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La ultraderecha separatista existe en Cataluña: busca espacio a costa de los ‘botiflers’ de ERC y JxCAT

El Frente Nacional de Cataluña tendrá como cabeza de cartel a Albert Pont, presidente del Círculo Catalán de los Negocios

Puigdemont tiene nuevo aliado: la ultraderecha xenófoba que llama «chimpancés» a los españoles

  • Agustín de Grado
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

Existe en Cataluña una ultraderecha independentista y xenófoba que cree que ha llegado su momento el próximo 14 de febrero, cuando el movimiento separatista acuda a las urnas más dividido que nunca desde 2012, año de lanzamiento del procés que acabó en el golpe del 1-O y la posterior condena de sus principales líderes. “Ahora puede elegir entre los de siempre, y seguir siendo un país ocupado, o el cambio para lograr una Cataluña libre”, proclama el Frente Nacional de Cataluña, que tendrá como cabeza de cartel a Albert Pont, presidente del Círculo Catalán de los Negocios.

Nunca hasta ahora el Frente Nacional de Cataluña había conseguido sumar a un personaje del relieve de Pont, que se ha incorporado al partido de ultraderecha a título personal a través de la plataforma independiente Vía Única con el convencimiento de que hay que defender sin complejos la vía unilateral hacia la independencia, dejada de lado tanto por ERC como por JxCAT (los botiflers, traidores en catalán) después de que sus líderes acabaran en la cárcel o dándose a la fuga y ahora hayan pactado la estabilidad con el Gobierno de España. Naturalmente, a la espera de los indultos.

La ultraderecha independentista y xenófoba había encontrado hasta ahora acomodo en los dos grandes partidos que, a derecha e izquierda, representan el nacionalismo excluyente en Cataluña. Con ellos compartía la necesidad de la “liberación nacional de Cataluña” y su rechazo a la inmigración que pueda disolver la imaginada identidad catalana. Así, Heribert Barrera, secretario general de ERC entre 1976 y 1987 y presidente de la formación de Gabriel Rufián de 1991 a 1995, defendió en un libro que «la inmigración es la principal amenaza de Cataluña, conseguimos superar las oleadas de andaluces pero ahora el catalán está en peligro. A mí me gustaría una Cataluña como la de la república, sin inmigrantes. Nadie me convencerá de que es mejor una Rambla con gente mestiza que una en la que sólo paseen blancos».

En una conversación con el propio Barrera en el libro Toque de atención, publicado en 2008, Jordi Pujol asintió respecto a la idea del republicano sobre la inmigración y fue más allá con los latinoamericanos: “Les cuesta entender la catalanidad”. La tesis del histórico presidente de la Generalitat es muy simple: la falta de lazos de la población musulmana con España haría más fácil su seducción por el independentismo, a diferencia del acervo común con los hispanoamericanos.

Con los dos partidos de la izquierda y la derecha catalana volcados en el desafío al Estado y en la promoción de un nacionalismo excluyente respecto a todo aquello que pudiera poner en peligro la identidad catalana, la ultraderecha no tenía espacio de crecimiento por mucho que proclamara que “el inmigrante ha de venir con un contrato de trabajo y la voluntad de adoptar la lengua y la cultura catalanas” y la necesidad de ejecutar sin miramientos un proceso de liberación nacional.

Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. El golpe separatista del otoño de 2017 queda muy lejos. Sus promotores están encarcelados, la independencia sigue tan lejos como entonces y toda aquella performance de falsa democracia se diluyó rápidamente, sin un movimiento de masas capaz de poner en marcha el Maidán catalán. Son ya tres años de promesas incumplidas por los de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, después de que la república se convirtiera en un quiero y no puedo de apenas siete segundos, y el Frente Nacional de Cataluña se ofrece ahora como el voto útil de quienes siguen siendo partidarios de la proclamación unilateral de la independencia. “No puedo resignarme a que alguien haga la independencia por nosotros, de aquí a una o dos generaciones. Tengo el convencimiento de que la única vía para lograr la independencia de Cataluña es la unilateralidad, pero no la podemos dejar en manos de partido políticos que no creen”, explica Pont en la carta que la que anunció su paso adelante como candidato del Frente Nacional de Cataluña.

El próximo 14 de febrero se verá cuántos catalanes son partidarios de la vía de la fuerza para llegar a la república, como defiende la ultraderecha separatista. El último sondeo del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales reflejó en noviembre que el “sí” a la independencia vive sus horas más bajas y ya está por debajo del 42%. En paralelo, el número de catalanes que desean que su comunidad autónoma continúe siendo parte de España no para de crecer desde 2018. El independentismo estafó a sus electores con promesas irrealizables. Las urnas dirán si la retórica sin sustancia sigue siendo una opción para catalizar sus votos.