Ni castigos ni gritos: ésta es la mejor estrategia para que tus hijos dejen el móvil de forma voluntaria
En la era digital podemos seguir la estrategia que recomiendan expertos como Álvaro Bilbao
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En la era digital, cada vez más padres se enfrentan al mismo dilema: ¿cómo lograr que sus hijos dejen el móvil sin tener que recurrir a gritos, amenazas o castigos? Lo que a menudo empieza como un rato inocente frente a la pantalla acaba convirtiéndose en una rutina difícil de romper. En estos casos, recurrir a las reacciones más habituales como quitar el teléfono, imponer límites con enfado o castigar, pueden tener un efecto contrario al esperado: intensifican el conflicto y refuerzan el deseo del niño por seguir conectado.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres, ha abordado el tema de los móviles y los niños en su blog, donde advierte que las pantallas no sólo distraen, sino que también alteran la atención y la forma en que los niños se relacionan con el mundo. Según Bilbao, «Muchos padres todavía piensan que el hecho de que su hijo deslice el dedo por la pantalla con gran rapidez es indicativo de que tiene una gran inteligencia», pero recuerda que su cerebro se desarrolla a través de la interacción con el entorno físico, el juego libre y el contacto emocional. Por eso, más que prohibir el uso del móvil, es esencial ofrecer un contexto que favorezca esa conexión real con la vida. Con esto en mente, surge una estrategia distinta: una que no busca imponer, sino acompañar; no controla, sino que propone. Una alternativa más respetuosa y duradera que ayuda a los niños a dejar el móvil por voluntad propia, sin que eso se convierta en una batalla diaria. A continuación, te explicamos cómo ponerla en práctica.
La mejor estrategia para que tus hijos dejen el móvil
Para muchos padres, el móvil se ha convertido en una fuente constante de conflicto. Las escenas se repiten: llamadas de atención, advertencias que caen en saco roto, frustración al ver que sus hijos no responden… y al final, gritos, castigos o la típica frase de “¡dame ese móvil ahora mismo!”. Sin embargo, estas reacciones, aunque comprensibles, suelen resultar poco efectivas y solo agravan el problema.
Tal y como apunta Álvaro Bilbao, no se trata sólo de limitar el uso del móvil, sino de entender por qué el niño se aferra tanto a él. En uno de sus artículos más leídos, el neuropsicólogo recuerda que el sistema de recompensa del cerebro infantil se activa fácilmente con estímulos digitales, lo que hace que cueste desconectarse. Pero también señala que no todo está perdido: cuando los niños encuentran otras fuentes de motivación y conexión emocional, pueden dejar la pantalla de lado sin necesidad de imposiciones.
La clave, por tanto, no está en luchar contra el móvil, sino en romper ese círculo vicioso de tensión. El verdadero reto es acompañar el proceso con respeto, ofreciéndoles herramientas para autorregularse y motivaciones que vayan más allá del simple entretenimiento digital. La buena noticia es que esto es posible, y mucho más fácil de lo que parece cuando cambiamos el enfoque.
Por qué el conflicto no funciona
Cuando el adulto entra en modo control, el niño activa el modo resistencia. Es una reacción natural: cuanto más siente que pierde el control sobre su tiempo o sus decisiones, más se aferra a aquello que está en juego. El castigo puede cortar una conducta en el momento, pero no transforma el fondo del problema. Y gritar solo añade tensión emocional.
Además, imponer límites sin explicar ni negociar no enseña autorregulación. Lo que el niño aprende no es a dejar el móvil, sino a evitar que lo pillen usándolo. Y a largo plazo, este tipo de dinámica puede deteriorar la confianza entre padres e hijos, alimentar la desobediencia silenciosa y dejar una huella de incomprensión.
Por eso, si el objetivo es que los niños usen el móvil con equilibrio, lo más eficaz no es prohibir, sino enseñar a decidir. Y eso sólo ocurre cuando se sienten acompañados, escuchados y tratados con respeto.
La estrategia basada en la conexión y la motivación
Esta propuesta no parte del conflicto, sino de la colaboración. Se basa en tres pilares fundamentales: vínculo emocional, autonomía y alternativas. El primer paso es reconectar con tu hijo desde el interés genuino: preguntarle qué está viendo, qué juego le gusta, qué le divierte. No desde el juicio, sino desde la curiosidad real.
A partir de ahí, se puede establecer un diálogo donde se pacten tiempos de uso, momentos de desconexión y consecuencias acordadas. Que el niño participe en estas decisiones hace que se sienta parte del proceso y no una víctima de las normas.
El siguiente paso es ofrecer opciones atractivas que puedan competir con la pantalla: salir a jugar, preparar una receta, leer juntos, hacer deporte, pintar, construir… No se trata de llenar su tiempo de actividades dirigidas, sino de crear un entorno en el que el móvil no sea su única fuente de recompensa o evasión.
Sé el ejemplo que quieres ver
Este punto es tan evidente como difícil: si estás con el móvil en la mano todo el día, es complicado pedir que ellos lo dejen. Los niños aprenden sobre todo por lo que ven, no por lo que se les dice. Por eso, es importante revisar nuestros propios hábitos digitales y mostrar que también sabemos desconectar.
Puedes proponer momentos sin pantallas para todos: por ejemplo, durante las comidas, antes de dormir, o al llegar del cole. Convertir esos ratos en pequeños rituales familiares no solo ayuda a reducir el uso del móvil, sino que fortalece el vínculo y la comunicación.
Pequeños hábitos, grandes cambios
No hay magia ni soluciones instantáneas, pero sí hay una dirección clara: menos lucha y más conexión. Cuando los niños sienten que su mundo interior importa, que tienen voz y que hay otras formas de divertirse, la pantalla deja de ser el centro.
Poco a poco, ellos mismos empiezan a elegir cuándo usar el móvil y cuándo no. Porque lo hacen desde la comprensión, no desde el miedo. Y ese cambio, aunque sutil, marca la diferencia entre una imposición y una elección consciente.
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