Así debes trasplantar un cactus: te contamos los pasos
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Solemos pensar que los cactus pueden sobrevivir aún sin ningún tipo de cuidados y, si bien es cierto que son especies más resistentes que otras, hay momentos puntuales en los que debemos encargarnos de estos ejemplares si no queremos que acaben dañados o se mueran. Saber cómo trasplantar los cactus, por ejemplo, es indispensable para que sobrevivan a este proceso de adaptación a un nuevo hogar.
El caso es que las suculentas, clasificación dentro de la cual entran los cactus, requieren de un poco de atención al trasplantarse. Comenzando por estar atentos a los indicios de que su maceta está quedando pequeña y es la hora de pasarlos a una mayor.
Cómo trasplantar un cactus
Si las suculentas o plantas crasas son todas aquellas que tienen la capacidad de acumular agua en su interior para usarla cuando fuera necesario, los cactus son las suculentas más famosas que existen; unas muy comunes en ambientes hostiles por la falta de humedad.
Por esa capacidad para guardar agua en sus raíces, tallos u hojas, pensamos que los cactus pueden arreglárselas por si solos. Lamentablemente, no trasplantarlos a tiempo puede significar que dejen de desarrollarse y, al cabo de un tiempo, perezcan.
Como cualquier planta que se cultiva en un lugar limitado por sus dimensiones originales, el cactus irá creciendo hasta que esa maceta empiece a quedarle pequeña, algo que pasa tras aproximadamente dos años del nacimiento de la planta, o en alguna ocasión tres.
Pero la principal ventaja que supone el trasplante para esta suculenta es que se le puede ofrecer un sustrato más nutritivo que el anterior. Aprovechar el trasplante a un nuevo sitio para preparar un suelo rico en nutrientes es esencial para revitalizarlo y que mejore su aspecto.
¿Qué tener en cuenta al trasplantar un cactus?
Si nunca has trasplantado una planta, los cactus son ideales para hacerlo por primera vez gracias a sus raíces extremadamente duras. Normalmente pequeños, es fácil retirarlos de la vieja maceta pero conviene que esperes a la primavera o al verano para removerlos. Desaconsejamos el invierno porque si les provocamos una herida podría infectarse, siendo bastante difícil que logren recuperarse.
Elegida la nueva maceta, para lo que te recomendamos una de barro y sólo ligeramente más amplia dado su ritmo de crecimiento lento, encárgate de buscar un sustrato que controle el exceso de humedad, o mezcla turba, tierra y arena en partes iguales para prepararlo.
Extraída la planta delicadamente y con guantes de jardinería para no lastimarte, ahueca la tierra de su nuevo hogar y colócalo despacio en el centro de la maceta, rellenando los huecos con sustrato y un abono de liberación lenta para asegurarle nutrientes los próximos meses.
Sugerimos que lo ubiques en algún punto donde alcancen los rayos solares, y no lo riegues hasta que notes que la tierra esté seca.
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