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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

La izquierda en Palma ha colonizado el espíritu del Día Internacional de la Danza

PalmaDansa ha demostrado la limitada capacidad de Cort para situarse en la cúspide en asuntos de artes escénicas

Coincidiendo con la explosión cultural que vivió Palma en la década de los años 80 del siglo pasado, la UNESCO siguiendo el consejo de la Comisión Internacional de Danza instituyó en 1982 el Día Internacional de la Danza, a celebrar en todo el mundo el día 29 de abril, fecha nada casual puesto que es el natalicio del bailarín y escritor francés Jean-Gabriel Noverre, autor de Lettres sur la danse et les ballets (1760), un escrito teórico considerado de manera unánime como el acta fundacional del llamado ballet de acción.

Hasta entonces la danza tenía más de divertimento y de intermedio en obras representadas en la corte que otra cosa. En el siglo XVIII es cuando inicia su recorrido el potencial de la danza para explicar historias basándose en su propio lenguaje y realmente comienza su camino independiente. Las cortes europeas –como ya ocurría con la música clásica- fueron las que ejercieron el mecenazgo hasta cuadrar una literatura dancística que ha llegado hasta el presente. Noverre fue profesor de danza en la corte de María Antonieta.

El esplendor de la danza en Palma tuvo lugar entre mediados de los años 90 y la desaparición de la Temporada de Ballet en 2010. De hecho, en los años 80 era la hermana pobre en el incendio cultural que se vivió entonces, pero la llegada del Día Internacional de la Danza sirvió de coartada para que una generación de bailarines unidos en modestas compañías indies viera el cielo abierto para presentarse ante su público potencial y el Ayuntamiento de Palma supo estar a la altura, comenzando a traquetear dansa al carrer.

No tiene nada de extraño, porque la iniciativa encajaba con el espíritu de la UNESCO al proclamar en 1982 el Día Internacional de la Danza: fomentar la participación y la atención de la opinión pública sobre la importancia del arte y la cultura de la danza. ¿Qué mejor fomento que la calle? De inicio la experiencia resultó modesta, aunque bajo la tutela de la Temporada de Ballet cabía interpretarla a modo del off off que acompaña a los grandes acontecimientos de las artes escénicas. Al menos anímicamente. Hasta que se acabó aquella maravillosa atalaya de grandes compañías internacionales y quedaron como secuela el añadido de Temporada d’Òpera i Ballet en el Teatre Principal de Palma (hoy desaparecido) y el Ciclo de Danza que se puede seguir desde hace siete años en el Auditórium de Palma, este año con Eduardo Guerrero, Maria Pagés y Sara Baras.

En 2011 el Ayuntamiento de Palma, siendo todavía alcaldesa Aina Calvo, creó PalmaDansa, que estos días ha cumplido su duodécima edición.

Lo siento por mi escepticismo sobre la capacidad de Cort para situarse en la cúspide en asuntos de artes escénicas, pero las cosas son como son. Mucha, demasiada actitud funcionarial, ajena al brillo que cabría esperar, y además ocurre exactamente lo mismo que con el programa de Sant Sebastià: todo cabe en el librillo, una plausible actitud de márquetin, aunque no todo sale de las tripas de la casa consistorial. En realidad, lo que es PalmaDansa se ve en la calle –el espacio natural de esta iniciativa- y en teatros municipales el resto, siendo al parecer el Teatre Xesc Forteza sede natural. Lo demás, son meros añadidos, independientemente de contactos entre instituciones que al ser de la misma cuerda no tienen mayor trascendencia.

En la edición actual, me llamaba especialmente la atención la performance de Baal Danza, Super Frau, después de ver el año pasado Baalconing, y por cierto presentada en la edición 2021 de PalmaDansa. Me interesó esta propuesta de una compañía independiente que apuntaba maneras. Esta vez, ya me ponía sobre aviso la motivación: “Crítica ácida al consumo de sexo por parte de la sociedad actual. Cómo el sexo, y el amor, se convierten en un consumo más por parte de hombres sin escrúpulos”. Es probable que fuera una errata del redactor o redactora de la nota de prensa, pero unir en el mismo predicado amor y “hombres sin escrúpulos” me puso enfermo. Olía sobradamente a un estúpido feminismo radical.

De todas maneras el 4 de mayo acudí a la Plaça del Mercat, con la esperanza de entender cuál era la naturaleza del mensaje. Pero, en la espera, cayó en mis manos el librillo de PalmaDansa contemplando lo propio y lo apropiado a lo Sant Sebastià. El prólogo, sin firmar, no tiene desperdicio, desde el primer párrafo donde la prioridad es ésta: «La danza como lenguaje contemporáneo, dialoga con su contexto, el cual en estos momentos está marcado por la desigualdad social, por la crisis de los derechos humanos y ecológicos, por la pandemia y por una situación geopolítica que cuestiona las premisas más básicas de la democracia». ¡Joder, joder, qué tropa! ¡Están colonizando el espíritu del Día Internacional de la Danza! Imagino que el escrito se debe al pesemero o podemita circunstancial encargado de rellenar el saludo a la efeméride.

Puesto en guardia llegaron las tres danzarinas robots o danzarinas muñecas hinchables para instruirnos sobre el feminismo 4.0. Absoluta decepción y quedo a la espera de que Baal Danza reivindique su mejor perfil. ¡Llamar al amor consumo sin escrúpulos! ¡Hay que joderse! Menos mal, que acabado el Cuaderno me iré al Principal a ver Hidden, después Bodas de Sangre y que le den a la extrema izquierda, en su empeño de condicionar nuestros valores.

De lo que trata el Día Internacional de la Danza es de reivindicar el arte y la cultura de la danza. ¿Qué hay de malo en ello? ¡Huevones!