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ELECCIONES 28M

Fulgencio Coll, el ex JEME de Zapatero que quiere ser alcalde de Palma con Vox

Quiero imaginar, que parte mayoritaria del electorado de Palma está por un cambio radical de rumbo, que es tanto como decir enviar al ostracismo, por tiempo indefinido y méritos propios, al Pacte de Progrés después de estos ocho años de no asistir a una gestión de Palma que merezca tal reconocimiento.

Recuerdo aquel comunista griego cuyo nombre he olvidado, que en el siglo XX fue elegido y reelegido alcalde de Atenas, por su compromiso, como le ocurrió tiempo después en Córdoba, a otro comunista, Julio Anguita. Nada importaba su ideología, y sí, en cambio, su capacidad de generar sinergias.

Pues bien. Con Fulgencio Coll Bucher (Palma 1948) es probable que pueda ocurrir lo mismo. Porque una ciudad se gestiona, mucho antes que sumirla en destrozas ideológicas al estilo de lo puesto en práctica por el Pacte desde 2019 hasta hoy. Un permanente despropósito, dicho sea de paso.

En cambio, los prejuicios apuntan a Coll Bucher, por ser candidato de Vox, partido interesadamente señalado por la izquierda como de extrema derecha para evitar por todos los medios que pueda prosperar. Con él se equivocan. Fulgencio Coll es un hombre de principios y que respeta al oponente por la simple razón de buscar el entendimiento a toda costa. La ciudad solamente necesita gestores con preparación y Coll sí ha desarrollado una brillante carrera militar basada, precisamente, en gestionar.

Su currículo da buena cuenta de ello. A las órdenes del presidente Zapatero, fue Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME) y además puso en marcha la Unidad Militar de Emergencias (UME), de la que ya conocemos su ejemplar capacidad de intervención, sólo ignorada por los separatistas, no así el resto de comunidades autónomas. Estamos hablando de un general de cuatro estrellas que ha desarrollado su carrera en democracia, merecedor de distinciones como Oficial y Caballero de la Legión de Honor, además de la Medalla de la ONU y otros reconocimientos otorgados por Italia y Polonia.

No ha sido un militar-gestor cualquiera, ni mucho menos. Su experiencia al mando le otorga la distinción de excelente gestión, que de eso va, ni más ni menos, el encargo de llevar las riendas de una ciudad como Palma, que al decir del otro candidato de la derecha, Jaime Martínez, debería ser capital cultural del Mediterráneo a lo que me apunto a pies juntillas y lo digo al ser consciente de que para desbancar al pérfido Pacte de Progrés, va a ser imprescindible el entendimiento de PP y VOX.

El primer trabajo de ambos será, forzosamente, desactivar las ruines mentiras de la extrema izquierda y acto seguido ponerse de acuerdo porque ambos se necesitan para dirigir el día a día de la capital balear con vocación de servicio y compromiso de dar lo mejor de sí mismos en beneficio de una ciudad friendly para Europa, si bien castigada por una inseguridad que en absoluto nos merecemos.

Fulgencio Coll Bucher, además, lleva en sus genes el despacho de alcaldía, puesto que su abuelo Juan Coll Fuster fue alcalde, como sus antepasados en el siglo XIX Juan Coll Crespí y el conde de San Simón. Parece necesario  insistir en que PP y Vox están llamados a entenderse. Desde luego acordar la gestión de Palma entre Fulgencio Coll y Jaime Martínez, sea uno de los dos alcalde, es trascendente, porque de lo contrario seguiríamos a merced de la ideología. Lo peor que le podría pasar a Palma, si de verdad es su deseo el convertirse en gran referente europeo y mediterráneo a la vez. Con el Pacte sabemos que eso es un imposible metafísico.

En definitiva, dependerá de Fulgencio Coll y el arquitecto Jaime Martínez (otro gran aval) convertir a Palma en el sueño que aguardamos después de la desastrosa experiencia de ocho inútiles años en manos de una tropa radical que no ha entendido nada.

Es muy importante que lo tengan en cuenta los empadronados nous vinguts -recién llegados- con derecho a voto, porque también de ellos dependerá soñar Palma como la ciudad que mira despierta al futuro sin dejarse la piel en estupideces a las que nos ha tenido acostumbrados un Pacte de banderolas y naderías.