Padilla y Roca Rey cortan una oreja cada uno en la Feria de San Miguel de Sevilla
Una oreja cada uno pasearon este sábado Juan José Padilla, que se despedía de Sevilla, y el peruano Andrés Roca Rey en la decepcionante tarde de toros acontecida en Sevilla, segundo festejo de su feria de San Miguel.
El poderoso reclamo de Roca Rey había vendido todo el papel una semana antes del festejo pero el lamentable encierro de los tres hierros de la casa Matilla acabó defraudando la enorme expectación despertada.
El público, eso sí, trato con exquisita delicadeza y cariño a Padilla en el último toro que mataba en la plaza de la Maestranza y reconoció el sincero esfuerzo del peruano, que despidió hoy su temporada.
La banda arrancó a tocar ‘Gallito’ al primer muletazo. Era el último toro que Padilla mataba en la plaza de la Maestranza, un escenario que le ha visto enfrentarse durante una década entera a la corrida de Miura o le ha contemplado, en su segunda época, salir por la Puerta del Príncipe en una tarde abrileña. La plaza, todo su público, mostró una exquisita sensibilidad para reconocer esa trayectoria.
Pero a Juan José Padilla ya le habían recibido con una fortísima ovación que el jerezano recogió desde los medios después de romperse el paseíllo. El Ciclón llegaba a Sevilla tocado con ese pañuelo negro que tapa las últimas cicatrices y, de alguna manera, se ha convertido en el emblema de sus postreras andanzas en los ruedos.
El tardo y aplomado ejemplar que hizo primero no le iba a permitir pasar de los muletazos genuflexos con los que inició su labor después de dejar pasar el segundo tercio.
Pero cuando salió el cuarto pesó más su hoja de servicios que el indudable desgaste que ya no puede ocultar el ‘Pirata’. Ese cariño se hizo patente desde el primer al último pase de una faena más entregada que brillante que brindó a sus médicos.
Muerto el toro y cortada una oreja marcada por el cariño y el reconocimiento del público sevillano, se puso definitivamente en su salsa despidiéndose de toreros, del público, de los facultativos, hasta de la banda de música en una apoteósica vuelta al ruedo en la que no faltó la bandera pirata. Atrás quedan veinte años como matador en el ruedo del Baratillo. Se le recordará con cariño.
Ése fue el capítulo sentimental de una decepcionante tarde en la que falló estrepitosamente el ganado escogido para la ocasión. Las circunstancias de esta corrida habrían merecido otra apuesta. Con los mimbres que eligieron la empresa y los toreros se pudo hacer muy poco.
Roca despedía su temporada esta tarde en la plaza de la Maestranza y sólo pudo esbozar dos muletazos cambiados de rodillas con el tercero. El animal, rajado por completo, se rompió una mano obligando a abreviar al diestro peruano, que echó toda la carne en el asador en el sexto sin importarle sus muchos defectos.
Esa faena fue el único contenido auténticamente taurino de la tarde. El joven matador limeño se entregó a tope, toreándolo mucho mejor de lo que merecía una embestida descompuesta a la que acabó sometiendo con temple, hondura y excelente trazo. El trasteo acabó, en el filo de la navaja, jugándosela por bernardinas. La gente, que había ido a verle pidió la oreja que paseó con la noche caída.
En medio de Padilla y Roca había actuado Morante de la Puebla que trufó su actuación de momentos de excelsa calidad con capote y muleta sin poder redondear faena con ninguno de sus toros.
El primero de ellos se acabó desentendiendo de la faena y el segundo, al que arrancó un puñado de redondos y ayudados de gran sabor, acabó huyendo hasta de su sombra. Aún le queda otra tarde para cerrar campaña.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de los tres hierros de la familia Matilla, mal y desigualmente presentados.
Juan José Padilla, silencio y oreja.
Morante de la Puebla, silencio y ovación.
Roca Rey, silencio y oreja.
La plaza registró lleno de «no hay billetes» en tarde muy calurosa.