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Brutal lo del piloto de McLaren-Honda

El vueltón de Fernando Alonso fue con la peor velocidad punta

El acceso al paddock se disgrega en una pasarela de alfombra roja, amparado en dos paredes con la caricatura de cada piloto. El trazo de Fernando Alonso es la viva imagen de lo visto este sábado en pista: se deja leer un the magician, mientra saca a Button, en plena prejubilación, de su chistera. Y es que, si uno se asoma al precipicio de los números, se encuentra con todavía más maravillas.

Fue una cadena perpetua de felicidad, una sonrisa en plena depresión, un bocadillo tras un día de ayuno. La pasión que vive Fernando Alonso tiene paréntesis, un apóstrofe a McLaren-Honda: este muerto está muy vivo. Pero un mero séptimo puesto, al uso, no es nada para el asturiano: quiere ganar, y lo necesita ya.

La soberbia actuación de hoy es una dicotomía para Honda: les da una vida más, y a su vez les golpea la necesidad de hacer un motor acorde al talento del piloto. O, por lo menos, sin un diferencial tan enorme. Porque Fernando Alonso logró una vuelta de escándalo, por detrás de todos los capos de este deporte: Mercedes, Ferrari y Red Bull. El primer puesto de los mortales es para un inmortal.

Y lo hizo con la peor velocidad punta de todos, quitando a su homónimo de escudería, Stoffel Vandoorne. Su MCL32 alcanzó los 314.1 kilómetros por hora, mientras que el más rápido, el de Vettel, se marchaba hasta los 326.5 km/h. Una diferencia que parece ser nada, y lo es todo. En el paso por curva, la fortaleza del chasis diseñado por Prodromou, no andaron tan mal: el segundo y tercer sector, sin toda la recta de entrada a meta, es donde mejor rinden. Aerodinámica, estabilidad en frenada y tracción.

Es un clavo ardiendo al que agarrarse con fuerza y, sobre todo, sin miedo. Uno nunca puede dudar de Fernando Alonso porque, como un buen mago, no llega ni tarde ni pronto, si no cuando se lo propone. Sólo necesita un poco más de Honda: con un motor medianamente competitivo, estaría ahí. Es una apuesta segura: no lo entierren todavía porque, como siempre, volverá a sorprendernos.