Esto es lo que dice la ciencia sobre cubrir el asiento de un baño público con papel higiénico
Usar papel higiénico para cubrir el asiento en un baño público es un gesto casi automático para muchas personas. Ya sea por precaución o simple aprensión, la idea de evitar el contacto directo con el asiento parece una forma lógica de protegernos de bacterias. Esta práctica, aparentemente inofensiva y hasta razonable, está más arraigada en nuestra psicología que en fundamentos científicos. ¿Realmente sirve de algo cubrir el inodoro con papel? ¿Nos protege o podría incluso hacernos más vulnerables?
Los baños públicos no son precisamente los lugares más tranquilos para quienes se preocupan por la limpieza. La simple idea de tener que usarlos provoca ansiedad en muchas personas. Por eso, no es raro que al entrar se recurra a medidas como cubrir el asiento con varias capas de papel. Nos sentimos más seguros, menos expuestos, más limpios. Pero esa seguridad es muchas veces ilusoria. Diversos estudios científicos y expertos en microbiología han evaluado esta costumbre, y lo que han descubierto cambia por completo nuestra percepción de lo que realmente es higiénico.
¿Es recomendable cubrir el asiento de un baño público?
Lo primero a tener en cuenta es que el asiento del váter no es tan sucio como creemos. Según el doctor Philip Tierno, microbiólogo de la Universidad de Nueva York, hay muchos objetos cotidianos más contaminados que un asiento de baño, como nuestros teléfonos móviles, que pueden tener hasta 10 veces más bacterias. De hecho, la piel de nuestros glúteos actúa como barrera natural ante microorganismos comunes. Así que, salvo que el asiento esté visiblemente sucio o tengamos alguna herida abierta en la zona de contacto, el riesgo real de contagio es muy bajo.
Entonces, ¿por qué usamos papel higiénico para cubrir el asiento? La respuesta está más en la psicología que en la biología. Cubrir el asiento nos da una sensación de control, de protección. Pero esta percepción no se corresponde con la realidad. El papel higiénico no está diseñado para ser una barrera microbiológica eficaz. Como explicaba Harry Herz, investigador del Instituto Nacional de Tecnología de Estados Unidos (NIST), los poros del papel son más grandes que muchas bacterias o virus, lo que hace que su efectividad para bloquear estos microorganismos sea prácticamente nula.
Consejos adicionales
Incluso si colocamos varias capas, el nivel de protección sigue siendo limitado. En realidad, lo que más influye en la higiene de un baño público no es el contacto con el asiento, sino otros factores menos visibles pero más importantes, como los aerosoles generados al tirar de la cadena. Estas diminutas partículas pueden flotar en el aire durante minutos y transportar microorganismos, sobre todo si el inodoro ha sido usado por una persona con una infección reciente.
Aquí es donde la ciencia realmente pone el foco: en lo que no vemos. Al tirar de la cadena con la tapa del váter abierta, se liberan pequeñas gotas al ambiente que pueden alcanzar superficies cercanas, incluido el papel higiénico que luego usaremos o incluso nuestras manos. Por eso, una de las recomendaciones clave de los investigadores es bajar siempre la tapa antes de tirar de la cadena. Este simple gesto puede reducir significativamente la dispersión de bacterias en el aire.
Además, se ha detectado que los secadores de manos por aire, esos que encontramos frecuentemente en baños públicos, no son la mejor opción desde el punto de vista sanitario. Según estudios de instituciones como la Universidad de Leeds, estos dispositivos pueden esparcir bacterias por el ambiente debido a la fuerza del aire y la humedad acumulada en su interior. En su lugar, los científicos recomiendan usar toallas de papel para secarse las manos, ya que reducen el riesgo de contaminación cruzada.
Y es que el lavado de manos sigue siendo, con diferencia, la medida más efectiva para evitar infecciones en baños públicos. Un lavado correcto, con agua y jabón durante al menos 20 segundos, elimina la mayoría de los gérmenes adquiridos por contacto. A esto se suma el secado adecuado, preferentemente con toallas de papel, y evitar tocar superficies innecesarias después de lavarnos.
Ventilar los espacios es otra recomendación práctica. Si el baño tiene una ventana o se puede dejar la puerta abierta por unos minutos sin comprometer la privacidad, esto ayuda a dispersar posibles aerosoles y mantener el ambiente más saludable.
Curiosamente, esta falsa sensación de seguridad que nos proporciona cubrir el asiento de un baño público se puede volver en nuestra contra. A menos que el asiento esté visiblemente sucio, no hay motivos para preocuparse excesivamente por su higiene. Más relevante es prestar atención a la limpieza de nuestras manos, evitar aerosoles, secarnos adecuadamente y minimizar el contacto con superficies contaminadas.
Los hábitos de higiene en espacios compartidos como los baños públicos deben adaptarse a lo que realmente funciona. La buena noticia es que estas recomendaciones no requieren grandes esfuerzos ni materiales costosos. Simplemente, más conciencia y pequeños cambios que pueden tener un gran impacto en nuestra salud y la de quienes nos rodean.
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