Cataluña
Cinco años del 1-O

Así engañó Junqueras a Soraya: otro idilio que duró ‘un nanosegundo en el metaverso’

  • Vicente Mateu
  • Portadista en OKDIARIO. Anteriormente fui redactor jefe de Política, Sociedad y Cierre en EL MUNDO; asesor del Gabinete de la vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y Administración Territorial Soraya Sáenz de Santamaría; redactor de El Independiente... Y extremeño a mucha honra.

Oriol Junqueras, la eminencia gris del independentismo, vino bien enseñado de su estancia en El Vaticano para estudiar los archivos secretos de su famosa biblioteca y aprender nada menos que del todopoderoso Ratzinger. Lo suficiente para engañar a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, empeñada en lanzar una bienintencionada operación diálogo para desencallar la crisis política catalana.

El maquiavélico Junqueras dio cuerda a la vicepresidenta y se dejó querer. Pero sólo en apariencia. Un idilio que duró un nanosegundo en el metaverso, como reza la nueva física cuántica de Tamara Falcó. Fiel a las enseñanzas de la curia romana, el republicano interpretó perfectamente su papel y eligió el momento perfecto para que todo el mundo cayera en la trampa antes de romper el corazón a media España.

Con el Rey de cuerpo presente y Barcelona de escenario, la presunta operación diálogo se plasmó el 27 de febrero de 2017 en la inauguración del Barcelona World Mobile en una fotografía que era carne de portada: Junqueras y Soraya mirando al infinito del cielo y las manos del republicano descansando sobre los hombros de la mujer más poderosa de España en esos momentos.

Sin embargo, pocos meses después, aquellos meses de mensajes de whatsapp y promesas implícitas en negociaciones plagadas de sonrisas acabaron con un duro discurso del líder de ERC en el que destrozaba al Gobierno de la Nación y apostaba por la vía dura para conseguir la independencia de Cataluña. «Estado ineficiente y ruinoso que violenta los derechos de Cataluña», así describía Junqueras a España provocando un ataque de ira en La Moncloa tras semanas escuchando sus ataques -que luego se revelaron falsos- contra Puigdemont.

De nada habían servido los miles de millones habilitados por Guindos y Montoro -al que también cameló- para complacer las ansias de Cataluña, o mejor dicho de sus dirigentes. Aquel independentista que aparentaba ser la vía moderada y pragmática del separatismo se quitaba la careta y revelaba su verdadero rostro.