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La desgarradora confesión de un científico tras operarse el cerebro a sí mismo

La desgarradora confesión de un científico tras operarse el cerebro a sí mismo ha dejado al mundo en shock. En una época en la que la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados, es difícil imaginar que alguien pueda tomar una decisión tan arriesgada y peligrosa. Sin embargo, esta es la historia de un hombre que decidió experimentar con su propio cuerpo en busca de respuestas sobre el funcionamiento del cerebro humano y el mundo de los sueños. ¿Qué lo llevó a tomar esta decisión? ¿Cuáles fueron las consecuencias?  Descubre ahora lo que le ocurrió y por qué decidió operar su propio cerebro.

La historia de un científico tras operarse el cerebro

El nombre del hombre que se operó el cerebro así mismo es Michael Raduga. Un científico ruso que explicó que decidió operarse en el salón de su casa. Raduga no lo dudó y con el objetivo de «controlar los sueños lúcidos», se preparó para la operación viendo vídeos de YouTube. El científico, quien no tiene formación en neurocirugía, se operó para implantarse un electrodo y así controlar sus sueños. Durante el proceso, perdió más de un litro de sangre tal y como él mismo ha explicado en Twitter.

Aunque su idea tiene muchos seguidores en Rusia, ha sido muy criticada por neurocirujanos debido a los problemas que puede acarrear. Alex Green, neurocirujano consultor de la Universidad de Oxford, declaró que es algo extremadamente peligroso y que podrían haber ocurrido todo tipo de complicaciones.

La confesión desgarradora del científico tras operarse

Sin embargo, Raduga afirma que después de la operación se duchó y trabajó 10 horas seguidas sin que nadie se diera cuenta. Para realizar la intervención, no solo vió vídeos de YouTube como mencionamos, sino que no dudó a la hora de experimentar primero con algunas ovejas. Finalmente, decidió quitarse el electrodo a las 5 semanas porque aunque considera un éxito lo que ha hecho, su deseo es poder encontrar personas que no lo duden a la hora de someterse a lo mismo, es decir: llevar implante cerebral para tener sueños lúcidos más eficientes. Además, ha hecho una confesión desgarradora en redes: «Estaba listo para morir».

La historia de Raduga es desgarradora y muestra hasta qué punto algunas personas están dispuestas a arriesgar su vida para entender mejor el cerebro humano y el mundo de los sueños. Aunque su experimento fue peligroso y no recomendable, nos hace reflexionar sobre los límites de la ciencia y la ética en la investigación.