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Cómo animarse a invertir en un mercado asustado por la guerra comercial

Se dice que uno de los padres fundadores de Estados Unidos, Benjamin Franklin, comentó en una ocasión que “un centavo ahorrado es un centavo ganado”. Y es que el ahorro, y espero que a nadie se le escape, es sinónimo de riqueza tanto para quien es capaz –no sin esfuerzo– de conseguirlo, como de distinguir la propia salud financiera de un Estado.

Ahora bien, si ahorrar es importante, no lo es menos invertirlo adecuadamente. Hace unos años, la mayor parte del ahorro familiar se destinaba al sector inmobiliario y a los depósitos bancarios. Sin embargo, tras la reciente crisis económica y financiera, a lo que se une la incorporación de nuevos ahorradores con otras inquietudes, esta situación ha comenzado a cambiar.

Poco a poco hemos pasado de ser un país centrado en el “ladrillo” y en cuentas bancarias a valorar otras alternativas de inversión que, desde un punto de vista financiero-fiscal, puedan permitirnos alcanzar los objetivos que cada uno nos hayamos marcado con nuestros ahorros.

Como consecuencia de ello, muchos ciudadanos han empezado a conocer nuevos productos de inversión o, si ya les eran familiares, a tenerlos mucho más presentes dentro de sus propios patrimonios financieros. Por otro lado, este cambio de mentalidad no sólo les ha llevado a caer en la cuenta de las ventajas que puede tener consigo una adecuada diversificación de sus ahorros sino que, además, les ha permitido descubrir qué era eso de la volatilidad, como medida de riesgo de la incertidumbre a la hora de alcanzar el resultado inicialmente perseguido con sus ahorros.

Muchos inversores han comprobado cómo la inversión en renta fija ni “rentaba” ni era “tan fija” y que, contra todo pronóstico se podía llegar a perder dinero

El pasado ejercicio esa volatilidad –o como muchos lo denominan, “índice del miedo”– casi no hizo acto de presencia, permitiendo que aquellos ahorradores que optaron por incluir posiciones en bolsa o en renta fija, ya fuera de forma directa o indirecta a través de fondos de inversión, planes de pensiones o SICAVs, lograran una rentabilidad aceptable con su dinero; si éstos estaban ubicados en los activos adecuados. Sin embargo, durante el presente año hemos pasado de ese “mundo económico y financiero maravilloso” a un entorno más normal donde, de nuevo, se ha puesto valor al riesgo asumido.

Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en aquellos inversores que han comprobado cómo la inversión en renta fija ni “rentaba” ni era “tan fija” y que, contra todo pronóstico (pues quizás nadie se lo había explicado) se podía llegar a perder dinero. Todo esto en un contexto donde los depósitos (activos tradicionales de inversión para muchos) seguían sin ofrecer una rentabilidad positiva y con la inflación española repuntando a tasas interanuales por encima del 2%.

Por lo que respecta a la inversión en renta variable, hemos pasado de un previsible entorno “goldilocks 2.0” a darnos cuenta de que comenzaban a soplar vientos algo más gélidos que suponían también turbulencias en los mercados de acciones (aunque, bien es cierto, con diferente intensidad y signo).

Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y otros países (aliados o no), en un contexto en el que los nacionalismos internacionales han ido a más, han enrarecido las relaciones políticas a nivel mundial, justo en un momento en el que los principales Bancos Centrales son algo menos “amistosos” con los mercados de capitales y la economía global pierde algo de impulso positivo.

Estos integrantes del “muro de las preocupaciones” también están generando el suficiente “ruido”, creando inestabilidad tanto sobre los mercados de bolsa como los de divisas. Aunque insistimos: no con la misma intensidad, pues, a pesar de que la opinión de la mayoría de analistas, la bolsa estadounidense lo está haciendo mejor que la europea –eterna promesa de “bella del baile”– y que la de los mercados emergentes.

Por delante nos queda el segundo semestre del año, del cual tampoco esperamos que vaya a ser un “camino de rosas”. Y todo ello en un entorno de bajos tipos de interés (con el consiguiente efecto negativo sobre los depósitos bancarios), baja tasa de incremento salarial, dudas sobre la sostenibilidad futura de nuestro sistema público de pensiones y la posibilidad de un incremento de la presión fiscal. Es decir, un panorama complicado de gestionar y que a más de un ciudadano le está generando cierta ansiedad cuando se trata de tomar decisiones sobre sus ahorros.

Cinco pilares básicos: prudencia, visión global a la hora de invertir, gestión activa, disciplina de inversión y cierta dosis de paciencia

Sin embargo, y pese a los retos y dificultades a los que nos vamos a enfrentar, desde el Grupo Arquia Banca creemos que contamos con la adecuada estrategia de inversión, capaz de aportar valor a los ahorradores para lo que resta de ejercicio. Nuestra “hoja de ruta” no consiste en “coleccionar” fondos, sino en diseñar carteras que, ajustándose al perfil de riesgo de cada uno, se apoyen en estos cinco pilares básicos: prudencia, visión global a la hora de invertir, gestión activa, disciplina de inversión y cierta dosis de paciencia.

En esas carteras, y dependiendo del perfil de riesgo, no faltan ideas como determinados fondos de retorno absoluto, mixtos flexibles con vocación patrimonialista, bolsa española, fondos “value” centrados en empresas europeas de mediana capitalización, fondos globales de acciones estilo “growth”, determinados fondos temáticos o liquidez. Esta última, y en el contexto actual, es siempre un verdadero tesoro.

Iniciamos así este blog, donde a lo largo de las próximas semanas, no sólo comentaremos la actualidad económica y cómo afecta a los diferentes mercados de capitales, sino también les hablaremos de diferentes ideas de inversión para que puedan ser valoradas por ustedes de cara a rentabilizar sus ahorros.

José María Luna es responsable del departamento de Análisis y Estrategia de PROFIM (Grupo Arquia Banca) y miembro de European Financial Planning Association EFPA (Nº asociado 19.919)

@LunaJoseM