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Entrevista

Francesc Oliveras: «El amor entre los padres es un modelo de inspiración para los hijos»

Impartió la primera charla del curso formativo para familias en relación con la adolescencia organizado por IFFD

Los colegios Aixa y Llaüt celebran un curso formativo para familias en relación a la adolescencia

«El amor entre los padres es un modelo de inspiración para los hijos». Esa fue una de las máximas repetidas la semana pasada en el colegio Aixa-Llaüt de Palma durante inicio del curso formativo para familias en relación con la adolescencia, organizado por la Federación Internacional para el Desarrollo de la Familia (IFFD). Durante los próximos viernes hasta el mes marzo se celebrarán cinco charlas que versarán sobre diferentes temáticas acerca de este período de la vida.

Adolescentes que cambiarán el mundo fue la primera charla impartida el pasado 13 de enero por Francesc Oliveras i Esbrí. Nacido en el Prat de Llobregat, Oliveras es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona, postgrados en Matrimonio y Familia (UIC), Mediación (FUNIBER) y Orientación Familiar (UIC).

Actualmente cursa un posgrado en Afectividad y Sexualidad (UFV) y es profesor desde hace 25 años en el Colegio Xaloc, en Hospitalet y coordinador de Secundaria. En esta entrevista a OKDIARIO, Oliveras desvela algunas cuestiones explicadas en su última charla acerca de la etapa de la adolescencia y todo lo que le acontece.

Pregunta.-¿Cuáles fueron los principales mensajes que ofreció en su charla del pasado viernes?

Respuesta.- Si tuviera que quedarme con tres, señalaría: la importancia de acoger al hijo/a independientemente de sus actos, la necesidad de establecer límites para ayudarles a crecer y la presencia habitual y explícita del amor entre los padres (siempre que sea posible) como modelo de inspiración de los hijos.

P.- ¿Qué importancia tienen los padres en la educación de los hijos?

R.- Los padres son el factor más importante en la educación de los hijos. No solo son sus procreadores, sino que desde ya el útero materno influyen activamente en el desarrollo de todas las dimensiones de la persona (biológica, psicológica, social y transcendente). Es por ello por lo que son una figura básica para su desarrollo.

P.-¿Cree que actualmente los padres, o muchos padres, no educan a sus hijos? ¿Que antes, en generaciones anteriores, se implicaban más en la educación de los hijos?

R.- No se puede ni juzgar ni generalizar. Cada caso es diferente, así como su contexto. Sí que se puede afirmar, sin embargo, que existen muchas obligaciones en el mundo actual que favorecen un menor presencia de los progenitores en el ámbito familiar. A eso habría que añadir una cierta desorientación en cuanto a los criterios educativos y la falta de un contexto social que apoye en la formación de personas. Antiguamente la tribu educaba: ahora, esto es cada vez menos cierto. Desde mi punto de vista, es todo una cuestión de prioridades: cada uno establece cuáles son las suyas, y actúa. Eso sí, desde el momento en que se produce la elección, hay que ser consecuente con la misma.

P.-¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan los adolescentes hoy en día?

R.- No son diferentes a los que nos enfrentábamos nosotros. Quizás ha cambiado la forma, pero no el fondo. De todas maneras, si tuviera que concretar alguno especialmente hiriente, señalaría el mal uso de las tecnologías (especialmente del móvil) que, además, entre todos les estamos fomentando. Las TIC se han convertido en una ventana a través de la cual entra todo aquello que no dejaríamos entrar en casa por la puerta principal.
Dicho esto, sin embargo, no es tanto la novedad o fuerza del problema al que se enfrentan, sino la falta de herramientas con las que hacerles frente: la educación en virtudes está en crisis y eso les deja más indefensos, sin criterios.

P.-¿Se están perdiendo valores como el respeto y la educación?

R.- Si generalizamos, sí. En cuanto al respeto, el principal problema es que muchos ya no se respetan ni a sí mismos. Por tanto, pedirles que lo hagan con los demás ya es una quimera. En cuanto a la educación, cuando la familia no logra convertirse en el centro de la educación y desde las instituciones no se logra tampoco abordar bien el problema, es lógico que pueda producirse un fuerte retroceso: los referentes han dejado de existir

P.-Las nuevas leyes educativas no priman el esfuerzo y la excelencia. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

R.- Todavía es muy pronto para poder valorar el impacto de la LOMLOE, ya que este es el primer año de su implantación. De hecho, al final, el límite del esfuerzo y la excelencia lo acaba determinando el propio individuo.
Sin embargo, es cierto que, si el contexto no favorece desarrollar las virtudes académicas tradicionales, entre ellas dicho esfuerzo, es mucho más complejo. Los nuevos marcos legales, sin duda, favorecen mucho el acompañamiento del alumno con dificultades pero, a priori, dejan un poco más en el aire el crecimiento de los chicos y chicas que piden más. Insisto, sin embargo, que tenemos que dejar margen.

P.-¿Qué opina de la nueva Ley nacional de Educación?

R.- Como comentaba en la respuesta anterior, es demasiado pronto para opinar con cierta seguridad. Tiene, como toda ley educativa, elementos atractivos junto a otros más discutibles. Además, como ya es sabido, sea mejor o peor el redactado, al final son los recursos humanos y materiales los que pueden acabar de consolidar más o menos la propuesta: y ahí sí que estamos ante una verdadera incógnita.

P.-¿Cree que en la enseñanza hay materias que deberían ser obligatorias y que ahora no lo son?

R.- Las últimas leyes educativas dan mucho margen, sobre todo en secundaria, al carácter propio de cada centro. Por tanto, en principio no existiría tal problema. Otra cuestión es el sesgo ideológico que puedan imprimir ciertos gobiernos, la presión mediática, las propias presiones de las familias… Aspectos que pueden remover los proyectos de cada centro. Pero, nuevamente, ahí, cada caso es cada caso.

P.-¿Qué propone para mejorar la educación de los adolescentes?

R.- Quererlos bien, buscando un objetivo final que es su autonomía, su capacidad para encontrar su camino a la felicidad. A partir de ahí, retornar al sentido común, como elemento estructural; reforzar el papel de los padres (que nos formemos), así como la autoridad de las instituciones; finalmente, mucho sentido del humor: es una fórmula que reduce en mucho las fricciones y permite encarar los problemas con más facilidad.