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Economía
Edad de jubilación

Giro inesperado en la edad de jubilación: el aviso de un experto en pensiones que no te va a gustar

¿Te imaginas que la edad de jubilación siguiera creciendo en España y que trabajar hasta los 72 años acabara siendo la nueva norma? Puede sonar exagerado, pero eso es precisamente lo que advierte el experto en pensiones Santiago Romera. Sus declaraciones en el programa La Sexta Xplica han vuelto a encender el debate: el sistema no aguanta como está, y alguien tendrá que pagar la factura. Según sus cálculos, si no se acometen reformas serias y urgentes, ese escenario podría ser la realidad dentro de apenas 25 años.

Romera no se anda con rodeos. Habla de un sistema tensionado por el envejecimiento de la población y por una política de «parches» que no va al fondo del asunto. «Se está alargando lo inevitable», viene a decir. Mientras tanto, el experto calcula que la edad real de jubilación ya ronda los 68 años, aunque la legal esté fijada en 66 años y 8 meses. Por tanto, no se trata sólo de números o previsiones a largo plazo. Se trata de cómo vamos a vivir (y sobrevivir) cuando nos toque dejar de trabajar. Y sobre todo, de si las próximas generaciones tendrán un sistema al que poder acogerse sin echarse a temblar.

Un experto avisa sobre el giro en la edad de jubilación

Aunque sobre el papel la edad legal de jubilación esté clara, la realidad va por otro lado. Cada vez son más los que se retiran cerca de los 68 años. ¿Por qué? En parte, por necesidad. En parte, por incentivos. Y en parte, porque muchas personas no se pueden permitir dejar de trabajar antes. Lo curioso es que este cambio no se ha anunciado con grandes titulares: simplemente está ocurriendo.

Romera pone el foco precisamente ahí. En esa diferencia entre lo legal y lo real. Porque si ya estamos en los 68, y no se cambia nada de fondo, ¿dónde estaremos dentro de dos décadas? Las previsiones apuntan a los 72 años. Puede parecer lejano, pero está más cerca de lo que muchos creen.

Además, no estamos hablando sólo de cifras. Hay una vida detrás de cada trabajador que alarga su jubilación. Y algunos se ven forzados a seguir trabajando en profesiones que son realmente cansadas, pero parece que no les queda otro remedio.

Más jubilados, más gasto y una hucha cada vez más vacía

Los datos del Ministerio de Inclusión son claros. Sólo entre enero y agosto de este año, más de 241.000 personas han pasado a ser pensionistas. En total, ya hay más de 10,4 millones de pensiones en activo, de las cuales tres de cada cuatro corresponden a jubilación. La cifra asusta: más de 13.600 millones de euros al mes. Y no deja de subir.

Por si fuera poco, las pensiones son más elevadas que nunca. La media del sistema se sitúa ya en 1.314 euros mensuales, pero en el caso de las de jubilación, la cifra asciende a más de 1.500 euros. Y si miramos las nuevas altas del régimen general, rozamos los 1.750 euros. Todo eso suena a mejora, claro, pero también supone un esfuerzo enorme para las arcas públicas.

El problema es que no sólo hay más pensionistas, sino que también viven más tiempo. La edad media en España supera los 75 años, y sigue aumentando. Un sistema que se diseñó para una esperanza de vida mucho menor ahora se ve obligado a cubrir más años, con más prestaciones y más beneficiarios. Así es como se llega a la alerta: esto no es sostenible a medio plazo si no se cambia algo de raíz.

Este es, quizá, el punto más conflictivo de todo el debate. Porque aunque los datos apuntan en una dirección clara (cada vez nos retiramos más tarde), la mayoría de la población no quiere ni oír hablar de retrasar la jubilación. Según las encuestas más recientes, el 87 % de los españoles rechaza alargar la vida laboral hasta los 70 años. Menos aún hasta los 72. No es una cifra cualquiera: refleja un rechazo muy amplio. El desafío está en encontrar un punto de equilibrio: cómo sostener un sistema de pensiones justo sin obligar a millones de personas a seguir trabajando cuando ya no pueden más.

Algunos hablan de fomentar el ahorro individual, otros proponen fórmulas mixtas con apoyo privado, y hay voces que insisten en una reforma fiscal que reparta mejor los recursos. Lo que sí parece claro es que, si no se actúa pronto, el modelo actual difícilmente aguantará sin resquebrajarse antes de 2050.

Nadie quiere tomar la decisión difícil, pero el tiempo se agota

Santiago Romera no dramatiza, pero tampoco endulza la realidad. Lo que plantea es un aviso directo: el sistema de pensiones no es eterno. Y si no se toca, se rompe. El problema es que nadie quiere asumir el coste político de tomar medidas impopulares. Retrasar la edad de jubilación no da votos. Ajustar el gasto tampoco. Y así, el debate sigue aparcado.

Pero el tiempo no se detiene. Y mientras se posponen las reformas, la presión sobre el sistema va en aumento. La bola de nieve crece. Si seguimos aplazando decisiones, el impacto será aún mayor cuando finalmente haya que actuar. Y lo que hoy se podría solucionar con ajustes graduales, mañana podría exigir recortes más bruscos. No hablamos de un escenario lejano o teórico. Esto afecta directamente a quienes hoy tienen 30, 40 o 50 años y que en definitiva, serán los grandes afectados si finalmente, la edad de jubilación acaba fijándose más allá de los 72 años.