El Madrid de las dos caras
Un primer tiempo soberbio y un segundo soporífero fue lo que mostró el Real Madrid en El Madrigal ante un Villarreal que nunca se rindió. Los blancos, a una semana de Kiev, se dejaron remontar un 0-2 logrado a puro fútbol hasta el 2-2 final consecuencia de los deméritos propios. El equipo de Zidane volvió a mostrar todo su repertorio, el bueno y el malo. Vamos, lo que ha sido toda la temporada: el Madrid de las dos caras.
Zidane sacaba un once que bien podría ser el de Kiev, pero con una concesión familiar: jugaba su hijo Luca. ¿Premio o amor de padre? Un poco de todo. Desde luego, a Luca, igual que le ocurrió a su hermano Enzo, le va a pesar el apellido Zidane como su tuviera que cargar a sus espaldas con el Acueducto de Segovia. Quizá lo mejor para él sea salir del Real Madrid y hacerse mayor lejos de la alargada sombra de papá Zizou. Aquí siempre habrá alguien presto a señalarle como el hijo del jefe.
Después de Luca, los otros diez sonaban a titulares en Kiev. La defensa, sin duda: Carvajal, Varane, Ramos y Marcelo. También parecen fijos en el centro del campo los cuatro que arrancaban en El Madrigal: Casemiro, Kroos, Modric e Isco. Y arriba llegaba la sorpresa: no estaba Benzema y sí Bale en su lugar. El galés, que salió del once por sus propios deméritos, podría volver al equipo justo en el partido más importante de la temporada.
El partido era un ensayo para la final de la Champions pero con tintes de amistoso veraniego. Ambos equipos atacaban sin ataduras, libres, felices y liberados, como una modelo cuando deja de meter tripa para la foto. En cinco minutos hubo ya un par de llegadas a las áreas, una por equipo. No había demasiada intensidad en la presión defensiva ni del Real Madrid ni del Villarreal, por eso el duelo era dinámico y entretenido.
Un partido muy abierto
Sendos disparos de Sergio Ramos y Cristiano obligaron a lucirse a Andrés, que también ocupaba ocasionalmente la meta del Villarreal. A la tercera sí llegó el gol del Real Madrid. Rondaba el minuto 10 y Modric buscó a su amigo Bale en una falta en medio de la nada. Un magistral amago del galés, que dejó correr la pelota con un quiebro que provocó la ruptura de cintura de Bonera, fue la detonador del gol. Bale se giró como Bisbal en sus mejores tiempos y conectó un zurdazo raso que hizo inútil la estirada de Andrés.
El gol animó al Real Madrid a subir un puntito en la presión como si se estuviera probando para Kiev. También se estiró el Villarreal, un equipo al que no le quema la pelota ni le da vértigo atacar. El juego era un vaivén en el que los de Zidane parecían tenerlo todo bajo control.
No volvió a asomarse el Real Madrid al área del Villarreal hasta la media hora de juego, pero lo hizo con una plasticidad propia de patinadores sobre hielo. Isco dio un pase por elevación en busca de un espacio imposible en la izquierda que ocupó Marcelo. Allí, el brasileño se sacó un pase con el exterior de la zurda que no lo hubiera dibujado mejor ni Dalí. Voló la pelota, voló Cristiano y ambos se encontraron, pelota y Cristiano, sobre el área de Andrés. Luego, ya se sabe, cuando se encuentran Cristiano y la pelota el final del cuento suele ser el gol. Y lo fue. El cabezazo de Ronaldo sellaba un incontestable 0-2.
Pero el Real Madrid hizo como los de las carreras ilegales del Wanda: no levantó el pie. Siguió dominando, atacando, asolando la portería del Villarreal y acumulando ocasiones una detrás de otra. Así hasta el descanso. Sólo la campana salvó al Submarino Amarillo de un hundimiento aún mayor.
Paradón de Zidane… y remontada
La segunda parte arrancó con un paradón de Luca Zidane. Fue una falta lanzada por Sansone a la que Luca respondió con una gran estirada. Era la demostración de que el chico tiene madera de portero. Fue un susto para el Real Madrid, que raudo volvió a dominar el partido.
Pero no fue con la intensidad de la primera parte, así que el Villarreal se recompuso, se estiró y acabó marcando el 1-2. Fue una maniobra individual de Roger Martínez, que se fue de dos y la puso en la escuadra de Luca. Fue un auténtico golazo, que premiaba el meritorio segundo tiempo del Submarino Amarillo.
Zidane metió a Benzema, Lucas y Kovacic por Modric, Cristiano e Isco. Quedaban 25 minutos pero era el momento de decelerar y pensar ya en Kiev. Los que se fueron descansaron y los que se quedaron en el césped también. El partido estaba resuelto. O eso parecía hasta que apareció de la nada Castillejo, al que Marcelo no siguió, para pinchar un balón del cielo, sentar a Luca Zidane y marcar el 2-2.
Era comprensible que el Real Madrid hubiera dimitido en la segunda parte y se hubiera dejado empatar, sobre todo, pensando en el partido que los blancos tienen a una semana vista: la final de la Champions. Casi nada. Pero esa ya será otra historia. Y se la contaremos… si Dios quiere.
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