Lo que dice la ciencia sobre las personas que sienten ‘malas vibras’
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Muchas personas aseguran ser capaces de captar una especie de energía negativa en ciertos lugares o de detectar a individuos que provocan sensaciones incómodas, casi como si su presencia trajera consigo una pesada carga emocional. La sensación de «mala vibra» ha sido asociada tradicionalmente con el misterio y lo inexplicable, a menudo relegada a supersticiones o creencias populares. Sin embargo, detrás de esta experiencia hay algo más profundo que no se debe ignorar: la ciencia está empezando a dar respuestas que podrían explicar por qué algunas personas sienten «malas vibras».
A lo largo de la historia, se ha hablado de «malas vibras» desde una perspectiva esotérica, afirmando que ciertos lugares o personas emiten energías que pueden afectar nuestro bienestar físico y emocional. Pero, ¿es esto sólo producto de la imaginación o hay un fundamento científico detrás? La respuesta parece estar en el estudio del comportamiento humano, las interacciones sociales y las percepciones emocionales. Investigaciones recientes en neurociencia y psicología sugieren que la sensación de percibir «malas vibras» podría estar relacionada con una mezcla de procesos neurológicos, experiencias pasadas y mecanismos de supervivencia evolutiva.
¿Por qué las personas sienten ‘malas vibras’?
Los seres humanos son animales sociales por naturaleza. Desde tiempos ancestrales, la supervivencia de la especie dependió de la capacidad de reconocer patrones, interpretar señales sociales y distinguir entre oportunidades y amenazas.
Esta habilidad de «leer» a los demás no es meramente intuitiva; está respaldada por complejos procesos neurológicos que nos permiten detectar señales emocionales y psicológicas, como el lenguaje corporal, las expresiones faciales y los tonos de voz. Estas señales nos informan sobre el estado emocional de las personas y, en consecuencia, nos ayudan a determinar si nos encontramos ante una persona de confianza o, por el contrario, alguien que podría representar un peligro.
Los estudios han demostrado que los seres humanos tienen una increíble capacidad para detectar las emociones de los demás, incluso de forma inconsciente. Por ejemplo, investigaciones en psicología han revelado que las personas son capaces de identificar con precisión si alguien está triste, enfadado o estresado, solo observando sus expresiones faciales o el tono de su voz. Esta habilidad tiene un componente evolutivo muy importante: en tiempos antiguos, reconocer rápidamente a un enemigo o a una persona peligrosa podría haber sido una cuestión de vida o muerte.
De acuerdo con expertos en neurociencia social, el cerebro humano tiene sistemas que permiten interpretar señales emocionales de manera muy rápida y eficiente. Este proceso se activa incluso antes de que tengamos conciencia de lo que estamos percibiendo. Por lo tanto, cuando experimentamos lo que comúnmente se llama «malas vibras», podría ser simplemente una manifestación de nuestra capacidad de leer inconscientemente las señales emocionales de las personas que nos rodean.
Química cerebral
Aunque el término «vibras» se usa de manera metafórica, hay un componente químico real en el fenómeno. El cerebro está lleo de neurotransmisores y hormonas que influyen en cómo percibimos y reaccionamos ante los demás. Las experiencias emocionales, como sentirnos incómodos o inquietos alrededor de alguien, pueden estar relacionadas con desequilibrios en estos químicos cerebrales.
Por ejemplo, cuando nos sentimos amenazados o ansiosos, el cerebro libera una hormona llamada cortisol, que está asociada con la respuesta al estrés. El cortisol puede afectar nuestra percepción de la situación, haciéndonos más sensibles a posibles señales de peligro, incluso si esas señales no son evidentes a simple vista. Así, si estamos en presencia de alguien que nos hace sentir incómodos, nuestro cerebro puede interpretar sutiles señales, como un lenguaje corporal tenso o una mirada evasiva, como indicadores de amenaza, activando la liberación de cortisol y provocando una sensación de malestar general.
Por otro lado, las endorfinas, que son los neurotransmisores asociados con el placer y la relajación, también juegan un papel en cómo experimentamos las interacciones sociales. Las personas que nos transmiten «buenas vibras» suelen generar una sensación de bienestar y calma en nuestro cuerpo, ya que sus interacciones promueven la liberación de estas sustancias. Cuando estamos cerca de personas que no generan este tipo de respuesta en nuestro sistema, podemos sentir que algo no va bien, lo que muchas veces se describe como sentir «malas vibras».
Dinámicas sociales
Además de las percepciones individuales, las dinámicas sociales también juegan un papel fundamental. La forma en que nos relacionamos con los demás, el entorno social y las normas culturales afectan cómo interpretamos las interacciones. Estas dinámicas son tan poderosas que incluso si no somos conscientes de ellas, nuestro cuerpo puede registrar las emociones subyacentes y reaccionar en consecuencia.
La presión social también puede influir en nuestras percepciones. En culturas donde el bienestar emocional y la armonía social se valoran mucho, la presencia de personas que transmiten emociones negativas puede generar una sensación de desequilibrio. Esta percepción de discordia social se traduce a menudo en la sensación de «malas vibras». En cambio, en entornos más relajados o saludables, es menos probable que se experimenten estas sensaciones.
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