Ciencia
Paleontología

Al filo de lo imposible: una manada de leones mata a un mamut y 39.000 años después recuperamos su ARN congelado

  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

La paleontología siempre encuentra la forma de sorprendernos, y este caso es una prueba más. La historia la protagoniza un mamut y una manada de depredadores que lo atacaron en plena estepa siberiana. Lo curioso es que, congelado durante casi 40.000 años, este animal ha permitido recuperar el ARN más antiguo del que se tiene constancia.

El estudio titulado Ancient RNA Expression Profiles from the Extinct Woolly Mammoth explica cómo un equipo internacional ha conseguido descifrar qué genes estaban activos en el mamut poco antes de morir. Y, además, detalla la colaboración entre la Universidad de Estocolmo, el Centro de Paleogenética y varias instituciones europeas y estadounidenses que han hecho posible este hallazgo.

El hallazgo del mamut que conservó el ARN más antiguo

La pieza central del trabajo es Yuka, un ejemplar juvenil encontrado en Yakutia con un nivel de conservación que sigue sorprendiendo incluso a los investigadores que lo estudiaron.

El frío permanente del permafrost mantuvo su musculatura, su piel y parte de su pelaje en muy buen estado. Gracias a ello, los científicos pudieron rastrear fragmentos de ARN que reflejaban actividades celulares en marcha en los últimos momentos de vida del animal.

Entre esos fragmentos aparecieron genes implicados en la contracción muscular y señales claras de estrés celular, algo que encaja con un ataque de leones cavernarios. El análisis molecular respalda lo que ya sugerían las marcas en el cuerpo del mamut.

Aunque durante años se dio por hecho que era hembra por la forma de la zona genital, las secuencias revelaron que era macho. El artículo plantea ambas posibilidades: o hubo una confusión en la primera inspección o Yuka presentaba una anomalía en su desarrollo sexual.

Otro elemento clave del estudio fue la detección de microARN con mutaciones específicas de los mamuts, lo que despejó cualquier duda sobre contaminación moderna. Incluso identificaron dos candidatos a microARN nuevos, exclusivos de proboscídeos, que no se habían descrito antes. El hallazgo señala que el ARN puede aportar capas de información que el ADN, más estático, no recoge.

Cómo recuperaron el ARN del mamut

Según el estudio, todo esto ha sido posible gracias a una mezcla de conservación extrema y técnicas diseñadas casi al milímetro. El permafrost actuó como un congelador natural que frenó la degradación justo después de la muerte del animal. Sin ese hielo permanente, el ARN habría desaparecido al poco tiempo.

El equipo tomó porciones diminutas de músculo y piel, las procesó con reactivos que protegen las moléculas frágiles y convirtió ese ARN antiguo en ADN complementario para poder secuenciarlo.

Después tuvieron que descartar contaminación, comparar miles de fragmentos con genomas de elefantes modernos y reconstruir el mapa de genes que estaban activos en ese tejido hace casi 40.000 años.

Ese proceso permitió identificar una firma molecular muy concreta. La mayor parte del ARN procedía de fibras musculares de contracción lenta, algo que hoy se asocia a resistencia y actividad prolongada.

El estudio demuestra que el ARN puede sobrevivir mucho más de lo que se creía, lo que abre la posibilidad de estudiar procesos biológicos en especies extinguidas con un nivel de detalle que hasta ahora parecía inalcanzable.