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Pedro Sánchez, de escapada en escapada

El pasado 29 de noviembre, en la isla de Malta, en virtud de su cargo de secretario de la Internacional Socialista, Pedro Sánchez arengó a la concurrencia desde una posición de altura intelectual y moral. Nadie puede poner en duda su capacidad de actor teatral pues sus actuaciones son de alta calidad, sobre todo en el embuste. Así, la euforia mesiánica desatada en Malta, en inglés, debe compararse para delimitar su capacidad interpretativa con el «no recuerdo» o «no me suena» empleado durante varias horas en su última comparecencia en el Senado sin decir nada.

Tampoco es discutible su tenacidad, su adaptación al ambiente, su superlativo cinismo, su permanente falta de respeto o la evasión personal en situaciones poco favorables. No pocos comentan su presumible triada oscura de personalidad que combina maquiavelismo, narcisismo y psicopatía. En el extranjero lo tienen calado, se mueve como un apestado y en España engaña ya a pocos.

Hace tiempo que el Houston tenemos un problema se ha instalado en Moncloa de forma definitiva. Su actuación en el COVID 19 se distinguió por el escándalo de la venta de mascarillas y la inconstitucionalidad de los estados de alarma y cuarentena. En la DANA de Valencia estuvo a verlas venir al igual que el apagón general, aún sin explicar, en abril de 2025, y los incontrolados incendios del verano. En los tres casos debió declarar emergencia de interés nacional, pero su respuesta fue que me pidan ayuda, este problema no va conmigo a pesar de la gravedad de la situación.

El interés de Sánchez es Sánchez, el cortoplacismo es su guía de actuación y los efectos nocivos que produce configuran las próximas tareas a resolver. Su permanencia como presidente del Gobierno no se fundamenta en el bien general, se utiliza en su caprichoso interés personal. Es difícil suponer en un país de nuestro entorno a la esposa del respectivo presidente, procesada por asuntos en los que ejerció prevalencia por su relación marital, y que su marido continúe en el cargo. O que se den a conocer los asuntos delictivos continuados de personas de su máxima confianza en la organización del PSOE que ingresan en prisión y él mira para otro lado. Para rematar el desmadre la reciente condena al fiscal general del Estado por revelación de secretos que afectan a la actuación contra un enemigo político del presidente.

La gran cuestión es que un presidente del Gobierno, que carece de la necesaria mayoría parlamentaria constitucionalista para seguir siéndolo, tiene que hacer continuas concesiones, de más que dudosa constitucionalidad, sometiendo la gobernanza del país a separatistas, filoterroristas y comunistas, lo que representa una agresión a la Seguridad Nacional. Así, la Ley de Amnistía es uno de los altos precios que ha pagado Sánchez para alcanzar la presidencia, contradiciéndose radicalmente con declaraciones previas, sobre el golpismo catalán. La inconstitucionalidad de dicha ley ha traído al Gobierno muchos quebraderos de cabeza, que aún permanecen, y los amnistiados amenazan con repetir su conducta secesionista.

La falsa mayoría parlamentaria socialista en el Congreso impide gobernar a Sánchez, porque el verdadero poder lo ejerce un partido separatista catalán mediante veto parlamentario. Tampoco hay que olvidar el grosero y variopinto Gobierno que dista de ser un órgano colegiado. Entre tanto, el prestigio de España está por los suelos, se carece de política exterior y de Defensa, pero se coquetea con regímenes dictatoriales como el venezolano al que se prestan favores que van desde admitir el resultado fraudulento de las elecciones presidenciales venezolanas al sutil olvido de Corina Machado por su Premio Nobel de la Paz.

Cada día que pasa Sánchez en Moncloa es más peligroso para España pues al mal ambiente interno hay que unir la peligrosa tensión internacional y la enorme ineptitud y desvergüenza del presidente de un Gobierno inexistente.

Todo apunta a que si tiene que recurrir a la trampa, a la algarada, a la violencia con movimientos revolucionarios no lo dudará. Lo hemos visto con movilizaciones que han quebrado la Vuelta Ciclista a España usando las banderas palestinas, cuando sabemos quiénes estaban detrás de ellas.

Sabemos ya quién es el enemigo número uno de España, alguien que gobierna como un mafioso y esto nos obliga a recordar a los que respetan la Constitución que hay que trabajar juntos de forma urgente, hay que acordar una hoja de ruta para sacar a España del pozo negro en el que se encuentra. El Sr. Feijóo acaba de decir que el sanchismo está en la cárcel y lo primero que debería hacer es romper cualquier pacto que se haya hecho con Pedro Sánchez y su partido que ya no lo es, el PSOE. De nada sirven las manifestaciones contra Sánchez si luego cabalgamos en Europa o en España con él.