Economía
Inversión

Bolsa europea: ¿La incluyo en la ‘mochila’?

Una de las cosas más importantes que he aprendido, al haber repetido la experiencia del Camino de Santiago desde hace unos años, ha sido qué llevar y qué no en una mochila (algo que también me ha servido cuando he tenido que hacer una maleta para irme unos días de vacaciones).

Aún recuerdo mi primer año en el que llevaba casi de todo por aquello del “por si acaso…”. Aquella mochila me pesaba tanto que, más que ayudarme a caminar y permitirme disfrutar de aquella experiencia, llegó a convertirse -junto con mis botas nuevas- en un verdadero calvario.

Creo que fue Séneca el que señaló que: “Lo innecesario, aunque nos cueste un céntimo, es caro”. Y, efectivamente, aprendí que a veces las cosas innecesarias de la vida no sólo nos retrasan sino que nos impiden crecer e, incluso, puede que sean tan costosas que hasta nos hacen desviarnos de nuestros objetivos prefijados.

En el mundo de las inversiones se es muy dado a señalar aquello de “no poner todos los huevos en la misma cesta” con el fin de que, la diversificación adecuada de nuestros ahorros, no sólo nos permita conseguir la rentabilidad deseada sino que, en paralelo, nos ayude a reducir el riesgo de nuestras inversiones.

Pero claro, algunos se pasan tanto con aquello de la bondad de la diversificación que, como sucediera con algún peregrino (que llevaba en su mochila un secador para el pelo o botes nuevos de gel y champú tamaño familiar), se deciden a incluir en sus carteras un poco de todo a ver si algo funciona bien y obtienen la rentabilidad deseada.

Pero claro, todo lo que llevemos de más en nuestra mochila de viaje nos pesa y nos impide avanzar… Y todo lo que incluyamos en la cartera de productos de inversión de forma innecesaria también hará que los resultados finales no sean para nada satisfactorios.

Llegados a este punto, y viendo los flujos de salida de dinero de las bolsas europeas a lo largo de las últimas semanas, recordaba un pasaje de uno de mis libros favoritos, El principito: “Se enamoró de sus flores, no de sus raíces, y en otoño no supo qué hacer”. Y es que muchos inversores, hace meses, se sintieron seducidos por el atractivo de las bolsas europeas.

En unos casos, por las valoraciones menos ajustadas que las de las bolsas estadounidenses. En otros casos, por los buenos datos de crecimiento económico que se iban conociendo e, incluso, por el hecho de que nuestro Banco Central Europeo no tenga tanta prisa por subir los tipos de interés de referencia de la eurozona.

Sea como fuere, muchos analistas, estrategas de inversión y gestores de patrimonio llegaron a considerar que las bolsas europeas podrían llegar a ser, para este ejercicio, la nueva “bella del baile” y, en consecuencia, se animaron a sobreponderarla en sus posiciones de cartera frente a otras zonas del mundo.

Sin embargo, el peor comportamiento de las bolsas europeas frente a la bolsa de Estados Unidos ha llevado, a muchos inversores, a pasar de un sentimiento de amor a uno de desamor por los mercados del viejo continente.

Rentabilidad (en euros) a lo largo de este 2018 de los índices Nasdaq Composite, S&P 500, MSCI Europe e Ibex 35. Fuente: Morningstar.

Como sucediera con aquel peregrino que, harto de llevar tanto peso en su mochila, decidió vaciar casi por completo sus botes de jabón y dejar parte de sus pertenencias por el camino (pero no el secador), muchos inversores han optado por dar la espalda a la renta variable de nuestro viejo continente en favor de otros activos financieros, siendo el destino preferido la renta variable estadounidense.

¿Pero, y nosotros?, ¿eliminamos también la renta variable europea en cartera o decidimos llevarla en nuestra ‘mochila’? Mi consejo, para todos aquellos ahorradores que por perfil de riesgo puedan contar con inversiones en bolsa en sus carteras, es que mantengan una parte de su patrimonio en acciones de empresas europeas.

No cabe duda que los últimos datos de crecimiento económico conocidos en la zona euro, algo menores de los estimados hace semanas, que el impacto de la guerra arancelaria o los propio “ruidos” políticos (Italia, Brexit,…), poco ayudan al devenir de los índices de bolsa de nuestro viejo continente. Sin embargo, creo que, más allá de todos estos muros de preocupaciones, en Europa hay mucho talento empresarial que merece la pena no perderse.

Ejemplos hay muchos: imagínense si les decimos que hay una empresa europea que es líder en el catering de lujo y que ofrece sus servicios en muchas de las principales compañías aéreas del mundo o el catering de la Fórmula 1. Esa empresa existe, es austriaca y se denomina DO & CO. Otro ejemplo puede ser el de la compañía alemana Fresenius Medical Care, principal actor mundial en suministrar servicios y productos para la diálisis.

El aumento de la obesidad o de la diabetes en muchas zonas del mundo le permite seguir ganando cuota de mercado. Otro podría ser la francesa Orpea enfocada a la gestión de residencias de ancianos y centros de día, un segmento de negocio al alza ante uno de los retos más importantes a los que debe enfrentarse Europa en los próximos años: el envejecimiento de su población.

Rentabilidad (en euros) a lo largo de este 2018 de varios fondos de bolsa europea frente al índice de bolsa USA S&P 500. Fuente: Morningstar.

¿Cómo poder invertir en estas empresas europeas u otras igualmente interesantes por el tipo de servicio prestado y la calidad en su gestión? La respuesta: a través de diversos fondos de acciones europeas como, los que a modo de ejemplo, se han incluido en el gráfico anterior. Productos cuya idoneidad siempre conviene valorar antes de invertir en los mismos y a través de los cuales se hace bueno lo que ya dijera el gran Charlie Chaplin: “Nunca encontrarás un arco iris si estás mirando hacia abajo”.

Y es que, como sucede en el Camino de Santiago, si uno no hace más que llevar sobrepeso en su mochila o mirarse sólo a los pies, se va a perder muchas flechas amarillas que le estarán indicando el camino correcto a la meta más allá de lo que opine el consenso.