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Ni agua caliente ni sal: el eficaz truco que recomienda la DGT para quitar el hielo del parabrisas del coche

La Dirección General de Tráfico (DGT), organismo autónomo del Ministerio del Interior encargado de la gestión del tráfico, incorpora de forma periódica recomendaciones relacionadas con las condiciones meteorológicas adversas. Entre ellas se encuentra el modo correcto de quitar el hielo del parabrisas, una tarea que, pese a parecer sencilla, puede derivar en daños materiales.

El descenso térmico previsto en los próximos meses anticipa episodios de heladas que afectan directamente a los vehículos estacionados en exteriores. En este contexto, la DGT insiste en que existen técnicas que reducen el riesgo de rotura del cristal y evitan forzar componentes del sistema de climatización.

¿Cómo recomienda la DGT proceder para quitar el hielo del parabrisas?

En principio, el organismo subraya que la eliminación del hielo debe realizarse mediante un incremento gradual de temperatura y sin recurrir a métodos caseros que generen contrastes térmicos. Para ello, específica varios pasos considerados seguros para el cristal y el resto de elementos del vehículo.

1. Poner el motor en marcha y activar la calefacción

La DGT indica que el proceso comienza arrancando el motor y encendiendo la calefacción con el ventilador al máximo, dirigiendo el flujo de aire hacia el parabrisas. Este aumento térmico paulatino facilita que el hielo vaya desprendiéndose sin comprometer la superficie del cristal.

La recomendación incluye evitar esperar a que el motor alcance temperatura antes de activar la calefacción, puesto que ese salto térmico podría causar una fisura.

2. Uso de descongeladores específicos

Los productos destinados a descongelar cristales constituyen una alternativa válida. Aunque su precio es superior al de otros métodos, su formulación permite actuar sobre capas de hielo más densas sin dañar elementos del vehículo.

3. Aplicación de alcohol sobre el cristal.

El alcohol presenta un punto de congelación inferior al del agua, por lo que puede utilizarse en casos en los que la capa helada no sea demasiado gruesa.

En situaciones de hielo más compacto será necesario combinarlo con una rasqueta de plástico. La DGT destaca que no debe rellenarse el depósito del limpiaparabrisas con alcohol, ya que el sistema podría deteriorarse.

4. Rascar el hielo de manera controlada

Una vez que el hielo comienza a aflojarse, la rasqueta de plástico es la herramienta indicada para retirarlo. En ausencia de ella, se puede recurrir a objetos plásticos ligeros como una tarjeta o la carcasa de un CD.

La advertencia es clara: no deben emplearse utensilios metálicos o demasiado rígidos, ya que pueden rayar el cristal.

5. Accionar el limpiaparabrisas al final del proceso

Tras haber eliminado la capa principal de hielo y asegurarse de que las escobillas no están adheridas, puede activarse el limpiaparabrisas y los dosificadores de líquido siempre que el depósito contenga un producto anticongelante. De este modo se obtiene una visión clara y se evita que el sistema sufra daños.

6. Retirar el hielo de los faros

La visibilidad no depende solo del parabrisas. En vehículos con faros halógenos puede bastar con encender las luces durante un tiempo para que el calor expulsado facilite el proceso. En tecnologías más modernas, en cambio, es necesario retirar el hielo manualmente, ya que el calor generado es menor.

Acciones que la DGT desaconseja para quitar el hielo del parabrisas

La DGT insiste en que las prácticas detalladas a continuación siguen siendo frecuentes pese a representar un riesgo elevado para el vehículo:

Otros métodos para eliminar el hielo del coche

Para concluir, además de las recomendaciones de la DGT, diversas fuentes del sector automovilístico apuntan a técnicas complementarias capaces de mejorar el proceso, siempre dentro de parámetros seguros. Estos son las técnicas menos conocidas pero igual de útiles:

La DGT recuerda que una manipulación inadecuada del hielo compromete tanto el estado del vehículo como la seguridad en carretera, ya que una visión defectuosa supone un riesgo añadido en condiciones ya de por sí adversas.