Qué es y qué efectos tiene el gas mostaza
Fue durante la Primera Guerra Mundial cuando los alemanes comenzaron a usar armas químicas. La primera vez en utilizarlas fue en 1915 en la ciudad belga del Ypres. Su nombre, tristemente célebre incluso hoy en día, es el de gas mostaza.
Este gas es una mezcla de productos químicos que reciben el nombre de iperita y que se sintetizó por primera vez a comienzos del siglo XX con un fin, incapacitar a los enemigos en el campo de batalla a la vez que se contaminaba el lugar de la refriega.
La primera persona que fue capaz de sintetizar los gases mostaza fue Viktor Meyer. Corría la mitad del siglo XIX, sin embargo, no fue capaz de descubrir sus efectos en el ser humano. Es decir, que no fue hasta comienzos del siglo XX cuando se avanzó en sus usos, síntesis y efectos en pleno conflicto global.
Los efectos del gas mostaza
En combate, este tipo de gas es una verdadera pesadilla para cualquier soldado. Dado que posee agentes vesificantes, el simple contacto con la piel humana provoca ampollas realmente dolorosas.
Además, cuando entra por las membranas mucosas y se respira accediendo al organismo, puede provocar una muerte realmente agónica por asfixia.
Otra de las ‘ventajas’ que tenían estos gases en las batallas era su uso silencioso e invisible. Nadie lo veía o percibía hasta que ya era tarde. Así pues, afectaba en todos los sentidos, incluso a la vista, impidiendo la visión normal.
Estos gases pueden encontrarse y usarse en cualquier estado, tanto gaseoso como sólido y líquido. Además, sus químicos pueden incluso destruir células y ADN humano con el simple contacto con las mucosas.
Este gas no tiene olor, aunque sí que puede mezclarse con agentes químicos que le confieren color y cierto aroma a ajo o cebolla. Además, su color se debe a que, al combinar cuatro elementos, que son el cloro, el hidrógeno, el carbón y el sulfuro, toma ciertos tonos anaranjados, amarillentos o marrones claros.
Aunque este gas tuvo su mayor apogeo durante la Primera Guerra Mundial, y pese a la prohibición de utilizar armas químicas en los conflictos armados, Saddam Hussein lo usó en su larga guerra contra Irán entre 1980 y 1988.
Tras este conflicto, hubo una orden mundial para destruir todas las reservas de gas mostaza. Aun así, no se sabe con seguridad si algún país todavía guarda entre sus enseres más ocultos algo de este agente químico tan peligroso, aunque menos efectivo a bajas temperaturas.
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