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Explora la ecuación de Dirac y su vínculo simbólico con el amor desde la física y la filosofía

Explora la ecuación de Dirac y su vínculo simbólico con el amor desde la física y la filosofía. Te dejamos aquí algunos datos.

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  • Francisco María
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El uso de términos de la física para tratar de explicar las relaciones entre los seres humanos no es nada nuevo. Hablamos de sentimientos de atracción, de estar bajo la órbita de alguien, de flotar libres de la fuerza de gravedad, o de personas que parecen poseer una energía oscura.

En años recientes se ha puesto de moda hablar de la física cuántica, y usar este adjetivo que pertenece de forma legítima a la física para explicar relaciones sociales y personales, y es curioso, porque si hay algo que casi nadie entiende, además del amor, es la mayor parte de la información que actualmente abarca esta rama de la física.

Su capacidad para anticipar la existencia del positrón antes de ser observado revela algo fascinante: a veces una ecuación puede adelantarse al propio mundo. Desde ahí nace una pregunta inevitable: ¿puede la física, con toda su precisión, ofrecernos alguna luz sobre algo tan íntimo e impredecible como el amor?

Dirac y su ecuación

Paul Dirac fue un matemático y físico teórico que nació en Bristol, Reino Unido, en 1902, y que a los 26 años formuló una ecuación que, eventualmente, sirvió para predecir la existencia de la antimateria y el comportamiento de partículas como los electrones.

Por esta ecuación, universalmente conocida como la “ecuación de Dirac”, le fue otorgado el premio Nobel de física en 1933, junto con Erwin Schrödinger (el famoso físico del gato que puede estar vivo o muerto al mismo tiempo).

Dirac publicó su ecuación en un artículo que ahora es parte de la historia de la física contemporánea, titulado The Quantum Theory of Electron, y en el que describía el comportamiento del electrón, pero también predecía la existencia de la antimateria y del positrón.

Esta es la ecuación: (∂ + m) ψ = 0, que abarca matrices con determinadas propiedades matemáticas, la masa de una partícula e información sobre su estado cuántico.

A través de esta ecuación, Dirac estaba explorando y llevando elementos de la teoría de Einstein a otro nivel, y de esta manera también estaba creando las bases teóricas para nuevos descubrimientos en el campo de la física cuántica.

La “ecuación del amor”

¿Cómo una fórmula tan compleja puede convertirse en la “ecuación del amor”? Con Einstein y otros físicos contemporáneos, la física, que antes era newtoniana y en apariencia bastante comprensible, dio un salto que dejó a oscuras a gran parte de la humanidad, que sigue sin comprender los principios básicos de la teoría de la relatividad y que claramente no entiende nada de la física cuántica.

Pero eso nunca ha sido un problema para algunos escritores de manuales de autoayuda, y para divulgadores en las redes sociales, intentar asociar principios e ideas de la física moderna con las relaciones humanas.

Estos divulgadores han tomado una idea derivada de la ecuación de Dirac, la del entrelazamiento cuántico, y la han llevado al campo amoroso. La idea es que cuando dos sistemas interactúan y luego se alejan “siguen siendo parte de un mismo sistema”.

En términos sentimentales: si dos personas tuvieron una relación en la que vivieron una serie de experiencia y compartieron emociones y sentimientos, aunque luego se separen y se alejen, seguirá existiendo una relación, seguirán formando parte de “un mismo sistema”.

El error en la “ecuación del amor”

Los físicos y divulgadores científicos que se han ocupado de esta curiosa interpretación de la ecuación de Dirac han señalado algo clave, y es que este entrelazamiento cuántico solo se da en sistemas atómicos y subatómicos, y no se produce en dimensiones macroscópicas, como el espacio donde habitualmente vivimos.

Esto convierte la “ecuación del amor” en una metáfora romántica, que no tiene ninguna base científica.

Con la física cuántica pasa como con el taoísmo: cuando creemos saber lo que es el tao, seguramente estamos equivocados.

Es un lugar de la ciencia fascinante y lleno de descubrimientos asombrosos, que no se pueden comprender cabalmente si no se tiene un buen dominio de la matemática, una rama del conocimiento que rara vez se lleva bien con el amor.

Como conclusión

En el fondo, la física puede iluminarnos sobre los cimientos materiales del amor, pero no puede describir la vivencia íntima que lo convierte en algo tan decisivo. Las emociones humanas emergen donde se cruzan leyes físicas, estructuras biológicas y relatos personales que construimos para darle sentido a lo que sentimos. Puede que nunca exista una ecuación para el amor, pero quizá tampoco la necesitemos: a veces basta con reconocer que, entre partículas y palabras, seguimos buscando comprender por qué alguien nos conmueve de una manera irrepetible.

Quizá esa mezcla de misterio y claridad sea precisamente lo que nos mantiene atentos, dispuestos a entrelazar razón y sentimiento sin exigir que uno anule al otro. Al final, entender el amor desde la física no busca reemplazar la experiencia, sino acompañarla: ofrecer un marco que nos recuerde que incluso nuestras emociones más profundas forman parte de un universo lleno de conexiones invisibles que siempre nos sorprenden.

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