El detenido por asesinar a su yerno agente de los Mossos llamó a su hija: «Acabo de matar a tu marido»
Antonio mató a su yerno, agente de los Mossos, porque no le dejaban ver a sus nietos
El asesino esperaba a su yerno junto al colegio de sus nietas
Fue una venganza cruel y con firma. El asesino que mató a su yerno, mosso d’esquadra en Lérida, quiso rubricar el crimen con dos llamadas de teléfono. Antonio disparó y remató a Víctor, y a continuación llamó a su hija. «He matado a tu marido», le dijo con total tranquilidad.
La segunda llamada del autor del asesinato fue para el 112. «He matado a un hombre, he sido yo», les explicó con la misma tranquilidad con la que había llamado a su hija para anunciarle su venganza. Luego, tapó el cadáver de su yerno con una sábana que traía al efecto, y esperó con las manos en los bolsillos la llegada de los compañeros de la víctima que allí mismo le detuvieron.
Los Mossos llegaron en dos minutos. El autor del asesinato de su yerno confesó el crimen y entregó su DNI y el revólver del calibre 22 que había usado a los agentes. Después, dejó que le esposaran. Sin embargo, una vez en el calabozo se negó a declarar.
Un crimen planeado
El autor había planeado el asesinato de su yerno de forma tan metódica que cuando le detuvieron le encontraron un cepillo de dientes que llevaba con consigo para no descuidar su higiene personal una vez que fuera detenido.
Antonio, con 78 años, es un hombre autoritario, agresivo y violento, así le describe su entorno. Ya no se hablaba con su hija y tampoco con su yerno, que por miedo evitaban cualquier contacto del asesino con sus nietos. Ese fue el móvil de su venganza.
Fue una venganza planeada al detalle. Antonio estudió el horario y el itinerario que seguía su yerno tras dejar a sus nietas en el colegio. El asesino preparó su revolver, para el que tenía licencia de tiro deportivo, y metió el arma junto a una sábana en una bolsa. Luego salió a matar a su yerno.
El autor del asesinato siguió a la víctima por la calle y sin posibilidad de defensa le disparó nueve tiros. El último en la cabeza, tras esperar unos segundos, para rematarle. Luego, cogió su móvil y llamó a su hija para completar su venganza.
La psicóloga Ana Villarrubia explica «es especialmente significativa la llamada a su propia hija. Ese ‘he matado a tu marido’ ante su hija refuerza el significado de ese otro ‘he sido yo’ ante el teléfono de emergencias que él mismo también marca: quería hacerlo, pensé cómo hacerlo, lo hice. Tal frialdad, lógica y secuenciación parsimoniosa hacen muy incompatible su comportamiento con el de un brote espontáneo, desorganizado y agitado, que apelaría a otro tipo de dimensión psicológica».
Villarrubia adelanta que el autor del asesinato del mosso probablemente intentará hacer valer que sufría una patología mental, para la que ya había ido a consulta médica, sin embargo, la especialista cree que el asesino no podrá argumentarlo.
«Aquí todo apunta a que hemos de situarnos en el espectro de la psicopatía y no de la psicosis. Todo indica que la víctima fue elegida dentro de todo un sistema familiar como herramienta para causar el mayor daño posible. No le importó matar, aún en previsión de que el siguiente paso sería la cárcel, y eso en sí mismo ya radiografía la perversión y la instrumentalización más fría de la que el ser humano es capaz, pero es que además persiguió otro objetivo (quizá no secundario, sino primario a la ejecución ya execrable) que no era otro que el de destrozar a aquella familia que ya lo había rechazado», aclara la psicóloga.
La psicóloga tiene claro que se trata de una venganza en toda regla por parte del asesino: «Os privo de uno de vuestros principales apoyos, el yerno, porque ejerce el rol de cabeza de familia del que a mí me apartasteis y os condeno con ello a la desolación, a la impotencia, y a un eterno duelo. Mato al único hombre de este puzzle familiar al que no estoy invitado (con el que además no guardo vínculo de consanguinidad, lo cual seguro le facilitó las cosas) y de manera vicaria me aseguro romper en pedazos la vida de otra de mis principales víctimas: mi propia hija».
Villarrubia interpreta de esta forma la actitud del criminal: «Que no me dejaran ver a mis nietas es ya un lamento que no es ni de recibo pronunciar , ya que la orfandad de sus nietas y el pesar de la abuela de estas no han servido de cortapisas para dar rienda suelta a su violenta personalidad, cruenta y antisocial».
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