Ciencia
EL FUTURO QUE NOS ESPERA

Aubrey de Grey: «Estamos cerca de revertir el envejecimiento para ser biológicamente más jóvenes»

Los últimos avances en ciencia y tecnología han adentrado a la humanidad en un futuro incierto cargado de esperanzas y de incógnitas. Tan fascinante como inquietante, el futuro de la especie humana camina hacia un mundo de humanos cada vez más longevos mezclados con tecnología. ¿Qué nos espera? El gerontólogo biomédico inglés Aubrey de Grey lo tiene claro: «Estamos bastante cerca de revertir el envejecimiento para que seamos biológicamente más jóvenes». Con esta afirmación comienza la entrevista.

Aubrey de Grey lleva 30 años buscando que la humanidad rejuvenezca y que cada uno de sus individuos se mantenga joven y sano mientras lo desee. Con este fin, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar el envejecimiento y a buscar formas de combatirlo. Para ello, en 2009, dio vida a la Fundación SENS. Su teoría SENS propone que el envejecimiento es causado por el daño molecular acumulado en el cuerpo a lo largo del tiempo, y que podemos combatir este daño a través de la ingeniería molecular y celular. Para ello, ha propuesto un marco denominado Estrategias para la Senescencia Negligible por Ingeniería (SENS) que se centra en reparar o eliminar los siete tipos de daños celulares y moleculares que causan el envejecimiento.

Las investigaciones y los avances de prestigiosos científicos a nivel internacional, como el premio Nobel Yamanaka o los españoles Carlos López Otín, Juan Carlos Izpisúa Belmonte o Manuel Serrano, entre otros, en materia de edición genética y estudio del envejecimiento, permiten poner más luz a su tesis. Afirma que el envejecimiento tan sólo es una enfermedad. Su forma de pensar se basa en la física, no tanto en la biología. Compara nuestro organismo con el motor y las piezas de un coche o de un avión porque los organismos vivos, al igual que las máquinas no vivas, se van dañando a lo largo de su existencia como consecuencia de su funcionamiento normal. Este argumento, tan elemental como simple y, al mismo tiempo, tan complejo, es el que le ha llevado a pensar que lo importante no es entender cómo funciona un órgano, sino repararlo como lo hacemos con las piezas deterioradas de un coche.

Se mantiene firme en su teoría. Asegura poder hacerlo porque es libre. Lo asevera con claridad. Rotundo y relajado: «La mayoría de mis colegas están sometidos a las presiones políticas porque tienen que preocuparse de seguir recibiendo financiación; yo he tenido la gran suerte de llegar a una posición en la que me financian porque digo lo que es realmente cierto». En este propósito cuenta con el apoyo de los transhumanistas que creen que la tecnología puede ayudar a superar las limitaciones biológicas y aumentar las capacidades humanas, permitiendo así una evolución más rápida y significativa de la especie humana. Esto puede incluir la mejora de la inteligencia, la salud, la longevidad, la resistencia a enfermedades y la capacidad de explorar el espacio.

Ha escrito numerosos artículos, dado incontables conferencias sobre el tema y recibido varios premios por sus contribuciones al campo de la investigación sobre el envejecimiento, entre ellos el Premio Heidelberg 2012 de la Asociación Alemana de Biogerontología y el Premio Isaac Asimov de Ciencia 2013 de la Asociación Humanista Americana.

De ser cierta su teoría, el curso de la historia humana cambiará. En esta misma línea, el «conocido transhumanista José Luis Cordeiro va más allá asegurando que estamos entre la última generación mortal y la primera inmortal». A cuál pertenezcamos, asegura que será nuestra elección. A sus teorías y las de Aubrey, se suman otros como David Wood y Michael Rae. Un futuro tan incierto como sus aseveraciones. Quizá seremos humanos menos humanos; seres que se eternizarán mientras lo deseen, ayudados por la biología y la IA, con nanorobots y microchips implantados, neuro-córtex exteriores conectados a esa IA, cerebros que tal vez se suban a la nube; seres con cerebros-máquina que se actualicen cada cierto tiempo como ocurre hoy con el hardware de nuestros ordenadores y teléfonos móvil. Suena a ficción, a mundo distópico propio de genios de la imaginación como Aldous Huxley, George Orwell, Neal Stephenson o Ray Bradbury; sin embargo, en parte lo tenemos con nosotros con implantes cocleares, retinas artificiales, exoesqueletos o brazos biónicos que se conectan el cerebro con el cerebro.

Rafael Yuste, neurobiólogo español catedrático en la Universidad de Columbia e ideólogo del proyecto Brain, impulsado por Obama para mapear el cerebro, asegura que la ciencia ya lee el cerebro y pronto desvelará hasta el subconsciente, registrar nuestra actividad y para manipularla. Lo hizo un equipo de la Universidad de Stanford en 2021 con enfermos que no pueden moverse ni hablar. Unos sensores en el cerebro consiguieron transcribir al 97% los pensamientos con una velocidad de escritura cercana a la que tiene una persona cualquiera mientras teclea en un móvil. Interfaces cerebro máquina (ICB) de gran utilidad para aquellos que están incapacitados. En 2020, científicos de Google y la universidad de Harvard crean un mapa 3D de un milímetro cúbico del cerebro humano. Elon Musk, Microsoft y Google, cada uno por su lado, están desarrollando interfaces. Y, mientras, el biotecnólogo Hashem Al-Ghaili asegura, pese a la negativa de la comunidad científica, que ya tenemos la tecnología para «cultivar» humanos (afirma que los ingenieros ya lo han logrado), pero las limitaciones éticas frenan su desarrollo por lo que únicamente se trata de una animación en 3D de 30.000 úteros artificiales.

Avances y avances para llevarnos a un híbrido que todavía nos cuesta imaginar. La cuestión abierta (y no poco controvertida) es el océano de posibles implicaciones que tendría si se logra encontrar una forma de detener o incluso revertir el proceso de envejecimiento. No digamos, si unimos la amortalidad con la tecnología…