. Dejando ideologías a un lado, todos deberíamos sentenciar la corrupción y el abuso de autoridad, lo contrario es no tener ética ni moral. Eso es precisamente lo que defendemos los libertarios, así como tener un Estado que tenga la capacidad de facilitar un entorno adecuado para que podamos estar incentivados para crear riqueza mediante la acumulación de la propiedad privada. De cualquier otra manera, la economía fracasa. Y es que el bienestar a largo plazo se alcanza mejor combatiendo la pobreza que erradicando la riqueza. La pobreza es el resultado inevitable de negar la propiedad privada y por ende, los incentivos a su acumulación.

El progreso es difícil de alcanzar y fácil de perder, no lo olviden. Ustedes verán de qué lado quieren estar en este siglo XXI. Yo creo que nuestros niños se merecen un futuro más esperanzador, y por ende, justo. Un futuro en el que no derramen ni una lágrima como yo de niña hice al ver caer ante mis ojos todo lo que mi familia había construido honradamente con tan solo 8 años de edad. Los niños deben tener infancia, y cualquier circunstancia que se la quite debe ser intervenida y solventada. Y esto señores, no admite opinión al respecto.

Y, ¿saben qué? Amé la libertad en el momento que me la robaron, no la encerré en mi corazón e incubé resentimiento por ello. Desde ese instante en el que vi caer todo a mi alrededor, la persigo, la valoro y la difundo.
Pero aquellos que perseguimos dicha libertad somos sin duda una amenaza clara para el estatismo que se agarra con uñas y dientes al asfalto para mantener su posición ante el renacer de una derecha conservadora que detestan, pero que no temen tanto como a esta irrupción de las ideas libertarias. Y es que por mucho que les pese, los libertarios no somos ni de izquierdas, ni de derechas, ni de esa extrema derecha que tanto nos achacan.

Es simple, no somos estatistas y claramente nos alejamos del conservadurismo rancio y radical tras comprender que la mejor regulación que existe es la del mercado. Y este es el fenómeno que muchos no comprenden por ignorancia o por adoctrinamiento. Llegar a interiorizar que no necesitamos a papá Estado para vivir solo es realmente posible para aquellos que hemos vivido en la decadencia más macabra del socialismo estatista, es decir, en mi querida Argentina, esa que muchos quieren volver a ver caer. Pero ya les adelanto, pierden ustedes el tiempo.

Una empresa que contamina el río, ¿dónde está el daño? Decía Javier Milei en el Congreso Económico Argentino de 2023. Lógicamente, entiendo que el aparato propagandístico del Estado se centre en no ir más allá del titular, que por supuesto entiendo que llama la atención. Clickbait populista, lo admito. Pero la idea de Milei no es tan simple como lo que se intuye a priori. Y es que pensar que un libertario defiende que se puede contaminar el río a cambio de dinero, es absurdo. Al contrario, nuestra propuesta está basada en el mercado y su autorregulación. En este caso, precisamente por el hecho de no existir incentivos en el agua, al no tener propietario cabe la posibilidad de contaminarla, ¿saben por qué? Porque como hacen equilibrio parcial, no ven el problema del equilibrio general, que es que el agua no es propiedad de nadie y es ‘gratis’.

En una sociedad donde sucede esto, ¿quién va a reclamar el derecho de propiedad de ese río? Nadie, porque no hay incentivo. ¿Qué creen que va a pasar si el agua empieza a escasear? Deja de valer cero, y entonces nace un mercado espontáneo que crea un derecho de propiedad privada sobre ese río que va a terminar con la contaminación a través de negociar la calidad del agua que la hallarán a través de invertir e innovar. ¡Todo mercado, nada de Estado! ¿Le sorprende la tesis? Pues cambie el agua por aceite de ballena y petróleo y recuerde las memorias de Moby Dick. Así se crearon los derechos de propiedad sobre el petróleo, que logró terminar con la atroz legalidad normativa de matar cachalotes a cambio de iluminar las ciudades con sus aceites, ¡bárbaros! No fue ningún Estado precisamente el que terminó con tal atrocidad, fue el mercado el que permitió terminar con el exterminio de tan bello animal.

Esta es la batalla cultural que queremos librar, la de explicarle a la gente de a pie las teorías de Rothbard, Hayek y von Mises, la de plantearnos si este es el modelo que queremos, un modelo basado en el gasto, la regulación, la privación de libertades y la asfixia fiscal. Un modelo que nos dice qué tenemos que hacer constantemente, o un modelo basado en el incentivo en el que podamos decidir libremente qué queremos hacer con nuestras vidas y en el que dejemos que las fuerzas del mercado y la competencia sean los motores esenciales para preservar la libertad, la propiedad privada y la democracia siempre dentro de la Ley.

Si nosotros planteamos un modelo basado en el incentivo, encontraremos un modelo que sea capaz de combatir la brecha salarial. Y tal es el éxito de la batalla ideológica que incluso las ideas de la propiedad están arrastrando a la derecha más conservadora hacia las ideas de la libertad, modernizando la idea del sentido común y marcando incluso la agenda política de un Donald Trump que también se está sumando a la moda de autoproclamarse libertario, algo que desde luego a mí me suena fenomenal, aunque sea uno de los yankees más intervencionistas…

Queremos dirigir y dirigiremos nuestra sociedad hacia un modelo que defienda la propiedad privada y nuestra libertad por encima del poder, la corrupción y esa maraña regulatoria a la que nos someten a diario. Al fin y al cabo, ¿quién va a dirigir mejor nuestras vidas que nosotros mismos?

Gisela TurazziniBlackbird Bank Founder CEO.

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