España: ¡clientelismo político a la carta!
«La propaganda no engaña a la gente, sino que simplemente les ayuda a engañarse a sí mismos». Personaje histórico del siglo XX.
Surrealismo puro ante tus ojos, poco más puede describir el dantesco reencuentro de Carles Puigdemont, prófugo de la justicia, con su amada tierra y los cuerpos de seguridad y justicia del Estado español. Un encuentro anunciado por activa y por pasiva en lo que pretendió en algún momento de este 2024 ser la entrada triunfal de Puigdemont al Parlament de la Generalitat sobre un burdo intento de imitar aquel histórico – «¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!» – de Josep Tarradellas, para terminar siendo un remake de Atrápame si puedes.
La realidad es que la vuelta de Carles Puigdemont ha sido un fracaso estrepitoso para absolutamente todos los interesados, incluido el independentismo. Su llegada a mi amada Barcelona ha quedado en un cómico reencuentro que no llega ni a simbólico y que lejos de demostrar el coraje de un líder idealista, capaz de plantarse en el Parlament para el debate de su investidura, ha sido un visto y no visto que deja claro lo que todos ya sabíamos: Carles, eres un cobarde y un impresentable.
Su último gran legado, por no amargarme citando los anteriores, han sido tres policías detenidos que probablemente se queden sin empleo y la demostración de que el independentismo se ha cansado de tragar con las mentiras del prófugo. El proyecto de derechas catalán hace aguas por todos lados bajo el pretexto de «independència o res». Así las cosas y por si fuera poco, Esquerra Republicana ha decidido comprender que el camino unilateral no lleva a ningún lado y tras un tenso debate y una debacle electoral ha entendido que por más que el proyecto socialista les aleje del 1 de octubre, al menos es un proyecto.
Al enfurecido independentismo por la traición republicana a veces se le olvida que en los consejos comarcales de gobierno en Catalunya existen 12 pactos entre JxCat y PSC. Y es que la demagogia e hipocresía del fanatismo ideológico a veces se explica fácilmente con datos, y ya saben aquello de que dato mata relato. Y con este escenario entre las manos Salvador Illa se proclama como el 133è President de la Generalitat para algunos, y el 155è para otros. Y es que guste más o menos, la única realidad en esta investidura es que ERC ha decidido que es más de izquierdas que independentista y que el procés (que ya estaba muerto) ha sido enterrado.
Pero, ¿y ahora qué? Puesto que si el coste que esta investidura va a tener para Esquerra es tan cruel o más que el ridículo de la llegada y fuga de Puigdemont para Junts, lo cierto es que tiene a más perdedores. Como les comentaba, una investidura que no contenta a nadie. Y es que el PSC si bien puede presumir de presidencia, tiene que aceptar el verdadero coste de la misma. Y como les exponía, si el procés ha sido enterrado, también hay que tener en cuenta que desde la oposición el independentismo sigue teniendo mayoría. Salvador Illa va a tener que sudar sangre para dominar un gobierno de izquierdas, pero independentista. Como ven, ¡nadie estará contento! Y aquí entra el tercero en discordia, el Sr. Pedro Sánchez, que muy probablemente debió contemplar dubitativo desde la distancia la puesta en escena de Puigdemont pensando; – Si lo detienen, podré decir cuando pase el tiempo que yo lo traje ante la justicia… Pero tendré que lidiar para indultarlo si quiero seguir durmiendo en la Moncloa.
Sea como fuere, ahora todo queda en manos de ver de qué pie cojea un Puigdemont que teniendo la clave para desmontar el Gobierno, tiene que decidir si ser aplastado y sometido por Sánchez o es fiel a su idea de que si él no puede gobernar en minoría en la Generalitat, Sánchez no puede hacerlo habiendo perdido las elecciones. ¿Tendrá el coraje necesario para ello? ¡Lo dudo! Los hechos avalan su personalidad pusilánime.
A todo ello, la casa sin barrer y el pueblo sin Gobierno. ¿Acaso le interesa a las personas que no llegan a fin de mes todo este circo? La imposición de la clase política sobre los intereses de los ciudadanos se demuestra una y otra vez entre guerras, invasiones y agresiones varias contra las libertades de las personas. ¿Somos los ciudadanos tan masoquistas como para votar a gobernantes incapaces e incompetentes? Eso parece, porque bajo mi humilde punto de vista, no se salva uno.
El objetivo central del pensamiento libertario es oponerse a todas y cada una de las agresiones a los derechos de propiedad individual, a la persona y los objetos materiales que haya adquirido en forma voluntaria. Los anarcocapitalistas, a diferencia de los anarquistas de Bakunin (izquierdas) nos oponemos a las desigualdades y en su concepto de coerción. Para nosotros existe una distinción crucial entre cualquier tipo de gobierno, y todas las demás instituciones de la sociedad. Y es que todas las demás personas reciben sus ingresos por pagos voluntarios mediante la adquisición espontánea de sus bienes o servicios en el mercado. Sólo el gobierno obtiene sus ingresos mediante la coerción y la violencia, es decir, por amenaza directa de confiscación o prisión si no se realiza el pago a través de los IMPUESTOS.
La propiedad privada y su defensa es el agente más civilizador que existe, ya que fomenta la cooperación social a través del incentivo y de acuerdos entre personas de manera pacífica. La historia nos demuestra una vez tras otra que la regulación está sometida a los principios y valores del político de turno, bien lo saben en Venezuela en los tiempos que corren. Y es que el derecho natural debe prevalecer por encima de la burocracia y la educación por encima de la ignorancia, nuestra guerra es cultural. El clientelismo político es lo que condiciona a muchos grupos de opinión e intoxica la creencia de aquellas personas que sin criterio propio se dejan influenciar. Al final, como decía Gustave Le Bon, el comportamiento inteligente y racional que puede tener cualquier persona individual se convierte en un comportamiento estúpido cuando se deja arrastrar por la multitud.
Y es que como dijo cierto personaje histórico (al que no pienso dar publicidad) en la primera mitad del siglo pasado, la propaganda no engaña a la gente, sino que simplemente les ayuda a engañarse a sí mismos. Señoras y señores, vivimos en una era en la que la incompetencia demostrada y la voracidad sin control de nuestros gobernantes únicamente puede ser derrotada a través del conocimiento y del deber que tenemos como ciudadanos de no dejarnos influenciar por aquellos que defienden su poder, en contra de nuestras libertades. Ay mamá, cuánto te extraño, te escucho en mi cabeza y corazón diciéndome; – Si te acorralan, ¡rompe el muro!
Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.
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