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El aragonés que viajó a Etiopía de misión y se enamoró: “Mi mujer y yo somos un ejemplo en la tribu”

OKDIARIO entrevista a la Comunidad Misionera San Pablo Apóstol en Nyangantom

El aragonés Eduardo Bolea de 24 años decidió dejar las comodidades europeas para vivir en África con su mujer etíope en mitad del desierto

OKDIARIO entrevista al aragonés Eduardo Bolea, un joven de 24 años que decidió embarcarse rumbo al desierto de Etiopía para participar en una misión con el objetivo de construir la primera iglesia al sur del país, donde se quedó a vivir por amor. Ahí se ha casado con una etíope de la etnia Nyangantom, con la que ha tenido una hija.

Bolea está de visita a Zaragoza, su tierra natal. Ha venido acompañado del sacerdote catalán Ángel Valdivia y el seminarista malauí Daniel Jepter Elías, con quienes vive en las profundidades de la naturaleza africana en un poblado en la colina de Naturomoe.

Escuchando a estos misioneros, uno cae en la cuenta que construir una iglesia en un territorio de frontera con Kenia y Sudán del Sur, significa que con Dios llega la paz, el agua, la agricultura y, en definitiva, una nueva forma de relacionarse distintas etnias que han vivido en un conflicto continuado por razones geopolíticas.

Una historia de amor en Nyangantom

En pleno siglo XXI, todavía hay legiones de hombres que siguen llevando la cruz a tierras donde no conocen a Cristo. Nuestros entrevistados se embarcaron hace casi una década a la conquista de almas en las profundidades del sur de Etiopía. Su labor evangelizadora es conocida como la Misión Nyangantom, promovida por la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA), a orillas del río Omo. ¿Qué significa la misión en nuestros días? Y más aun, ¿qué implica construir la primera iglesia en el sur de Etiopía?

«Fui como cooperante, quería experimentar una aventura y me enamoré de aquel lugar. Conocí a la que ahora es mi mujer, y tenemos un hijo medio etíope medio aragonés –explica sonriendo Eduardo–. En Europa estamos perdidos con tanta tecnología, nos olvidamos de lo importante. De lo fácil que es la vida y de lo difícil al mismo tiempo».

«Ahí he montado un molino y la gente de los poblados vienen a moler la harina. Ahora mi mujer y yo tenemos varios planes de desarrollo que facilitan el día a día a la gente», explica este joven de 24 años, hijo del escritor aragonés Juan Bolea. Eduardo insiste en que «ahí todo está por hacer y es el futuro».

«Mi mujer y yo somos un ejemplo para el resto de las parejas por cómo nos tratamos. Ahí hay mucha violencia de género. La mujer no tiene los mismos derechos que en España y la manera en cómo nos comportamos les impresiona e influye en el resto», confiesa.

El aragonés escribe un diccionario inédito

Estos aventureros católicos estuvieron viviendo durante cuatro años en tiendas de campaña, aprendiendo la lengua y la cultura, hasta que hace ocho años comenzaron a construir la misión. De hecho, Eduardo, el aragonés, ha creado el primer diccionario español-nyagantom: «En algún momento lo publicaré». Mientras su padre custodia el valioso manuscrito.

Una inquietud emerge cuando se habla con estos misioneros. En una Europa que es ya tierra de misión ante el desconocimiento en muchos lugares de la palabra de Cristo, ¿por qué viajar a África? «En África hay muchas necesidades de formación, hay mucha juventud, y también piden que les hablen de Dios, pero no puedes hablarle de Dios a alguien que no tiene comida en su casa. En este sentido, hablar de Dios es una manera de promover la vida», explicará el seminarista Daniel.

«Llevar el mensaje de Cristo a lugares lejanos de donde somos tiene muchas implicaciones en la lengua, la cultura, la logística… y además en un contexto geopolítico de guerras y conflictos entre países y entre las distintas tribus. El misionero es una persona que tiene que hacer de todo: enfermero, ingeniero, abogado, sacerdote…», explicará en esta entrevista el sacerdote Ángel Valdivia.

«Hacer un pozo por ejemplo en Nygantong es enseñarles a la gente de manera práctica que Dios ha venido a visitarle. Eso es lo que nos dijeron al principio», recuerdan.

Tribus prehistóricas con fusiles M16

Según el aragonés Eduardo, «la mayor parte de las personas han crecido en conflicto. Tienen pocas cosas materiales. Son muy espirituales. Necesitan la fe que les empuja día a día para seguir adelante».

El sacerdote Ángel Valdivia explica que este contraste se evidencia en los propios españoles que llegan como estudiantes voluntarios de Ingeniería para ayudar en las obras durante una estancia en la misión: «Muchos de los españoles se quedan aparte cuando celebramos la misa, y los indígenas no lo entienden. Aquí si no crees en Dios, creen que estas enfermo».

La llegada de esta misión a esta zona significa también el intento por pacificar una zona que sufre los desastres de la división política de territorios en los que estaban asentados poblaciones neolíticas que no comprenden las fronteras ni del siglo XIX ni las actuales. De hecho, la comunidad que han construido fue bautizada como La Misión Príncipe de la Paz.

«Las reparticiones de tierra no tuvieron en cuenta ni la diversidad étnica ni a los líderes tribales. Es muy común en África que mismas etnias queden a un lado y a otro de diferentes países. Esto está creando mucho conflictos», explicarán.

«Nuestra misión es una tierra de frontera entre Kenia, Etiopía y Sudán del Sur. Y de quien es de forma natural desde cientos de años es de la etnia Nyangatom. Antes lo defendían con arcos y flechas, pero desde los últimos años, utilizan el armamento moderno de guerra con el que se trafica por trueque de armas. Muchas de estas personas participaron en la guerra de Sudán del Sur en los años 60 y 70 del siglo pasado. A día de hoy todas las familias tienen un kalashnikov, un fusil M16…», reseñan.

«Afortunadamente hace unos 4 años se ha producido un acuerdo de paz entre las etnias. La paz ha permitido que podamos traer a gente formada de Kenia para ser profesores en la escuela», celebran.

En esta escuela se enseña inglés, el motivo se debe a que se ha convertido en una lengua en el que entenderse entre las distintas etnias y países: «Ahora en África todo el mundo habla en inglés».

Una misión no es una ONG

Ahora bien, ¿qué diferencia el proyecto de una misión de la que puede realizar una ONG? Según estos misioneros, la clave es el nivel de compromiso: «Nosotros no nos vamos tengamos o no tengamos fondos, haya o no conflicto. La misión aspira a prevalecer siempre, ayudándoles en su propio desarrollo. A veces con mucho, a veces sin nada. Haya donde hay misioneros hay un trabajo también espiritual».

«Muchas veces las ONGs hacen un trabajo muy bueno, pero dependen de los gobierno de turno. Por ejemplo, con el cambio de políticas en el nuevo Gobierno de EEUU, la mayoría de las ONGs en Nygantong, incluso las locales, han tenido que dejar de trabajar», explican.

«Los católicos no somos conscientes del verdadero trabajo de las misiones en la Iglesia. Se tendría que hacer más partícipes a los católicos de la misión. No sólo dando dinero, sino orando y yendo a visitar las misiones», concluyen mientras recuerdan que el nuevo Papa, León XIV, es misionero, es decir, «uno de los suyos».