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Madrid

Te sentirás como en otra época: el planazo gratuito de Madrid que casi nadie conoce

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En Lavapiés, un vibrante barrio de Madrid, se encuentra un Centro Municipal de Mayores que, más allá de su aspecto acogedor, esconde tras sus paredes una historia turbulenta. Este lugar, que hoy brinda compañía y actividades para los ancianos de la zona, tiene sus raíces en un pasado marcado por la sombría presencia de la cárcel de la Corona en la calle de la Cabeza.

La cárcel de la Corona tuvo diversos propósitos a lo largo de los siglos. Originalmente, fue diseñada para albergar a eclesiásticos que habían transgredido las leyes civiles. Sin embargo, su función evolucionó con el tiempo, convirtiéndose en un sombrío bastión de la Inquisición durante los siglos XVIII y XIX, hasta su abolición definitiva en 1834.

Mazmorras de la inquisición en Madrid

@disfruta.madrid ✝️¿Sabías que puedes visitar unas mazmorras de la #Inquisicion en #Madrid ? ¡Y además GRATIS! Se trata de la antigua Cárcel eclesiástica de la Corona, donde la Iglesia encerraba a presos acusados de delitos civiles. Actualmente se encuentra bajo el Centro Municipal de Mayores de #AntonMartin , en #Lavapiés . La entrada es gratuita, basta con pedir permiso a la entrada. ¿Conocías este lugar tan curioso? #DisfrutaMadrid #Lavapies #Inquisición #turismo #carcel #quehacerenmadrid #mazmorra #Embajadores #parati #viral ♬ Suspense, horror, piano and music box – takaya

En la época de la Inquisición en Madrid, se emplearon varios tipos de cárceles para diferentes propósitos, incluidos los calabozos ubicados en la parte baja de los tribunales inquisitoriales. Entre éstas instalaciones, destacaban las conocidas como cárcel de la Corona o cárcel eclesiástica de la Corona, destinadas específicamente a los presos de rango eclesiástico.

Aunque en los registros cartográficos de la época, como el plano de Texeira, estas cárceles aparecían como simples caseríos sin rasgos distintivos. Sin embargo, la historia revela que, incluso antes de la fundación del primer tribunal de la Inquisición en Madrid en 1650, ya existían cárceles de la corona destinadas a separar a los clérigos que habían cometido delitos de los presos laicos.

Una de estas cárceles de la Corona fue ésta, situada en la calle de la Cabeza, que tuvo diversos usos a lo largo de su historia. Además de servir como cárcel eclesiástica, también se utilizó como prisión para presos liberales durante el periodo en el que se encarcelaron aquí diputados liberales en 1814, bajo el lema de «patria y religión».

Posteriormente, durante los cambios políticos, albergó presos realistas. Este último caso fue descrito de manera vívida por Galdós, quien narró cómo en 1821, multitudes de liberales y ciudadanos exaltados irrumpieron en la cárcel y ejecutaron al famoso cura realista Vinuesa a martillazos, sablazos y disparos, considerando insuficiente la pena impuesta por los tribunales.

Con la llegada de Isabel II al trono, el edificio perdió su función como prisión y se reutilizaron sus espacios como cuadras y cocheras. Esta transformación fue observada por Galdós cuando llegó a Madrid en 1862 y en los años posteriores.

Leyendas

Dentro de esas paredes, se esconden no solo leyendas, sino también relatos verídicos que han dejado una huella indeleble. Uno de estos relatos es el encarcelamiento del cura de Tamajón, Matías Vinuesa, quien fue acusado de participar en una conspiración contrarrevolucionaria contra el político liberal Rafael del Riego. Aunque fue condenado a prisión en lugar de a muerte, los liberales decidieron hacer justicia por mano propia y entrar en la cárcel para acabar con su vida.

Otro relato interesante que ronda es el que da origen a su nombre. En el siglo XVI, un cura y su criado vivían en esta misma calle. Un día, el criado asesinó al cura, decapitándolo, y huyó a Portugal con su fortuna. Tras algunos años en el extranjero, regresó y adquirió la cabeza de un carnero. En su camino de regreso a casa, dejó un rastro de sangre, lo que llamó la atención de la policía. La sorpresa fue enorme cuando descubrieron que, en lugar de la cabeza del carnero, llevaba la cabeza del difunto. Fue condenado a muerte en la plaza mayor, pagando así por su crimen.

Visita

Para acceder a las antiguas mazmorras, basta con informar al conserje del centro y proporcionar los datos necesarios. Una vez hecho esto, se desciende por una estrecha escalera que lleva al subsuelo del edificio, donde se encuentran las celdas.

Estas celdas, rehabilitadas en 2011 como parte de la transformación del antiguo edificio del siglo XVII en un espacio dotacional, han sido conservadas con su aspecto original. Sin embargo, han desaparecido las argollas que alguna vez estuvieron en las paredes para encadenar a los presos, así como las puertas individuales que las cerraban.

El recorrido por las celdas puede completarse en unos pocos minutos, pero ofrece una ventana a una parte poco conocida de la historia de Lavapiés. Cada una de las celdas tiene alrededor de metro y medio de ancho por tres metros de profundidad, y están conectadas entre sí por pequeñas ventanas enrejadas.