El aviso de un nutricionista sobre el pescado que comemos en España: «Lo que venden como bacalao es…»
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En España, el bacalao es mucho más que un simple pescado: es casi un icono gastronómico, presente en platos tradicionales como el potaje de vigilia o el bacalao al pil-pil. Por eso, no sorprende que su consumo esté tan extendido. Según algunas encuestas recientes, más del 80 % de los españoles afirman comer bacalao al menos una vez por semana, sobre todo durante épocas señaladas como ocurre en la Semana Santa. Pero, lo cierto es que como ocurre con otros muchos pescados, debemos tener cuidado y asegurarnos que lo que compramos es bacalao tal y como ha advertido un nutricionista sobre este pescado.
El conocido nutricionista Luis Zamora, más conocido en redes como Nutriman, ha lanzado recientemente un aviso que no ha dejado indiferente a nadie. En su intervención en el programa Y ahora Sonsoles, reveló que lo que muchos compramos como bacalao en realidad no lo es. Y no se trata de una excepción: según el experto, este tipo de fraudes es mucho más habitual de lo que pensamos, especialmente en pescaderías y supermercados. En concreto, Zamora asegura que hay pescados de menor calidad, que además son mucho más baratos, que se hacen pasar por bacalao, pulpo o atún rojo sin que el consumidor medio se dé cuenta. El problema no es solo económico, sino también de transparencia: estamos pagando por un producto premium que, en realidad, no lo es. A continuación, repasamos algunas de las trampas más comunes que pueden esconderse tras la vitrina de una pescadería.
El aviso de un nutricionista sobre el pescado que comemos
Uno de los fraudes más extendidos sobre la venta de pescado en España, tiene que ver con el bacalao. Según ha advertido el nutricionista Luis Zamora, muchas veces lo que llega a nuestra mesa no es bacalao auténtico (gadus morhua), sino maruca, un pescado de menor calidad y con un precio inferior. Esta práctica se acentúa especialmente durante la Cuaresma, cuando la demanda de pescado se dispara y resulta más sencillo para algunos comerciantes camuflar sustituciones.
Para evitar acabar comprando lo que no es, el nutricionista recomienda dos trucos muy sencillos pero eficaces. El primero es fijarse en la etiqueta: si no pone gadus morhua, desconfía. Es el nombre científico del bacalao auténtico. El segundo tiene que ver con la forma de la cola: la del bacalao es recta, mientras que la de la maruca es semicircular. Un detalle pequeño, pero decisivo.
También puedes fijarte en la textura de la carne. El bacalao genuino se desmiga con facilidad, ofreciendo una textura suave y ligeramente laminada. Si lo que estás comprando es duro o fibroso, lo más probable es que te estén colando otra cosa. Y lo peor es que lo estarás pagando como si fuera un manjar.
El pulpo que no es pulpo
El potón es un cefalópodo muy utilizado en la industria alimentaria, sobre todo en productos precocinados y congelados. Sin embargo, hay un problema cuando se hace pasar por pulpo sin que se informe claramente al consumidor. El pulpo auténtico tiene un precio elevado debido a su sabor y textura únicos, pero también a su limitada disponibilidad. El potón, en cambio, es más barato y abundante.
Luis Zamora da una pista clara para diferenciarlos: las ventosas. El pulpo tiene ventosas bien definidas en sus tentáculos, mientras que el potón, simplemente, no las tiene. Así que, si te llevas a casa una supuesta bandeja de pulpo sin ventosas visibles, probablemente has comprado potón.
Además, el color también puede ayudarte. El pulpo suele tener tonos más oscuros y una textura más firme. El potón, por el contrario, tiene un aspecto más pálido y gomoso. Aunque no se trata de un alimento dañino, el problema está en el engaño: estás pagando por algo que no es lo que crees.
El engaño también con el atún rojo
Otro de los pescados estrella (y con mayor margen de beneficio) es el atún rojo. Su sabor, textura y valor nutricional lo convierten en un producto muy codiciado y también en uno de los más falsificados. Según explica Zamora, es habitual que algunas piezas de atún blanco (más económico y menos jugoso) se tiñan con remolacha o aditivos para simular el color del atún rojo.
El problema aquí no es tanto de salud, sino de honestidad. La apariencia puede ser muy engañosa: un color rojo intenso y una textura aparentemente jugosa pueden ocultar un fraude. El nutricionista sugiere prestar atención al color natural del pescado y, sobre todo, desconfiar si el precio es demasiado atractivo para ser real. Si un corte de atún rojo cuesta la mitad de lo que suele valer, es muy posible que no lo sea.
Lenguado que es lenguadina
El lenguado es otro pescado muy valorado, tanto por su sabor como por su textura delicada. Sin embargo, también aquí se producen sustituciones con frecuencia. La más habitual es la lenguadina, una especie muy parecida en forma, pero diferente en calidad. ¿Cómo distinguirlos? De nuevo, el color y los detalles anatómicos son la clave.
Según Zamora, el verdadero lenguado (solea solea) presenta un tono ligeramente verdoso, mientras que la lenguadina tiende al marrón o tierra. Además, si te fijas bien en la posición de los ojos, hay otro truco revelador: el lenguado tiene ambos ojos en el lado derecho (si lo miras de frente), mientras que la lenguadina los tiene a la izquierda.
La importancia de leer bien las etiquetas
Uno de los consejos más importantes que lanza Luis Zamora es el de aprender a leer las etiquetas. En muchos supermercados y pescaderías, los nombres comerciales pueden ser confusos o, directamente, engañosos. Atún claro, miguitas de mar o lenguado del Atlántico pueden parecer productos nobles, pero muchas veces esconden especies de menor calidad o sustitutos baratos.
Por eso, si quieres asegurarte de que compras lo que realmente quieres consumir, fíjate en el nombre científico. Si ves gadus morhua, estás ante bacalao auténtico. Si pone solea solea, puedes confiar en que es lenguado. Y si ves thunnus thynnus, estás comprando atún rojo verdadero. Todo lo que se aparte de esos nombres debería hacerte levantar una ceja.
En definitiva, el mensaje es claro: para evitar fraudes, hace falta información. No se trata de desconfiar por sistema, sino de tener herramientas para distinguir la calidad y exigir transparencia. Aunque la mayoría de estos engaños no suponen un riesgo directo para la salud, sí afectan a nuestro bolsillo y a nuestra confianza como consumidores.
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