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FÓRMULA 1

Puñetazo de Rosberg; McLaren, Q2, el día que eran de Q3

Una mancha oscura se cernía sobre Shanghai como una esperanza para los débiles y una inquietud para los ricos. Un riachuelo traicionero se hacían con un cauce sobre el asfalto de la recta de entrada a meta.  Un bache, coincidente con la estructura arquitectónica del puente, hacía de tal agua un peligro para todos. No llovía; sí amenazaba. Sin tiempo para desperezarse, Wehrlein topó con río y bache para provocar una bandera roja que iba a convertir este deporte en un juego de bailarinas.

Condenaron la Q1 a la extrema lentitud y volvieron a dibujar un marco de excesos en seguridades. Salieron máquinas, comisarios y cualquier operario disponible, con la calma, eso sí, a secar ese charco para que ningún monoplaza se viera sorprendido. Todo para no premiar a las mejores manos e ingenio de la parrilla. Un espectáculo rutinario decretado en los despachos.

Se fue la interminable bandera roja y la amenaza de lluvia se constituía en unas pequeñas gotas. Haas y McLaren marcaban tiempo por si las gotas se mudaban a diluvio. Button lideraba la clasificación con Fernando Alonso a una décima de distancia con 5 minutos para acabar. Tenían 10 coches por detrás provocando una mezcla de asombro y optimismo. Aparecieron los ‘capos’ con la pista más bonita y fueron bajando como el índice de popularidad de Mario Conde.

Pero la noticia estaba en el box del 44. Ya en los albores clasificatorios, antes del ‘bachazo’ del Manor de Wehrlein, Hamilton reportaba por radio problemas en su unidad de potencia. El bendito ERS que tanta gloria le ha dado a él y Mercedes no estaba para Feria de Abril: fuera en la Q1. Los McLaren volvieron a ver de cerca el abismo pero lo sortearon como una pareja experta en ir justos a final de mes. Button descansó hasta la Q2 en la cuarta posición; Alonso, semi guardando un juego de superblandos, abortó su vuelta lanzada con los eliminados ya sentenciados.

McLaren se queda en la Q2

La lluvia se escondía timorata y la pista, salvo el famoso charco, estaba completamente seca. Rosberg marcaba un tiempo galáctico con el neumático blando en otro nuevo alarde de superioridad mecánica y moral. Los Ferrari iban a mejorarlo con el superblando ‘sólo’ una décima. La pelea estaba, a dos minutos del final, entre la zona media que buscaba ansiadamente la Q3. La fiesta se acabó cuando la rueda de Hulkenberg salió de paseo por el circuito en un peligroso error de montaje: esto si era de bandera roja. Otra vez McLaren-Honda se quedaba con las ganas de estar entre los 10 mejores.

Fernando Alonso lanzaba un lamento por la radio cuando su ingeniero le contaba la película de Hulkenberg. Era su primer intento con un juego nuevo de superblandos y con el motor Honda a pleno rendimiento: no había dado toda su potencia en Q1. La Q3 era un objetivo real con un MP4-31 que madura y empieza a comportarse como un adulto. Los pañales que tanto avergonzaron a su antecesor cobran sentido . «Frustrante» declaraba Alonso en el corralito: «Los McLaren hubieran estado con relativa facilidad en la Q3». Saldrá duodécimo.

En la primera tentativa de la Q3, Kimi Raikkonen desconcertaba a Rosberg: primero con una décima de distancia. El escenario clasificatorio volvía a ser una maravilla. La vuelta al ‘antiguo régimen’ era una bendición para el espectáculo: dos minutos y todo por decidir. Carlos Sainz era quinto con una vuelta guardada en su bolsillo. Su otro intento no fue tan bueno y bajó hasta la octava posición. Por delante de Max Verstappen (9º), eso sí.

Nico no se puso nervioso, apuró al máximo para dar su última vuelta y, como no, se hizo con la pole. Kimi Raikkonen se quedaba con el molde: tercero. La sorpresa la ponía Ricciardo con su Red Bull-Tag Heuer, segundo, en uno de esos delirios de grandeza que tienen los de Milton Keynes. Los flashes iban a captar una instantánea jamás vista un sábado. El escenario planteado prometía una tesis contraria a lo visto en el pasado más reciente: Hamilton teniendo que remontar, Ricciardo amenazando a Rosberg, y Kimi por delante de Vettel (4º). McLaren partirá más lejos de lo anhelado pero ya enseñan los dientes: no se fíen del tiburón en carrera.