Cultura

Julia Navarro, escritora: «Los totalitarismos, da igual de qué color se pinten, son lo mismo»

"Aprendamos a decir 'no' a los nuestros"

"Ahora hay mucha gente que prefiere hacer una renuncia de su libertad para ser políticamente correcta y no ser señalada"

"Las feministas de hoy han abandonado realmente los problemas que seguimos teniendo las mujeres en la sociedad"

«Los totalitarismos, da igual de qué color se pinten, de rojo o de azul, son lo mismo. Todos tienen en común que cercenan la libertad de los ciudadanos», dice la escritora Julia Navarro en esta entrevista en El Foco de OKDIARIO.

Los refleja en El niño que perdió la guerra, su última novela, en la que nos traslada al complicado momento del final de la Guerra Civil española y la Rusia de Stalin. En sus páginas se narran las ideologías extremistas –el franquismo, el estalinismo y el comunismo– expresadas y defendidas por sus protagonistas con el mayor radicalismo; también los desencantos que algunos de esos apasionados defensores sienten cuando ven que los propósitos de aquellos a los que apoyan eran únicamente palabras; ese mirar ciego para no ver. Y, con mucha serenidad, sugiere: «Aprendamos a decir ‘no’ a los nuestros». Ella cuenta lo difícil que es decir oponerse a los que se ha apoyado siempre, a los que se supone que eran los tuyos o todavía son los tuyos; las consecuencias de la coherencia y el coraje; el exilio voluntario de aquellos que dicen «no» a lo que nunca quisieron, aunque lo hagan los suyos.

Es lo que le ocurre a Clotilde Sanz en España —caricaturista que publica en diarios republicanos, en los últimos meses de la Guerra Civil con la caída de la inminente República— y a Anya Petrova, Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva en Rusia —sospechosas por su poesía y perseguidas por dar su opinión y rebelarse contra el régimen de Stalin—. Vidas paralelas en mundos que se dicen diferentes, pero con grandes similitudes. En el centro, un niño, Pablo, exiliado forzoso a Rusia, separado de sus padres, integrándose en una nueva familia, con una nueva madre que lo amará, pero que no le podrá evitar el desarraigo y el dolor. Como la propia autora dice: «Los niños siempre pierden las guerras de sus padres».

El libro, fruto de su preocupación por el mundo actual, es también un homenaje a Anna Ajmátova, poeta de la Edad de Plata de la literatura rusa, referente cultural, perseguida por el régimen y la detención e incluso fusilamiento de la gente a la que ella quería; muestra de que la libertad de expresión se puede pagar muy cara.

Julia Navarro reconoce que siempre le asustan los intentos del poder por recortar la libertad de expresión y le preocupa la disfunción que se produce en la sociedad para que haya ciudadanos que se abran a una autocracia. «Hay que evitar que haya tentaciones por parte de los políticos de deslizarse con actitudes autocráticas que puedan deshacer todo lo que se ha hecho durante los últimos cuarenta años». Por eso, afirma que «la mejor ley de prensa es la que no existe. La libertad de expresión siempre está en peligro, debemos cuidarla y estar alerta».

No es casual ese homenaje. Feminista convencida desde su juventud dice claro que «los hombres han escrito la historia y se han olvidado de contar que nosotras también estábamos ahí; que sin nosotras no hay historia». Ella sufrió dificultades en sus inicios como periodista y trabajó para vencerlas. «Cuando empecé a hacer periodismo político, me costaba conseguir entrevistas por ser mujer. Tuvimos que crear los desayunos del Ritz como tertulia de varias periodistas para conseguir que vinieran hombres a conversar con nosotras».

Poniendo el ojo en hoy, piensa que «la cuarta ola del feminismo tiene falta de generosidad de reconocer que si ellas están hoy aquí se debe a la lucha y el sacrificio de otras mujeres antes que ellas» y aclara que «las feministas de hoy han abandonado realmente los problemas que seguimos teniendo las mujeres en la sociedad». Fijándose en las medidas adoptadas también es clara: «No me gusta alguna de las leyes que ha hecho el actual Gobierno borrando a las mujeres».

Mira a nuestro país y le preocupa la cultura. Le costaría decir cuál es el peor ministro de educación que hemos tenido en democracia.
Centrándonos en la historia, asevera: «Cuando los políticos meten las manos en ella, termina habiendo una historia de parte. Eso ya no es historia. Yo no creo en la memoria histórica si no la han escrito los historiadores».

Dice que los temas la eligen a ella. No piensa en nadie cuando escribe, sólo sigue su instinto. «Si pensara en los lectores cuando escribo, estaría traicionando a los lectores y a mí misma». Sobre el éxito, ella que conquistó a millones de lectores con su primera novela La hermandad de la Sábana Santa, que continuó haciéndolo con La Biblia de barro y de ahí con cada una de sus siguientes novelas, vendiendo millones de ejemplares, no considera que lo haya alcanzado; no le gusta pensar en él e insiste en que hay que estar preparado para defraudar».