Las ventajas de la desconexión digital
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Hemos de reconocer que el mundo digital se ha apoderado de nuestras vidas, hasta el extremo de hacerlo cada vez más sencillo. Tareas tan cotidianas como consultar un mapa de carreteras o usar una agenda de papel se han convertido en algo desconocido para quienes nacieron hace poco más de una década. Vivimos pendientes de cada notificación de móvil, de ver si nuestras publicaciones van acumulando likes o de si hemos recibido una transferencia en la app del banco. Sí, todo esto es genial, pero puede llegar a saturar. La desconexión digital, temporal, es una gran ayuda en muchos casos. Te cuento mi experiencia sobre cómo afronté unas semanas hace unos veranos con la desconexión digital.
¿Qué es la desconexión digital?
Consiste en dejar de lado todas aquellas herramientas, principalmente el móvil, con el objetivo de ganar en tranquilidad y no vivir tan pendiente de él. Su objetivo no es rechazar toda tecnología, sería absurdo, sino iniciar un periodo en menor uso del smartphone. Una especie de desintoxicación necesaria que me iba a venir bien. O, al menos, me serviría de experiencia.
Para una persona que trabaje con un ordenador, mi caso, es absurdo y contraproducente emprender esta tarea con mi herramienta de trabajo. El móvil, dispositivo al que le dedico demasiado tiempo, es quizás el instrumento perfecto para empezar.
El pasado verano, con los smartphones totalmente introducidos en nuestras vidas, me decidí a pasar 7 días sin el mío. Se trataba de una experiencia novedosa para mí, ya que había percibido que le pasaba demasiado tiempo con él, la mayor parte con cosas totalmente inútiles. ¿Cuánto tiempo haciendo scroll en Twitter? ¿O mirando videos de accidentes de coche en Facebook Watch? Más del que me podía permitir.
Rescaté un Nokia 8210, sí, ese móvil chiquitín tan bonito que se lanzó en 1999. Los finlandeses lo han reeditado ahora con funciones más modernas, y sigue enamorando. Si no lo recuerdas, era este de la fotografía. En su momento llegaba a costar más de 50.000 pesetas, unos 300 euros en la actualidad, y tener uno era sinónimo de estar en la onda, a demás de tener pasta. Por 1999 yo no tenía móvil, no fue hasta el año siguiente, cuando con mis primeros sueldos me hice con un Nokia 3210. Un ladrillo que tengo todavía, que funciona y que no hay manera de jubilarlo.
La cuestión es que esos días sin smartphones me sirvieron de mucho. Para comenzar, solicité a mis contactos que si necesitaban hablar conmigo que me llamasen por teléfono, ya que iba a estar fuera de WhatsApp y de Telegram durante unos días. A decir verdad, fueron muy pocas llamadas las que recibí, además de las habituales del banco, de oferta publicitarias y poco más. Te terminas de dar cuenta de que el teléfono apenas se utiliza para llamar, todo se resuelve con un simple mensaje o una nota de audio.
Primeros momentos con ese teléfono con solamente opción de llamadas y mensajes de texto fueron ilusionante, aunque a medida que iba pasando el tiempo mi ansiedad seguía estando ahí. El miedo a estarme perdiendo algo importante era algo que rondaba en mi cabeza. A decir verdad, poco a poco ese sensación se fue mitigando, porque comienzas a usar el teléfono de una manera responsable. No lo tienes a mano para cualquier cosa, solamente cuando escuchas la vibración. Como las notificaciones no existe, el tiempo que utilizas con ese teléfono móvil se reduce en un 90 %.
Olvidarse de la batería
Quizás fue algo que me hizo darme cuenta de cómo eran los teléfonos entonces y cómo son ahora. En la actualidad no se trata de simples aparatos para llamar, son pequeñas computadoras con una potencia increíble. Podría decir que estuve eso 7días sin tener que buscar un cargador, ya que apenas miraba el teléfono, realicé escasas llamadas y, además, cuando llegaba la noche siempre apagaba el teléfono. Entonces no tuve esa necesidad ni ansiedad de tener que buscar un enchufe para cargarlo.
Recuperar tu vida
Al no tener que emplear tanto tiempo mirando el teléfono, realmente te das cuenta de lo importante que es dedicar a cada cosa lo que corresponda. A la hora de trabajar me distraía mucho menos, por no decir que estaba totalmente concentrado. No tenía esa necesidad de ir buscando notificaciones ni de estar mirando redes sociales. Mi smartphone estuvo durante ese tiempo apagado en un cajón, teniendo el respiro necesario después de un uso tan intenso. El pequeño Nokia 8210 estuvo dándome servicio cuando lo necesitaba, hacer una llamada, y ya está.
Cuando quería realizar una consulta bancaria, que en esos7 días fueron solamente 2 veces, me acerqué al cajero automático y vi el listado de últimos movimientos. Esto era suficiente, nada más. A decir verdad, tampoco tuve que realizar operativa, ninguna transferencia, que, de haberla necesitado, la hubiera hecho con el ordenador. Aquello de la desconexión digital me hacía volver años atrás, al menos 15.
Usar un teléfono de estas características te hace darte cuenta de lo dependientes que somos de la tecnología. Este hecho no es que sea negativo, ya que lo único que pretende un dispositivo móvil con funciones avanzadas es la de simplificar muchas tareas diarias. El problema viene cuando lo tienes en la mano y no sabes qué hacer. Lo que son todo ventajas en un primer momento, quizás puede convertirse en un desagüe por el que el tiempo se va.
Reconozco que mi vuelta al smartphone fue ilusionante, tenía la sensación de ser un niño que recuperaba un juguete tras un castigo. Efectivamente, el móvil se volvió a llenar de notificaciones y de mensajes de gente despistada. Pero no fue un trabajo en balde haber pasado 7 días sin él, es más, me sirvió para darme cuenta de que el tiempo que se va ya no regresa, y que gestionarlo adecuadamente puede hacer de tu vida algo mucho más productivo. No descarto repetir el experimento en breve, y gozar de la sensación de vivir un poco al margen.
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