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Así ha cambiado nuestra rutina nocturna tener el móvil en la mesita de noche

  • Nacho Grosso
  • Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de difusión y blogs en español.

Durante años, el despertador ha sido un aparato ruidoso, con botones grandes y un sonido metálico que anunciaba el comienzo del día. Hoy, ese papel lo cumple el smartphone, un dispositivo que no solo nos despierta, sino que nos acompaña en los últimos minutos de la noche y los primeros del amanecer. Tener el móvil en la mesita de noche se ha convertido en un hábito tan normalizado que cuesta imaginar el dormitorio sin él.

Del despertador al todo en uno

El teléfono ha sustituido al despertador, la linterna, el reproductor de música, el bloc de notas e incluso al libro que antes descansaba sobre la mesilla. Su omnipresencia no se debe solo a la comodidad, sino también al vínculo emocional que hemos creado con las pantallas. Antes de dormir, muchos revisan mensajes, consultan redes o ponen una serie “de fondo” para conciliar el sueño. El problema es que ese brillo constante y el estímulo digital tienen un efecto directo en la calidad del descanso.

La luz azul y el cerebro despierto

Los expertos lo repiten desde hace tiempo, la luz azul que emiten las pantallas suprime la melatonina, la hormona que regula el sueño. Por eso, cuando miramos el móvil en la cama, nuestro cerebro interpreta que sigue siendo de día. El resultado es un sueño más superficial y fragmentado, con despertares frecuentes y sensación de cansancio al levantarnos. La mayoría de los sistemas operativos han intentado paliarlo con el “modo noche” o el “filtro de luz cálida”, pero su eficacia es relativa si seguimos mirando notificaciones hasta el último minuto.

Foto: Unsplash

Un ritual moderno que nos ata al teléfono

El móvil se ha convertido en el último contacto del día, un ritual que mezcla información, ocio y necesidad. Consultamos el tiempo para mañana, revisamos correos, vemos un vídeo corto y respondemos un mensaje pendiente. Todo eso antes de dejarlo sobre la mesita, donde seguirá parpadeando durante la noche. La línea entre el descanso y la conexión se ha difuminado tanto que ya forma parte del paisaje nocturno.

Los intentos de desconexión digital

Últimamente han surgido movimientos que promueven “zonas libres de pantallas” en el dormitorio. Algunos usuarios apuestan por dejar el móvil cargando fuera, usar relojes inteligentes en modo descanso o recurrir a despertadores clásicos para evitar la tentación. Incluso Apple y Google han añadido herramientas como “Tiempo de descanso” o “Modo descanso” para limitar el uso del dispositivo durante la noche. Sin embargo, la realidad demuestra que pocos logran mantener esa distancia.

Dormitorios inteligentes, nuevas costumbres

Paradójicamente, la tecnología también ofrece soluciones para mejorar el sueño, por ejemplo, bombillas que reducen la intensidad de la luz según la hora, hasta altavoces inteligentes que reproducen sonidos relajantes. Los relojes y pulseras que analizan fases de sueño prometen ayudarnos a descansar mejor, aunque muchas veces añaden otro motivo para mirar la pantalla al despertar.

El impacto psicológico de dormir conectados

Más allá del sueño, existe un componente emocional: dormir con el móvil cerca transmite una falsa sensación de seguridad y control. Nos sentimos “disponibles” para todo, incluso en plena madrugada. Esa hiperconectividad puede generar ansiedad y dependencia, especialmente en jóvenes que usan el teléfono como vía constante de validación o compañía.

Un hábito difícil de romper

Intentar dormir sin el móvil en la mesita de noche supone un reto para muchos. La costumbre está tan arraigada que genera cierta inquietud dejarlo en otra habitación. No se trata solo de la función de alarma, sino de la idea de estar desconectados del mundo. La tecnología nos dio comodidad, pero también nos cambió la forma de descansar.

Hacia un descanso más consciente

Quizá el futuro no pase por eliminar el móvil del dormitorio, sino por aprender a convivir con él de manera más sana: establecer horarios, activar modos de descanso y recordar que la noche sigue siendo el momento de desconectar. Al fin y al cabo, ninguna notificación merece sacrificar el sueño que nos recarga para el día siguiente.