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Liga Santander: Real Madrid – Atlético

Madrid tiene dos muros

  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Madrid tiene una catedral pero dos muros. Courtois y Oblak. Los porteros del Real Madrid primero y del Atlético después echaron el cierre al derbi y evitaron que hubiera goles y que sus equipos perdieran. Partidazo también de un imperial Giménez que sostuvo a los rojiblancos en la segunda mitad y de un genial Ceballos, que cambió la cara al Real Madrid tras el descanso.

En una Liga donde los grandes están pegando más tiros al aire que un cazador bizco, el derbi del Bernabéu se antojaba interesante para saber de qué van exactamente el Real Madrid y el Atlético. Ambos equipos han mostrado sus dos caras, la recién maquillada y la recién salida de la cama con la legaña, y la duda era cuadrar la ecuación: Madrid en su versión mala contra Atleti en la buena, lo contrario, ambos equipos en su versión mala o ambos en la buena. Veríamos.

Lopetegui apenas tocaba el once del Pizjuán. Sólo la vuelta de Carvajal al lateral derecho y la presencia de Nacho por el lesionado Marcelo en la izquierda. En el Atlético, Simeone ponía un equipo ofensivo con la Rodrigo, Saúl y Koke en el medio y el tridente Lemar, Griezmann y Diego Costa arriba. Sobre el papel, temible, vive Dios.

De salida se adueñó de la pelota el Atlético, que encerró al Real Madrid. Un disparo duro de Saúl que repelió Courtois con los puños fue el primer aviso rojiblanco a los tres minutos. Los de Lopetegui habían iniciado el partido con la misma torrija que en Sevilla. Poco tardó el Madrid esta vez en espabilar merced a la conexión Modric-Bale, que llegó a la línea de fondo para abrochar un pase de la muerte que atajó Oblak.

Un derbi de vaivenes

El partido entró en una fase insulsa y un poco tostón como una sesión del Senado. Era el Real Madrid quien manejaba la pelota y el territorio del derbi pero sin atosigar a un Atlético que se defendía con la misma comodidad con la que una azafata se calza unos tacones.

Pero entonces llegó la primera ocasión clara del derbi. La tuvo Griezmann. Fue una contra nacida de una falta de Godín a Asensio. Cogió mal parado al Real Madrid. Aceleró el francés y se plantó solito delante de Courtois. Era un gol cantado pero el portero del Madrid se agigantó y Griezmann demostró que no es que no pueda comer en la mesa de Cristiano y Messi, es que no puede ni llamar al telefonillo de su casa. Le tiró al muñeco y Courtois la sacó con la cara.

Respondió el Madrid a balón parado en un remate de Bale que se perdió por poco a la izquierda de Oblak. Pero fue un espejismo. El derbi era del Atleti, que había crecido a las espaldas de un gran Lemar. El francés aparecía por cualquier parte del campo y gobernaba el juego siempre con la lectura adecuada de cada jugada.

Gigante Courtois

Sólo cuando aceleraba por la derecha conseguía el Real Madrid generar peligro en la zaga del Atlético. Eso sí, para rematar estaba Benzema, que eso siempre es una desventaja como intentar correr los cien metros con piedras en los bolsillos. El duelo se fue enredando en emboscadas con un Martínez Munuera incapaz de sujetar el duelo y dejándose manipular por los futbolistas rojiblancos, que lo protestaban todo.

En el 36 el Atlético volvió a llamar a la puerta del gol. Courtois la cerró. El meta del Real Madrid achicó la distancia a Diego Costa y sacó una mano providencial para evitar, otra vez, el 0-1. Volvió a salvar el meta belga un gol cantado de los rojiblancos. Los madridistas se miraban unos a otros con la cara de «sí, ahora sí tenemos portero».

Con esa acción nos fuimos al descanso. Los del Madrid, enfadados con el árbitro y los del Atlético, con Courtois. Del mismo –del descanso, digo– volvieron los de Lopetegui sin Bale y con Ceballos. La sombra de una lesión, no por esperada menos inoportuna del galés, empezaba a sobrevolar por el Bernabéu. Se confirmaron rápido los peores temores: lesión muscular.

Mientras, el derbi siguió su rumbo. Dominaba la pelota el Real Madrid y empezaba a recular mucho el Atlético. Alguna amarilla perdonada y una presencia cada vez más poderosa de Ceballos en el juego. El sevillano le cambió la cara a su equipo en diez minutitos.

Ceballos cambia el derbi

Poco a poco el Real Madrid consolidó su dominio sobre los fabulosos pies de Ceballos. Sin ocasiones claras, eso sí. Alguna amarilla, alguna trifulca, pero el derbi se iba encaminando al 0-0. Lo evitó Oblak en el 65 después de una asociación entre Ceballos y Kroos, que asistió a Asensio. El mallorquín se plantó en el área pero la salida providencial del meta rojiblanco evitó esta vez el 1-0 del Real Madrid.

También se agigantó la figura del inconmensurable Giménez, que evitó el tanto del Real Madrid en una contra de manual de Asensio. Parecía que el gol del equipo de Lopetegui era irremediable. Una cuestión de tiempo nada más. Percutía el Madrid por los dos costados. Por dentro también. Resistía el Atlético como un náufrago se aferra a un trozo de madera que flota.

Siguió el asedio del Real Madrid y siguieron las ocasiones que buscaban rematador. Lo que habría disfrutado Cristiano con tantas llegadas al área. En el 80 –lento, muy lento Lopetegui– salió Lucas Vázquez por un fundido Modric. Un entrenador con más sensibilidad con el Bernabéu habría sacado a Vinicius para ver si sonaba la flauta, pero Lopetegui quiso ser ortodoxo.

En la recta final del duelo se estiró el Atlético y el derbi fue una montaña rusa de esas yankis que dan muchas vueltas. Hasta salió Vinicius en los últimos cinco minutos. El Bernabéu se vino abajo como si saliera el mismísimo Neymar. Ah, y también se llevó una merecidísima pitada Benzema. No le dio tiempo al brasileño a mostrarse mucho ni tampoco a madridistas ni rojiblancos a marcar un gol en el derbi. Primero, porque no lo intentaron demasiado. Después, porque Madrid, con Courtois y Oblak, es una ciudad con dos muros.