23J: ¿Fin del comunismo?
«Un comunista es alguien que ha leído a Marx. Un anticomunista es alguien que le ha entendido», Ronald Reagan.
Existe una congruencia entre los polos opuestos, y es que lejos de pensar que la izquierda es populista, lo cierto es que el populismo es una corriente de manipulación social inherente a cualquier pretensión del poder. Los extremos suelen renegar de la existencia de polos opuestos, radicalizando opiniones sin ningún tipo de empatía y con el afán de aquel que trata de imponer sus ideas al resto. ¿No es acaso la imposición a través del aparato coercitivo del Estado lo que forja el autoritarismo? Jamás comprenderé cómo la sociedad es ajena al mayor bien que tiene el ser humano: ¡La libertad! Por este motivo si bien acepto la democracia como el mejor orden social existente, desconfío plenamente de ella. Para mí, la concepción de una sociedad ajena al poder es en esencia mi ideario político perfecto, a la vez que utópico, soy consciente.
Este próximo 23 de julio España tiene nuevamente una cita con las urnas, en un momento en el que la dignidad política carece por su ausencia. El radicalismo imperante en nuestra sociedad está llegando a extremos límite jamás vistos para nuestra joven democracia. Y es que el forofismo partidista de lo imperante nos ha alejado de todo buen juicio, en el que cada voto se supedita a la voluntad de la corriente dominante, sin que ello se decida en la aceptación de cualquier plan de gobierno. ¿Han escuchado una propuesta de gobierno concisa, elaborada y ambiciosa? ¡No! Lo cierto es que esta precampaña electoral se ha convertido en una lucha de titanes que invita a la vergüenza ajena y que de facto hace caer caretas por doquier para aquel que lejos de definirse de manera partidista, observa atónito y temeroso el peligroso camino hacia el que nos dirigimos. ¡Remember! ¿No llegaba Podemos para eliminar la casta de España? Bien, si entendemos la casta como los privilegios de unos pocos, entiendo que lo primero que debería de hacer un gobierno es ejecutar su propuesta electoral, que es el fin y al cabo lo que vota el ciudadano, aunque a algunos se les olvide. Entiendo la política como el poder legislativo y la administración del dinero de todos. Comprendo por lo tanto, que la responsabilidad del que gobierna corre a cargo de la ciudadanía, y que en esencia el poder político debería de consultar al pueblo cualquier ley o decisión especialmente relevante que estuviera alejada del programa de gobierno. Yo me pregunto, ¿es justo gobernar diciendo ‘A’ y haciendo ‘Z’?; ¿Qué legitimidad tiene un gobierno que hace caso omiso de sus propuestas?; ¿Es eso la definición de democracia? Bien, dejen que me ría.
Yo habría creído en un partido reformista y progresista que empezara levantando las alfombras. ¿Qué sentido tienen las pensiones vitalicias? Seguro que a ningún ciudadano le importaría empezar con recortes sobre la mayor estafa piramidal que existe, ¡el aparato del Estado! Eliminar los privilegios vitalicios sería un excelente comienzo para sanear las arcas públicas y servir al pueblo sin apartarse un ápice del programa electoral, es su obligación. ¿Y nosotros como ciudadanos qué podemos hacer? En teoría, juzgar en las urnas la responsabilidad sobre la administración de los recursos públicos, pero como les decía, el forofismo visceral y radical que impera en la política actual nos aleja de cualquier juicio justo, lo cual me contrista.
Sin duda, el fin de Podemos es un logro para aquellos que hemos entendido el comunismo como una máquina certera de producir pobreza, teniendo como única posibilidad de cumplir con las utópicas creencias de Marx, la de hacernos iguales, la de hacernos cada día más pobres. Y esto es así, principalmente debido a que aquel que ostenta el poder cae en la tentación de legitimar diferente y con ciertos, o muchos privilegios respecto de sus iguales. Para mi el poder es inherente a la corrupción, el ser humano es así de frágil y por este motivo no creo en ninguna forma de poder. Sin embargo, si bien el fin de Podemos debería darnos un halo de esperanza de cara a estas nuevas elecciones, el ‘yolandismo’ nace con un arraigo muy peligroso señores, formado e instaurado en la mentira. Sumar es una corriente que une ideas progresistas sin personalismos para ver impresa la cara de Yolanda Díaz en las papeletas. Una vez más, el tiempo revienta las caretas y evidencia que la ambición desmedida de ciertas personas es un acto que explica muchas, sino todas, las intenciones de una persona con marcada ideología comunista.
Hasta la fecha, todo intento de implantación de un modelo de Economía Planificada ha demostrado ser un estrepitoso fracaso, y lo ha demostrado precisamente al carecer del mayor activo del ser humano: ¡la libertad! Maravillosa libertad, creas incentivo, nos haces crecer, nos ilusionas. La innovación es únicamente posible al calor del incentivo, y la productividad nace de la competencia. Innovación, productividad y competencia se gestan desde la libertad, y crean prosperidad. Las economías más competitivas no necesitan de un Estado con una amplia participación sobre dicha economía, necesitan un Estado reducido a la mínima expresión que simplifique los procesos y sea permisivo con las ganas de la sociedad. Hacer creer a sus ciudadanos en sus infinitas posibilidades y capacidades, en vez de decirles constantemente que no pueden y que es papá Estado quien les da sustento. Como decían en mi amada casa, ¡la necesidad hace virtud! y el ser humano en necesidad es capaz de cualquier cosa, gracias a su innato espíritu de creatividad.
Dicho todo lo cual, les repito queridos lectores; ¿se han deleitado con alguna propuesta de programa político convincente en esta precampaña? No hace falta que me contesten… De momento, seguiré observando desde mi analítica distancia esa patética lucha de gallos en la extrema izquierda en la que se ha convertido Sumar como herramienta para la humillación pública de sus compañeras Irene Montero e Ione Belarra en pro de una Yolanda Díaz que con suerte ha leído a Marx, pero queda claro que sin entenderlo, y que sin ningún tipo de escrúpulos se ha quitado ella misma la careta para mostrarnos a todos de qué pie cojea. Yo apostaría que es el izquierdo, ¿y ustedes?
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