Eduardo Guerrero, esa ‘rara avis’ de la danza española
El bailaor-bailarín regresó por cuarta vez a Palma el pasado 5 de abril con su coreografía 'Bailar no es sólo bailar'
Entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, gracias a presentaciones que tuvieron lugar preferentemente en el Auditórium de Palma, el público de Mallorca pudo acceder, sin intermediarios, a figuras centrales del baile flamenco, buena parte de ellas ligadas en algún momento de su carrera con el Ballet Nacional de España, cuyo principal legado ha sido preservar las tradiciones tanto de la escuela bolera como de la danza española en general.
Vimos desfilar por el escenario de la sala magna del Auditórium a Merche Esmeralda y junto a ella fuimos testigos de los comienzos de Sara Baras y de Eva La Yerbabuena. También se acercaron Antonio Canales y Joaquín Cortés o algunas de las grandes coreografías de Antonio Gades; además de la igualmente inimitable Cristina Hoyos. Todo ello reunido en un reducido espacio de tiempo: entre 1996 y 2015. Sin necesidad de mencionarlo me he referido expresamente a los contenidos inmensos de aquella Temporada de Ballet de Mallorca, que se llevó por delante la crisis económica de 2010.
Desde el año 2017 se viene celebrando en el Auditórium de Palma el Ciclo de Danza, que ya va por su novena edición y que cabe considerar heredero directo de aquella extraordinaria iniciativa ideada por Agustín Pinillos. Los carteles de las distintas ediciones, para ser sincero, han tenido sus más y sus menos, voluntariosos en cualquier caso y en ocasiones sorprendentes como es el caso de la presente edición con presencia de la Compañía de Danza de Nacho Duato y la compañía de la canadiense Marie Chouinard, que acudirá a su cita mallorquina el próximo 22 de mayo. Aunque lo recurrente en estos nueve años ha sido ponernos al día sistemáticamente, con aquellos trabajos de nueva factura tanto de Sara Baras como de Eduardo Guerrero.
Ambos son gaditanos, aunque sus trayectorias han tomado diferente rumbo. De Sara Baras ya tuvimos cumplida noticia durante la Temporada de Ballet presentando sus dos memorables coreografías, Juana La Loca y Mariana Pineda. El caso de Eduardo Guerrero sí está ligado exclusivamente a este Ciclo de Danza de nuevo cuño donde se ha presentado en cuatro ocasiones.
Eduardo Guerrero fue alumno entre otros de Antonio Canales, asimismo de Eva La Yerbabuena, además de formar parte del cuerpo de baile del Ballet Nacional de España. Sin olvidarnos de que también intervino Aída Gómez en su proceso evolutivo. Hoy Aída Gómez es quien trabaja en la Compañía de Danza de Nacho Duato para garantizar la preservación de la escuela bolera. La misma, Aída Gómez, que fue directora del Ballet Nacional de España y precisamente defenestrada después de presentar Carmen en Palma.
Para resumir, digamos que Eduardo Guerrero llegó en solitario a la escena, después de completar su formación en flamenco, danza española y danza contemporánea, además de ballet clásico. Fue el año 2011 cuando formó su propia compañía al objeto de explorar diferentes lenguajes de la danza y en la mayoría de los casos alejándose de los convencionalismos y siempre con profundo conocimiento y entendimiento de las raíces flamencas. Estos son elementos a tener muy presentes para entender de qué van sus evoluciones en escena, especialmente teniendo en cuenta que practica por lo general la danza en solitario, sin el apoyo de cuerpo de baile. Tiene sus razones.
Más bien tiene una explicación, puesto que hablamos de un bailaor-bailarín de fuerte tendencia a expresarse en solitario, por temperamento y depurada técnica. De hecho, solamente en una de sus cuatro visitas nos ha venido con el decidido apoyo de un cuerpo de baile. Pero vayamos por partes.
Sus dos primeras visitas fueron para presentarnos Faro, coreografía datada el 2017 y Callejón de los pecados, estrenada el 2021. Ambas en solitario y dejándonos claras muestras de su fortaleza física y depurada técnica. Todo un recital de figuras rebuscadas y bien perfumadas de inequívocas raíces. Y la novedad llegó con Debajo de los pies, incluyendo en directo la batería en algo que se anunciaba como el recreo de «las preocupaciones vitales por las que transitamos», llegando incomprensiblemente, tal vez estúpidamente, abrazado a la bandera palestina. ¿Era necesario? ¡Todo demasiado woke!
Su cuarto regreso tenía lugar el pasado 5 de abril, de nuevo en solitario. En realidad –tal vez- porque su forma de expresión es personal, intransferible. Eligió como título genérico de su coreografía estrenada el 2023 una alusión a la canción de Sergio Dalma de 1991, Bailar no sólo es bailar, cambiada sutilmente como Bailar no es sólo bailar, que ya son maneras. En realidad asistíamos a la vuelta a los orígenes. A sus raíces para ser concisos, viendo el flamenco como expresión de latidos: puros, territoriales y maternos.
Su inmensa presencia en escena en realidad no dejaba de ser una reflexión con voluntad de conciliar aprendizaje, memoria y camino recorrido. Tal vez sea un detalle a subrayar su manera de comunicarnos sentimientos, que tienen mucho que ver con su propia personalidad: un bailarín-bailaor, que mueve su fortaleza física y originalidad de figuras para narrarnos su razón de ser.
En definitiva, Eduardo Guerrero esa rara avis de la danza española.
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